Javier Milei: Cuando la ignorancia ciega la memoria histórica
Agencia Uno

Javier Milei: Cuando la ignorancia ciega la memoria histórica

Por: Alvaro Vogel Vallespir | 02.12.2024
Los vínculos con nuestro país vecino han tenido altos y bajos a lo largo del devenir histórico; en consecuencia, cualquier oportunidad de diálogo, de reafirmación de amistad y buen trato aporta de forma significativa; es por eso que la ignorancia de Milei socava siglos de esfuerzos amistosos y se perdió una coyuntura de lujo para reafirmar relaciones con Chile.

El 25 de noviembre pasado se conmemoraron cuarenta años del Tratado de Paz y Amistad entre Chile y nuestros vecinos allende los Andes. El conflicto del canal austral del Beagle, aunque tiene su origen en el siglo XIX, tuvo una escalada de magnitudes beligerantes cuando ambos países atravesaban sendas dictaduras en plena guerra fría del lustro anterior. Sin embargo, fue sometido a mediación papal, evitando una disputa innecesaria para la época.

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Cuatro décadas después, el presidente argentino le hizo un desaire al jefe máximo de la Iglesia Católica al no mandar representantes -ni menos- asistir de forma personal a tan sustancial conmemoración celebrada en el Vaticano. Vale decir que el Papa Francisco es connacional con Milei; lo que habría sido motivo de orgullo en una reunión inédita fue un desacierto diplomático con todas sus letras.

Al final, el comportamiento de Milei genera una actitud que raya en las características de un autócrata que por lo demás no solo está pasado de moda; la autocracia representa lo peor característica de algunas ideologías.

Tras el descubrimiento de América y los viajes de exploración al nuevo mundo, el Estrecho de Magallanes y sus tierras adyacentes han sido codiciados por los Estados, ya que genera un corredor bioceánico y una navegación estratégica hacia el territorio antártico; aunque en esos tiempos la geopolítica no existía como tal, la idea de posesión siempre fue atractiva para los que detentaban el poder.

No obstante, los vínculos con nuestro país vecino han tenido altos y bajos a lo largo del devenir histórico; en consecuencia, cualquier oportunidad de diálogo, de reafirmación de amistad y buen trato aporta de forma significativa; es por eso que la ignorancia de Milei socava siglos de esfuerzos amistosos y se perdió una coyuntura de lujo para reafirmar relaciones con Chile

Promediando la guerra del Pacífico en la segunda mitad del siglo XIX, Argentina pondrá sus ojos en la Patagonia, sabiendo que Chile no tenía mucho margen de negociación, ya que todos sus esfuerzos estaban concentrados en las batallas de la campaña del norte; al fin y al cabo, el oro blanco traerá dividendos enormes, si bien la mayor parte quedará en manos extranjeras. Fue conveniente a la postre.

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Por ende, las finalizaciones de las disputas del territorio sur con nuestros vecinos fueron dirimidas con tratados diplomáticos y amistosos, aunque no por eso fueron claros y precisos. Por ejemplo, el principio divisorio de las aguas aún tiene límites en disputa. El tratado de 1881 permitió delimitar la frontera. Empero, quedaron algunos territorios mal definidos en cuanto a soberanía. Estas tierras pasarán a ser las islas Pixtón, Lennox y Nueva, lo que conocemos como el estrecho del Beagle.

Estos islotes donde nadie quisiera vivir debido a que presentan más de doscientos días de lluvias al año con temperaturas realmente bajas son fundamentales, pues su ubicación puede permitir unir dos grandes océanos.

Por consiguiente, motivó controversias durante el siglo XX. En 1977, la escalada del conflicto de dos gobiernos dictatoriales fue sometida a arbitraje externo y asumida por la Reina Isabel II de Inglaterra. El resultado de tal estudio inglés no conformó a nuestros vecinos trasandinos, que por lo demás se verían enemistados con los ingleses en la malograda Guerra de las Malvinas.

Por lo tanto, estuvimos ad portas de hacer el ridículo en una guerra que era una realidad posible, pues ambos países movilizaron sus ejércitos y armadas a puestos de combate. En una última instancia, Argentina pide una mediación papal, que Chile acepta, en el Acta de Montevideo, que se materializó años más tarde en el Tratado de Paz y Amistad de 1984.

Todos los esfuerzos posteriores -hasta el lunes pasado- han sido una escalada de hermandad y cooperación mutua, generando año tras año acuerdos, gestos y posturas dignas de genuino trabajo, dando una imagen pacífica al mundo de que los problemas se pueden resolver de la mejor forma.

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Por eso, la postura de Milei de no reconocer dos siglos de esfuerzo descoloca las relaciones que seguro no se van a resentir por la actitud ególatra de un presidente ignorante y poco preparado. Esperemos que recapacite y no le haga un nuevo desaire a un connacional que por lo demás es el primer Pontífice Latinoamericano de la Historia. Quizás compartir una tarde de mate en el Vaticano no sería mala idea.