
Severance: La serie que nos hace reflexionar sobre la conquista del trabajo
Llegas al trabajo, dejas un par de cosas en un casillero, bajas en un ascensor y, al abrirse las puertas, te has olvidado de quién eres. Tu vida personal se esfuma y todo lo que existe durante ocho horas es trabajo.
Eres un trabajador, pero no sabes en qué trabajas, no sabes si te cae mal tu jefe o si ese día te ascendieron. Cuando termina la jornada, subes por el ascensor y no recuerdas nada de lo que pasó en la oficina. Puedes disfrutar de tu tiempo libre, hasta volver a repetir la misma rutina la mañana siguiente.
Esta es la premisa de Severance, la serie de Apple TV que sigue cosechando elogios en su segunda temporada y que se ha consolidado como una de las mejores apuestas del servicio de streaming.
La historia nos sumerge en un experimento distópico: la operación realizada por la críptica empresa Lumon, que fragmenta la conciencia de sus empleados para separar completamente su vida personal de la laboral. Con una dirección pulcra y estética de Ben Stiller, la serie atrapa no solo por su misterio, sino también por la inquietante crítica que plantea sobre el trabajo y su impacto en nuestras vidas.
El mundo del trabajo ha sufrido un cambio radical en las últimas décadas. Hace cuarenta años, el modelo de trabajo predominante era mucho más estructurado: empleos de oficina con horarios fijos, estabilidad laboral y una clara separación entre el tiempo de trabajo y el tiempo libre. No era perfecto, pero ofrecía certezas que ahora parecen desvanecerse.
Hoy, el trabajo ha mutado hacia la precariedad y la hiperconectividad. El teletrabajo y el freelanceo han borrado la frontera entre lo laboral y lo personal. Esa línea roja que nos separaba del trabajo ya no existe; la comenzó a borrar el computador junto con el Internet y terminó de pulverizarla el celular con correos y notificaciones 24/7.
Esa es la disonancia tan seductora que propone Severance: la idea de que exista una división total entre trabajo y vida personal. La antítesis del trabajo contemporáneo, que, tal como analizó Mark Fisher, instala la narrativa de buscar la libertad siendo “tu propio jefe”, pero que muchas veces nos encamina a la inseguridad, la autoexplotación y la imposibilidad de desconectarnos.
No obstante, la serie, en el devenir de sus acontecimientos, nos plantea que aunque exista esta separación “perfecta” entre ambos mundos, nuestra relación con el trabajo es, en esencia, conflictiva, porque gran parte de lo que nos constituye como humanos se juega en ese espacio.
No por nada, Hannah Arendt afirma que la dimensión del trabajo forma parte esencial de la condición humana, puesto que permite trascender nuestras vidas individuales para dejar un legado material para el futuro.
Desde nuestra vereda de la hiperconexión y la progresiva precarización de las condiciones laborales, el trabajo tampoco se ha vuelto más disfrutable. Abundan los problemas de salud mental, los discursos implorando llegar al viernes, de lo corto que es el fin de semana y de lo largo que se hace el mes hasta que paguen.
Por eso, quizás el problema no es tanto escapar del trabajo, u olvidarnos de él, sino pensar si existe una alternativa que nos haga sentir que este puede ser un espacio de goce, de profunda conexión, sin dinámicas que fomenten la inestabilidad y la explotación.
“Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”, escribió Mark Fisher en uno de sus textos. Es una declaración provocadora que vuelve, de vez en cuando, a tocarnos la puerta. Un desafío intelectual quizás sin salida, porque, tal vez, no se trate de imaginar o interpretar el mundo del trabajo, sino de transformarlo.