El Sistema de Admisión Escolar (SAE) cambió la vida de mi hija
Cuando mi hija comenzó a decir que no quería ir a su colegio supe que algo estaba mal. Su experiencia escolar, que antes era emocionante, se volvió frustrante y solitaria. Las respuestas a sus necesidades emocionales y conductuales eran tardías e ineficaces. La pandemia sólo agravó este escenario, así es que decidimos cambiar de escuela.
Exploramos opciones, pero pronto descubrimos que muchos colegios particulares pagados compartían los mismos problemas previos. En cambio, los establecimientos públicos ofrecían Programas de Integración Escolar (PIE), con equipos dedicados a acompañar a estudiantes con necesidades educativas especiales o con discapacidad. Fue entonces cuando el SAE se convirtió en nuestro mejor aliado.
En la primera postulación no conseguimos el colegio que deseábamos, pero el sistema nos permitió intentarlo nuevamente. Afortunadamente, mi hija quedó aceptada en el Liceo 1, un lugar que ya conocía gracias a su participación en el grupo scout.
Desde el momento de matricularse nos encontramos con un cambio radical. Las profesionales del PIE respondieron con prontitud, acompañando a mi hija en cada paso del proceso educativo y emocional.
Por primera vez mi hija tuvo acceso a apoyos efectivos dentro y fuera del aula. Sus evaluaciones fueron adaptadas a sus necesidades, y aprendió a reconocer a quién acudir en momentos difíciles.
La aplicación del SAE ha asegurado el acceso igualitario para los estudiantes con discapacidad. Esto ha generado un fenómeno de movilidad entre la educación especial y la educación regular, facilitando la inclusión.
Muchos estudiantes que antes asistían a escuelas especiales o escuelas hospitalarias ahora se integran a establecimientos regulares con PIE, demostrando que la inclusión no solo es posible, sino que está ocurriendo gracias a los ajustes que ha tenido el sistema en los últimos 12 años.
Ahora, aquellos estudiantes que antes permanecían recluidos en sus hogares debido a discapacidades múltiples o necesidades de apoyo más intensas, puedan asistir a escuelas especiales gracias a la aplicación del SAE sumado a la existencia del PIE, en la educación regular. Este proceso no solo mejora su acceso a la educación, sino que impacta positivamente en la calidad de vida de sus familias y en especial de las principales cuidadoras: las madres.
Hoy, después de un año en este colegio, mi hija dice con orgullo que ha tenido un “muy buen año”. Volví a ver a la niña alegre y curiosa que había perdido. El SAE no sólo nos dio acceso a un colegio, sino a una comunidad educativa que entiende y actúa, incrementando el autoestima escolar de mi hija.
El SAE, al priorizar criterios de equidad, es una herramienta clave para familias como la nuestra. Es una apuesta por la inclusión y el derecho a una educación que realmente transforma vidas y ofrece oportunidades para todos, sin discriminación.