Súmate a nuestro canal en: WhatsApp
El poder no corrompe: Atrae y revela
Agencia Uno

El poder no corrompe: Atrae y revela

Por: Lucio Cañete | 03.06.2025
¿Cómo detectar a los potencialmente corruptibles? Nos prometen el cielo, nos hablan bonito, nos invitan a soñar con una sociedad más justa. Pero basta que pasen unos meses en un puesto de autoridad para que muchos se transformen en lo que juraron combatir. Sin embargo, los corruptos encubiertos dan pistas que indican su oculta esencia.

En 1887, el historiador británico Lord Acton escribió una frase que sigue haciendo eco hasta hoy: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto a corromper absolutamente”. Esta sentencia, que a ratos parece golpear injustamente a quienes manejan el poder con total probidad, ha sido puesta a prueba por la ciencia más de una vez.

Una de las experiencias más conocidas es el famoso Experimento de la Cárcel de Stanford, realizado en 1971. En él, un grupo de jóvenes voluntarios asumió los roles de presos y guardias en una cárcel ficticia. La simulación que debía durar dos semanas, terminó de forma abrupta y anticipada: los “guardias” comenzaron a abusar de los “reos” con una rapidez y brutalidad que alarmó a los propios investigadores. La lección parecía clara: dar poder sin límites puede sacar lo peor de nosotros.

[Te puede interesar] Colegios apuestan por métodos basados en el respeto: Apela a capacidad de los niños de vivir en armonía

Pero los científicos no se quedaron tranquilos con esa explicación. En 2011, un estudio de la Universidad del Sur de California propuso una variante interesante: el poder no corrompería a cualquiera, sino que afectaría preferencialmente a quienes han tenido poco de él en sus vidas. Al verse, de pronto, en una posición dominante, algunos podrían perder el norte ético.

Dicha hipótesis -que en Chile coloquialmente es conocida como el síndrome del “piojo resucitado”- tampoco logró convencer del todo a la comunidad científica. Al respecto, se contraargumentó que muchas personas, habiendo partido desde abajo, mantienen una conducta intachable cuando llegan a puestos de gran responsabilidad. Entonces, ¿qué más podría estar pasando?

Es aquí donde entra una mirada distinta. No vino de un psicólogo ni de un sociólogo, sino de dos escritores de ciencia ficción: Frank Herbert, autor de Duna, y David Brin, creador de La elevación de los pupilos. Ambos coincidieron en algo clave: el poder no necesariamente corrompe, sino que atrae a los que ya están predispuestos a corromperse. “La gente sana -decía Brin- suele sentirse atraída por otras cosas además del poder”.

Esta idea cambió el enfoque. El problema no sería el poder en sí, sino quién decide ir tras él… y para qué. Visto así, el poder no actúa como una enfermedad contagiosa, sino como un revelador de personalidad. Como el alcohol, desinhibe. Saca a la luz lo que ya estaba dentro. Si alguien tiene una semilla de corrupción, el poder la hará florecer. Si, por el contrario, una persona guarda un potencial de justicia, también será el escenario perfecto para que lo despliegue.

En ese sentido, el poder es como un amplificador del alma. Aumenta lo bueno y lo malo. Cuanto más poder se tiene, mayor es la capacidad para derribar barreras, y así hay más libertad para actuar sin costosas consecuencias. Pero la dirección que se elija dependerá de lo que hay dentro de cada persona.

Esto plantea una pregunta incómoda: si tantos políticos muestran conductas cuestionables, ¿significa que la mayoría de la gente es, en el fondo, corrupta? La respuesta es un rotundo no. Lo que pasa es que las personas éticamente sólidas suelen preferir otros caminos. Muchas veces eligen no involucrarse en la política, no por indiferencia, sino por rechazo a un ambiente que ven como sucio o desgastante.

En cambio, quienes tienen menos escrúpulos pueden ver en ese mismo camino una oportunidad de entrenamiento: en la política, la traición y el abuso son útiles... y si ese es el campo de juego, algunos están dispuestos a aprender rápido. Así, los más corruptibles corren con ventaja en esa carrera hacia el poder.

[Te puede interesar] Depresión postparto: Cómo el ejercicio puede prevenirla y las 4 claves para realizarlo durante el embarazo

¿Cómo detectar a los potencialmente corruptibles? Nos prometen el cielo, nos hablan bonito, nos invitan a soñar con una sociedad más justa. Pero basta que pasen unos meses en un puesto de autoridad para que muchos se transformen en lo que juraron combatir. Sin embargo, los corruptos encubiertos dan pistas que indican su oculta esencia.

El pasado siempre deja huellas. Aunque el candidato nunca haya ocupado un cargo público, seguro ha pasado por alguna tarea de responsabilidad mayor en una empresa, un gremio, una fundación, una junta de vecinos, un club deportivo. Revisar cómo actuó ahí puede ser más revelador que un discurso. ¿Fue transparente? ¿Evitó auditorías? ¿Colocó a sus amigos en puestos clave? Si antes administró con opacidad, difícilmente será un faro de probidad cuando tenga más poder.

El dinero no miente. Campañas millonarias sin origen claro, promesas costosas sin respaldo técnico, vínculos con empresas involucradas en escándalos… todo eso debería hacernos fruncir el ceño. Los políticos que deben demasiados favores financieros rara vez gobiernan con las manos limpias.

El carácter también importa. Hay rasgos de personalidad que suelen ir de la mano con decisiones poco éticas. El narcisismo, por ejemplo. Esos candidatos que creen ser salvadores únicos, que nunca reconocen errores y que se rodean solo de incondicionales, tienden a sentirse por encima de las normas. Un día están contra la corrupción y al siguiente están abrazando a un procesado.

Cuando se evita el escrutinio. Un político que no da entrevistas incómodas, que borra comentarios críticos en redes sociales o que ataca a periodistas por hacer preguntas difíciles; está mostrando algo: teme que lo descubran. Los líderes verdaderamente transparentes buscan el debate, no lo esquivan.

La corrupción no llega de golpe: a menudo da señales desde lejos. Si las aprendemos a leer, tal vez podamos actuar antes de que sea demasiado tarde. Porque prevenir un sistema corrupto es mucho más valioso que castigar uno que ya saqueó.

La democracia no solo se defiende votando; sino recordando, observando y cuestionando.

[Te puede interesar] Con Dorothy Pérez, como contralora, se habría exigido que este proyecto honrara su Plan Seccional