
Aceptar la incomodidad del ejercicio físico: Una nueva mentalidad para una mejor salud
En tiempos como los actuales, donde la humanidad enfrenta una profunda crisis de enfermedades físicas y emocionales, reflexionar sobre la importancia del ejercicio físico en nuestras vidas es más necesario que nunca. Cada vez más personas padecen dolencias físicas, emocionales o ambas.
Lo interesante es que, para ambos tipos de enfermedades, la recomendación es la misma: hacer ejercicio, tener una vida activa y moverse. La razón es sencilla, la evidencia científica ha demostrado de manera categórica que practicar diariamente algún tipo de actividad física, ya sea de baja, moderada o alta intensidad, es beneficioso para la salud integral del ser humano.
Sin embargo, resulta paradójico que -a pesar de las recomendaciones médicas y evidencias científicas-, exista una población cada vez más sedentaria y enferma. La respuesta a esta contradicción puede ser analizada y debatida desde múltiples perspectivas y áreas de estudio, pero lo cierto es que existe una razón de la cual no se habla con honestidad cuando se prescribe el ejercicio físico: es difícil y requiere de un cambio de mentalidad.
Caminar, moverse un poco y preferir las escaleras en lugar del ascensor son métodos beneficiosos para mantenernos activos durante el día. Aunque estos pequeños actos cotidianos son útiles, no son suficientes para mejorar y mantener nuestra salud física y mental de manera óptima.
Sin duda, cualquier movimiento es mejor que no hacer nada. Pero, para estar sanos y construir un mecanismo protector contra las enfermedades que enfrentamos hoy en día, debemos ir más allá. Lamentablemente, no basta con dar paseos por las tardes o caminar un par de cuadras.
Esto podría sonar desalentador para algunas personas, especialmente para aquellas que hacen un esfuerzo diario en caminar, pero es la verdad. Si queremos cuidar nuestra salud y prepararnos para la vejez, debemos complementar esas prácticas diarias con actividades que desafíen nuestro cuerpo, como levantar pesas, correr largas distancias, nadar, trepar, saltar, remar, subir cerros o explorar la naturaleza durante horas.
Incorporar este tipo de actividades en nuestra vida requiere más que una simple recomendación médica o la motivación banal que nos brinda algún doctor, o influencer, al explicar los beneficios de llevar una vida activa.
Se necesita un cambio profundo de mentalidad que implique determinación y compromiso con uno mismo. Y eso -especialmente en la sociedad en la que vivimos, donde reina el autoengaño, las excusas, el idealismo y el victimismo-, es algo verdaderamente difícil de lograr.
La razón es bastante sencilla. Someter al cuerpo a una actividad vigorosa es algo profundamente incómodo. Implica sentir dolor, fastidio, cansancio e incluso aburrimiento. Por eso muchas personas abandonan rápidamente los gimnasios, los planes de entrenamiento o dejan de hacer ejercicio en sus casas, porque ser constante y disciplinado no es una tarea sencilla. Requiere de una fortaleza mental que nuestra sociedad observa de mala manera.
¿Para qué someterse a eso? ¿Para qué ducharse con agua fría? ¿Para qué entrenar tanto?. Y sí, es difícil e implica someterse voluntariamente a la incomodidad y el dolor. Pero es más doloroso experimentar el dolor de la enfermedad, de la dependencia a los fármacos, de la incapacidad de movernos o de la constante incomodidad con nuestros cuerpos y nosotros mismos. Es momento de que cada uno elija el tipo de dolor que quiere experimentar en su vida.
Lo cierto, es que no existe mejor terapia o libro de autoayuda que experimentar el desafío de conocerte y enfrentarte a tus fortalezas y debilidades por medio del ejercicio físico. Ahí es donde conocerás quién eres y lo que eres capaz de lograr.
Todo lo demás queda en el idealismo, en las páginas de algún libro o en una mera recomendación médica de algún doctor o especialista en salud mental que, probablemente, sea sedentario. No es azaroso que nuestra salud sea poco efectiva en materia de recuperación. Somos buenos para diagnosticar y medicar, pero malos para actuar y curar a las personas con el ejemplo.
Existen dos caminos. Ambos implican dolor, incomodidad y sufrimiento. La buena noticia es que nunca es tarde para actuar y tomar las riendas de nuestra vida. La mala noticia es que como todo en la vida es difícil.
¿Qué camino tomarás?