Muchas personas, más que en la primera jorada, llegaron este sábado 22 de marzo al Parque Bicentenario de Cerrillos para la segunda jornada de Lollapalooza Chile 2025.

El cartel, marcado por el regreso de artistas que ya han dejado huella en ediciones pasadas, combinó la nostalgia de los noventa con apuestas urbanas en pleno ascenso y shows de alto calibre técnico.

Desde el debut en suelo nacional de Justin Timberlake hasta la esperada presentación de Nathy Peluso con su gira “Grasa”, el día ofreció una paleta sonora amplia que terminó pasada la medianoche con el espectáculo de Mon Laferte.

También hubo espacio para pop de salón con tintes electrónicos, indie pop juvenil y visitas legendarias como la de Alanis Morissette, quien volvió a cantar en Chile después de 26 años.

Resonancia Etérea: Bajo la dependencia de Kidd Voodoo

Uno de los puntos bajos del día fue la presentación de Resonancia Etérea, banda nacional liderada por Kidd Voodoo.

Aunque logró llenar uno de los escenarios centrales gracias a la popularidad de su vocalista, el show evidenció los límites de una propuesta aún inmadura.

Las canciones, sin mucha elaboración ni profundidad instrumental, dependen casi por completo del carisma y entrega de Kidd Voodoo.

El resto de la banda –dos guitarras, bajo y batería– aporta poco en términos sonoros. Se extraña un trabajo más sólido en arreglos y estructura.

Por ahora, más que una banda, Resonancia Etérea parece el proyecto solista de su cantante disfrazado de grupo.

Nathy Peluso: Su calidad artística demostrada en su versatilidad

Una de las presentaciones que más público convocó fue la de Nathy Peluso, que se presentó a las 17:00 horas en el escenario Banco de Chile.

En medio de su tour “Grasa”, la argentina afincada en España desplegó un espectáculo de alta carga performática y teatral.

Dividido en tres actos, con videos de estilo cinematográfico que aludían a la “verdad de la milanesa”, la artista sostuvo el show sobre su versatilidad vocal y coreográfica.

“¿Qué me importa la gente? / Nací para ganar”, lanzó en “Envidia”, uno de los momentos más coreados.

El concepto de “Grasa” –un guiño resignificado al placer y al amor propio en clave argentina– se sostuvo con una puesta en escena medida al detalle: bailarines, visuales, efectos y su voz, que mantiene el equilibrio entre el rap rasposo y el canto melódico.

Aunque el público pedía la aparición de Ca7riel y Paco Amoroso en “Todo roto”, esta nunca se concretó.

Sin embargo, sus versiones caricaturescas en las pantallas funcionaron como guiño suficiente. La euforia fue total con la “Session #36” de Bizarrap –“Una perra sorprendente…” retumbó con fuerza en Cerrillos– y el cierre con el clásico cover de Camilo Sesto, “Vivir así es morir de amor”.

La argentina, una habitual del festival, volvió a demostrar por qué es una de las artistas más completas del circuito hispano.

Justin Timberlake: Impecable, pero perseguido por problemas del pasado

También en horario estelar, aunque en el escenario Cenco Malls, debutó Justin Timberlake, el exlíder de NSYNC y figura pop que desde hace años combina música con cine y producción.

Si bien su carrera ha transitado sin una consagración definitiva, el show en Cerrillos apuntó alto: sonido impecable, una banda portentosa y un repaso sin pausas por sus más grandes éxitos.

Desde “Mirrors” hasta “Cry Me a River”, el público coreó cada letra con devoción.

A la mitad del show, el artista se dio tiempo para un momento emocional: habló de sus hijos, de lo significativo del público chileno y se le vio conmovido, incluso al borde de las lágrimas.

Algunos desconfiaron del despliegue sentimental, pero lo cierto es que Timberlake pareció genuinamente agradecido.

En términos de producción, su presentación fue de las más redondas de todo el festival. Visuales coordinadas, un setlist medido, presencia escénica pulida y una banda afiatada fueron los ingredientes del que quizás sea el mejor show en términos técnicos de la jornada.

Si alguna vez hubo dudas sobre su estatus, anoche Timberlake las despejó: no será el heredero de Michael Jackson como alguna vez se insinuó, pero sigue siendo un nombre relevante del pop mundial.

Alanis Morissette: El ícono del rock alternativo más que vigente

El contrapunto lo puso Alanis Morissette, que subió al escenario con una propuesta completamente distinta.

Nada de fuegos artificiales ni recursos histriónicos. La canadiense, ícono del rock alternativo de los 90, se presentó con una banda estrictamente masculina, interpretando canción tras canción sin pausa alguna.

No hubo saludos, discursos ni interacción con el público, pero tampoco hizo falta. Su voz –intacta– y el peso de un cancionero ya clásico bastaron para que el público viajara tres décadas atrás.

Desde “Hand in my pocket” hasta “Thank U”, pasando por cortes menos populares como “A man” y “Sorry to myself”, Alanis dejó claro que no ha perdido ni un ápice de presencia.

Con un planteamiento escénico austero pero potente, su show fue un ejercicio de vigencia artística. Sin intentar adaptarse a modas o buscar fórmulas nuevas, Alanis se presentó tal como es: intensa, lírica, sin concesiones.

Para muchos, fue uno de los momentos más emotivos del día. Verla con su característica melena suelta, gesticulando cada verso con intensidad, fue un recordatorio de por qué su nombre aún resuena con fuerza.

Parcels: Un despliegue de melodías vocales y energéticas

Más temprano, cuando aún caía el sol sobre Cerrillos, los australianos de Parcels ofrecieron un show correcto, aunque algo anodino.

Su pop de fórmula –una mezcla de funk elegante con texturas electrónicas suaves– logró que gran parte del público se moviera al ritmo de sus pegajosas progresiones.

La banda, de imagen pulida y sonido pulcro, fue ideal para ese momento de transición entre las primeras horas y los platos fuertes de la jornada.

Mon Laferte: Una puesta en escena segura que está para competirle a cualquiera

El cierre chileno de la noche estuvo a cargo de Mon Laferte, que se presentó en paralelo a Timberlake en el Smart Fit Stage.

A pesar de lo alejado del escenario y del frío nocturno, una importante cantidad de público acompañó a la viñamarina.

Enfundada en un corset rojo y con un look platinado Mon repasó sus clásicos con su habitual dramatismo.

Desde “Tormento” hasta “Tu falta de querer”, pasando por boleros en italiano, salsas e incluso una cumbia, la artista desplegó su faceta más histriónica y popular.

A diferencia de su accidentada presentación en Lollapalooza 2018, esta vez tuvo pantalla gigante, cuerpo de baile y escenografía, lo que permitió un show a la altura de su estatus actual.

Con una banda afiatada y bronces que le dieron cuerpo a cada arreglo, Mon Laferte volvió a reafirmar que su mejor versión sigue siendo en vivo.

También hubo espacio para estrenos: “Otra noche de llorar”, balada al piano incluida en su próximo disco Femme Fatale, fue recibida con atención y emoción.

Y como siempre, cerró con “Amárrame” y su himno personal, “Tu falta de querer”, coreado por una audiencia que se mantuvo fiel hasta el final.