
"Trabajar y enfermar en silencio": La crisis de subnotificación y subregistro en salud ocupacional
Cada día en Chile cientos de trabajadores sufren lesiones o desarrollan enfermedades producto de su actividad laboral. Sin embargo, un porcentaje alarmante de estos casos jamás llega a las estadísticas oficiales. Este fenómeno, conocido en el ámbito técnico como subnotificación y subregistro, constituye una de las barreras más persistentes para avanzar en materia de salud ocupacional en nuestro país.
La historia se repite. Décadas atrás, investigadoras como Echeverría (1984) y Solar (1996) ya cuestionaban la fiabilidad de las cifras oficiales sobre accidentes y enfermedades laborales, y sugerían mecanismos para mejorar la implementación del seguro.
Entonces, como ahora, dos fenómenos complejos distorsionaban la realidad: el subregistro (cuando un evento laboral no queda documentado oficialmente porque no se denuncia, no se diagnostica correctamente o no se califica como ocupacional) y la subnotificación (específicamente la falta de denuncia de casos con posible origen laboral).
Tres décadas después, estudios más recientes confirman que el problema persiste. La investigación de Valenzuela et al. (2024) revela que las causas siguen siendo las mismas: desconocimiento del seguro laboral, temor a represalias de empleadores, minimización de síntomas y, fundamentalmente, la precariedad laboral que impide ejercer derechos.
El sistema de salud ocupacional opera como un muro fronterizo: solo quienes superan controles exhaustivos y acreditan con precisión el vínculo entre su trabajo y su daño acceden a la protección. El resto, como migrantes sin papeles en tierra hostil, queda varado en la estadística invisible y sin respaldo. Esa invisibilidad se carga al sistema de salud pública saturado o, peor aún, recae sobre el bolsillo de trabajadoras y trabajadores.
Esta invisibilidad tiene consecuencias graves. Por un lado, impide dimensionar correctamente los riesgos laborales reales en Chile, obstaculizando la implementación de políticas preventivas efectivas. Por otro, traslada la carga económica de la atención médica desde el seguro específico hacia el sistema general de salud y las familias, profundizando inequidades sociales.
En este Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo, urge fortalecer el sistema. Necesitamos, entre otras cosas:
Repensar la forma en que se da a conocer el sistema -particularmente entre trabajadores independientes, que desde 2019 tienen acceso a la salud.
Capacitar a los profesionales de salud, especialmente de atención primaria, para identificar un posible origen laboral de enfermedades y lesiones.
Reestructurar los mecanismos con que se califican enfermedades y accidentes.
El compromiso con la salud laboral debe extenderse más allá de la Superintendencia de Seguridad Social, los organismos administradores del seguro y el puñado de académicos interesados en el tema, involucrando activamente a empleadores, trabajadores y tomadores de decisión en su conjunto.
Mientras sigamos tolerando esta invisibilidad estadística, continuaremos fallando en proteger a quienes sostienen nuestro país con su trabajo. La salud ocupacional no puede un lujo burocrático, sino se tiene que fortalecerse como un pilar de la seguridad social.