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¿De dónde se baja el protagonista de “Aquí me bajo yo”?
Agencia Uno

¿De dónde se baja el protagonista de “Aquí me bajo yo”?

Por: Nicolás Correa Hidalgo | 27.04.2025
Una obra de arte en general, y de teatro en particular, invita a reflexionar sobre problemáticas universales que nos tocan a cada una, a cada uno. “Aquí me bajo yo”, escrita y dirigida por Elena Muñoz, permite ir al “más allá” de lo explícito, adentrándonos en algunas problemáticas inconscientes que en las relaciones interpersonales provocan sufrimientos innecesarios. El drama y la comedia de esta creación, entrelazándose con la historia personal de cada espectadora, de cada espectador, podría ser una oportunidad para acercarse a modificar aspectos “difíciles” de nuestra personalidad.

Un hombre mayor "un viejo" mirando hacia el horizonte, apoyado ¿en una ventana?, discretamente soberbio, aunque con cierta amargura, quizás dolor; más atrás, con la cabeza apoyada en su hombro, la nieta esbozando cierta ternura; al fondo, el hijo, claramente preocupado. El afiche parece anunciar una tragedia, mas la luz del entorno con vegetación enmarcando los primeros planos, las ventanas a espaldas del hijo y especialmente la sonrisa apenas dibujada en la nieta, auguran cierta esperanza.

Uno piensa en un viejo al borde de la muerte o, incluso deseando morir, como quien se baja del tren de la vida; sin embargo, la magistral actuación de Jaime Vadell nos transmite una vitalidad asombrosa, con ironías que sacan carcajadas. La nieta (Milena Bastidas) lo cuida desde que tuvo un evento de salud, que motivó el viaje desde otro país del hijo (Rodrigo Bastidas).

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Faltan la esposa y otro hijo que es el padre de la nieta que lo asiste. La escenografía en tonos pastel de la casa familiar y las notas musicales que extrae del piano la nieta abriendo la puesta en escena, traen aires de nostalgia.

Vadell encarna con sorprendente naturalidad a un viejo aborrecible: crítico, sarcástico, hasta amargado, pero curiosamente "también" simpático y hasta querible. A estas alturas uno ha recordado a más de algún familiar, como puede ser o pudo haber sido el propio padre o incluso uno mismo. Alguien centrado en sí mismo, “narcisista” en términos psicológicos. Sus sarcasmos descalifican al resto por la necesidad de encumbrarse él para sentirse bien. Tal como si fuera una cuestión de vida o muerte, desvalorizar a los demás podría calmar el temor a desmoronarse y sucumbir

Aunque nadie es solamente “narcisista”, este aspecto, rasgo, condición, refleja heridas o marcas muy profundas en la personalidad "que todos llevamos en alguna medida" y que tienen que ver con una suerte de “registro” de las tempranas experiencias con la madre, que opera al modo de un “software” desde que se nos “formateó” el disco duro de nuestras emociones.

Y esas experiencias son algo así como la falta de respuesta de la persona que más queremos y urgentemente necesitamos (en su momento la madre o quien cumplió ese rol). Esa “carencia” la revivimos en cada frustración que nos va presentando la vida, como un desmoronamiento de uno mismo, con la debida furia y dolor por la falta, furia que, para tratar uno de “recuperarse”, expresamos descalificando a los demás.

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En paralelo quedaron registradas también otras experiencias de amorosa respuesta (de la madre u otras personas), de tal forma que en lo sucesivo en la vida reaccionamos como una suerte de “collage”: con rabia, con furia, atacando, poniéndonos por sobre quien sentimos que nos ha fallado, pero comunicando más o menos amorosamente también, incluso a través del humor de ese ataque "como en las ironías del personaje de Vadell" la tremenda necesidad de ser queridos.

¿Puede uno resolver esta problemática, “reformatearse”? Siempre es posible en las relaciones actuales, todo dependerá de la capacidad de conectar con el lado amoroso, de que se “lea” bien la necesidad de ser querido, considerando el resentimiento como una forma de comunicar esa necesidad.

En la obra por ejemplo, depende de cuánto pueda el personaje conectar internamente el amor de su nieta y de su hijo con el amor que sin duda recibió antaño, en momentos que parecen ya casi perdidos en el tiempo, de su madre o de quien hizo las veces de, cuando sí pudo responder a su necesidad de cariño y que él posiblemente expresó entonces con su llanto, con sus pataleos, con sus berrinches.

Eexperiencia que podrían reproducir ahora sus lacerantes críticas, aunque llenas de humor, a sus familiares “actuales”, expresando el “odio” por la frustración al ubicarse “por encima” y al mismo tiempo el “amor” a través del chiste, comunicando “aquí me bajo yo”, pero no necesariamente del tren de la vida sino que de la cumbre de su propio narcisismo.

Al final, en el hogar de uno como espectador, habitado por los personajes que tienen presencia real actual tanto como por los que faltan, aquéllos que dejaron/generan frustración, pero que también respondieron/responden adecuadamente a nuestro llamado, pudiéramos acercarnos a integrar la “injuria narcisista” con el amor agradecido que también nos habita, para hacer más llevaderas esas carencias tempranas.

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