Dime por quién votas y te diré quién eres
Elegir a nuestros presidentes, parlamentarios o alcaldes es un acto moral también. Porque le entregamos a alguien un poder y, a menos que seamos unos desalmados, no le damos poder a los perversos. Deberíamos preferir a gente bondadosa.
El poder normalmente lo buscan los más ambiciosos, ególatras y corruptibles de entre nosotros. Por eso, cuando votamos, debemos ser especialmente cuidadosos y estudiar a nuestros candidatos: ver su historia, sus palabras, sus aciertos y sus mentiras.
Por lo mismo, me asombra que alguien como Trump sea elegido. El tipo de sujeto que se enfurece si le piden misericordia o compasión, una mala idea que ejecutó la obispa episcopal de Washington, Mariann Edgar Budde.
Me asombra también el lenguaje de Milei en uno de sus mensajes en X: “No solo no les tenemos miedo, sino que los vamos a ir a buscar hasta el último rincón del planeta en defensa de la libertad. Zurdos hijos de puta, tiemblen. La libertad avanza. Viva la libertad, carajo”.
Yo no les daría poder a hombres como esos. Ahora, si fuese el caso, ¿usted votaría por un nazi? Imagino que no. Pero, ¿y por el hijo de un nazi?, ¿deben los hijos pagar por los pecados de sus padres?
Derek Niemann es un escritor británico, que escribía sobre la naturaleza y temas ausentes de grandes controversias. En un viaje a Berlín, buscó su antigua casa familiar, usando el nombre de su abuelo. Encontró por internet la dirección, a nombre de “S.S. Hauptsturmführer Karl Niemann”. Fue un shock completo.
De esa experiencia surgió su libro “Un nazi en la familia” (ver aquí). El repudio de Niemann hacia su abuelo y hacia el régimen nazi es absoluto, sin condiciones ni matices. Yo podría votar por Derek.
La película “Zona de interés“ nos muestra la esquizofrénica vida de Rudolph Höss, el comandante a cargo del campo de concentración de Auschwitz. Colindante con ese lugar donde se torturaba, se mataba de hambre y se asesinaba a niños, mujeres y hombres en cámaras de gas para luego cremarlos, la familia Höss vivía en una casa con jardín, en un ambiente distendido.
En el documental “A la sombra del comandante” es desgarrador. Vemos cómo Jürgen y su hijo, Kai, enfrentan el hecho de que su padre y abuelo, respectivamente, haya sido un asesino de masas. Es especialmente impresionante la visita de Jürgen a una sobreviviente de Auschwitz. Como Derek, Jürgen manifiesta un rechazo al régimen nazi y a lo hecho por su padre sin matices. Podría votar por ese hijo que se avergüenza de su padre.
Del mismo modo, Evelyn Matthei no debería ser acusada por el pasado de su padre, Fernando Matthei Aubel, integrante de una junta militar sanguinaria. Pero ¿ella ha actuado frente a ese pasado como Derek o Jürgen?
En una entrevista de julio de 2018, ella explicó que fue a Londres durante la detención de Pinochet no para defenderlo a él, sino a nuestra soberanía puesta en entredicho por ingleses y españoles, quienes tenían, nos decía, su propio tejado de vidrio en materia de derechos humanos (ver aquí). La verdad, en los registros de la época, ella parece mucho más preocupada por Pinochet que por nuestra independencia judicial o nuestra soberanía.
Y sobre las violaciones a los derechos humanos, nos recuerda que se violaban en todo el mundo. No sé para qué lo dice, pero a mí me suena a relativización, como advirtiéndonos “Oiga, pero si en esa época todos lo hacían”.
Más todavía, nos dice que los seres humanos somos una mezcla de luces y sombras… ¿De verdad hay lados luminosos en Pinochet, Hitler, Stalin, Pol Pot y otros de ese cuño? Evelyn ve luces en Augusto.
En la misma entrevista de julio de 2018, Evelyn señala que conversaban sobre la situación de los derechos humanos en la casa, que no era un misterio y que todo el mundo sabía lo que ocurría. ¿Debo agregar algo?
Y su padre, Fernando, en un canal de televisión, en una entrevista citada por Radio Nederland, en julio de 2012, dijo: “Me siento avergonzado que nosotros siendo gobierno militar y yo siendo parte importante del gobierno militar se hayan violado derechos humanos. No puedo decir que no sabía, por supuesto que sí sabía, pero tampoco tenía la capacidad de arreglar eso” (ver aquí). Lo mínimo habría sido renunciar, creo yo. Uno no pertenece a grupos donde se asesina, tortura o desaparece gente, me parece a mí. La vergüenza no llegó a tanto, por lo que vemos.
Y volviendo a Evelyn, cuando le tocó votar en 1989, votó por el “Sí”, es decir, por darle otros 8 años más de poder a un sujeto sanguinario, brutal y que, sin duda, habría seguido violando derechos humanos durante esos años.
Votó por un perverso superlativo, sabiendo perfectamente lo que era, lo que hacía y lo que probablemente haría. No se trata, pues, de lo que hizo su padre, se trata de lo que hizo y hace ella frente a lo que hizo su padre.
No. Evelyn no es como Jürgen o Derek. Ella no se ha arrepentido de su desidia e indolencia, no cuestiona a un padre que formó parte de una organización criminal que usaba los recursos del Estado para desplegar su brutalidad incluso en contra de niños. Sí, lea bien, porque siempre es bueno retenerlo: ¡contra niños! Ella no ha pedido ni pedirá perdón. Nada de esto la avergüenza. Esa es la verdad, aunque duela. Sus palabras son unas, pero su historia es otra.
Yo no podría votar para presidenta por alguien así. E incluso podría decir, aunque resulte molesto: "dime por quién votas y te diré quién eres". Así que entonces, antes de votar, piensa bien en quién eres, o quieres ser, realmente.