
La urgencia de la protección de los ecosistemas de agua dulce
El agua, elemento esencial para la vida en el planeta, está inserto dentro de los ecosistemas de agua dulce. Por esta razón cuando hablamos del agua y de la toma de decisiones en torno a este elemento, no podemos gestionarlo como si fuera un componente ajeno, o un objeto que se puede transar y vender.
En Chile se han tomado decisiones nefastas, como construir embalses sin una Evaluación de Impacto Ambiental, no obligar a las actividades productivas a regularizar sus obligaciones ambientales (sobre todo aquellas implementadas antes de la legislación ambiental promulgada en el año 1994), y obstaculizar la promulgación de Normas Secundarias de Calidad Ambiental, único instrumento regulatorio para proteger los ecosistemas de agua dulce.
Esa visión cortoplacista y no basada en los procesos y dinámicas naturales puede ser el peor error en estos tiempos de la triple crisis global y climática. Sobretodo considerando que en nuestro país existen diferentes ecosistemas de agua dulce, como lagos, humedales, palustres y ríos, y que cada uno tiene una dinámica diferente.
Por lo mismo, tenemos que visualizar al agua desde el ecosistema, eso significa que, por ejemplo, un río tiene una dinámica temporal con un caudal mayor en invierno y primavera, y uno menor en verano. Cuando hay mayor caudal el río ocupa una planicie terrestre cuya vegetación funciona como una esponja reteniendo los sedimentos. Si en esos lugares construimos casas y removemos la vegetación se pierde la función natural, y en vez de eso tenemos casas inundadas y aluviones.
También hay otras múltiples funciones como transporte de sedimentos, nutrientes y degradación de la materia orgánica, todo esto puede afectar la calidad del agua. La disponibilidad no solo es la cantidad, sino también la calidad.
El agua contaminada no deberíamos beberla, pero en Chile, actualmente, con el bajo porcentaje de depuración de las aguas, que solo alcanza el 20%, abrimos la llave y bebemos cientos de compuestos químicos desechados por nosotros mismos a través de fármacos, detergentes, productos de cuidado personal, y por supuesto, de las industrias. Los ríos tienen una capacidad de autodepuración, pero si constantemente vertimos compuestos no puede ejercer esa función.
Desde este alero el único instrumento que regula la calidad del agua en los ecosistemas de agua dulce es la Norma Secundaria de Calidad Ambiental, actualmente solo presente en 7 cuencas hidrográficas de las 101 existentes en Chile.
Lamentablemente, en nuestro país el sistema productivo ha frenado los procesos con el objetivo de invertir menos en depuración del agua y poder verter más contaminantes, esto a costa de la alteración y contaminación de los ecosistemas, pérdida de biodiversidad y de contribuciones de la naturaleza a las personas llamados, comúnmente, como servicios ecosistémicos.
Esta situación es la que se vive en la cuenca del río Valdivia, ya que después de un proceso de más 7 años se ha logrado establecer allí la Norma Secundaria, sin embargo, a menos de dos meses el sistema productivo y empresarios de la Región de Los Ríos pretenden derogarla con argumentos científicamente inviables.
Valdivia ha sido declarada ciudad humedal RAMSAR, existen tres Santuarios de la Naturaleza de agua dulce, uno de ellos RAMSAR (Río Cruces) y un sitio prioritario de conservación, en proceso de ser declarado, con la mayor diversidad de peces en Chile; el río San Pedro. La Norma secundaria en esta cuenca es fundamental como instrumento precautorio que pueda asegurar la calidad del agua y de esta forma proteger ecosistemas únicos en Chile.
Por su parte, el establecimiento del Servicio de Áreas Protegidas (SBAP) y la designación de sitios prioritarios de conservación han sido un paso importante, pero aun con baja representación de los ecosistemas de agua dulce. La Ley de Humedales Urbanos también ha sido un paso clave, pero con vacíos legales y de gestión que no aseguran su protección dado que varios de ellos han sido desafectados o no declarados por intereses productivos.
Finalmente, un aspecto positivo, muy relevante y necesario, es el incremento en la educación ambiental y las iniciativas ciudadanas entre las cuales se destacan las iniciativas locales de monitoreo del agua para subsanar la ausencia de datos oficiales en muchos de estos ecosistemas, y así poder protegerlos. Una de estas iniciativas es el colectivo Epulafkenmapu en la subcuenca del Lago Ranco, compuesta por comunidades mapuche y científicas, y la fundación Manzana Verde que promueve la formación de monitores ambientales para el monitoreo del agua.
Por último, mencionar la Coalición de Ríos Protegidos que promueve y trabaja por mejorar las figuras actuales de protección, como también la creación de nuevas figuras, como el proyecto de ley de ríos protegidos.
Lo relevante de estas iniciativas es que nacen de la necesidad de generar conocimiento territorial para la protección del agua y sus ecosistemas, en forma mancomunada con el conocimiento científico, iniciativas que es necesario seguir replicando, porque la tarea de proteger el agua, los ecosistemas y biodiversidad es de todas y todos.