“No estamos solas”, un grito de resistencia colectiva
Agencia Uno

“No estamos solas”, un grito de resistencia colectiva

Por: Daniela Escobar y Karen Glavic | 30.11.2024
El feminismo en su esencia es solidaridad, y esa solidaridad se convierte en un faro de esperanza para todas aquellas que sufren en silencio, para todas aquellas que no tienen voz, para todas aquellas que son invisibilizadas por la sociedad.

Cada 25 de noviembre, como el recién pasado, nos recuerda una herida profunda en la conciencia colectiva de las mujeres. Pero es también un símbolo de resistencia, de memoria, de solidaridad y de lucha. Es el día de la eliminación de toda violencia contra las mujeres, y nos recuerda que no estamos solas.

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No estamos solas en la denuncia de las agresiones físicas, psicológicas, económicas o sexuales que sufrimos a diario. No estamos solas en la reivindicación de una sociedad que garantice nuestra libertad, nuestra dignidad y nuestros derechos. Estamos juntas, con todas y para todas.

Esta fecha no es solo un recordatorio de las tragedias que muchas mujeres han vivido y siguen viviendo, sino también una oportunidad para reflexionar sobre lo que hemos logrado y lo que aún nos queda por trabajar y sensibilizar. Porque la lucha contra la violencia hacia las mujeres no es solo una batalla contra los agresores individuales, sino contra un sistema patriarcal que legitima y perpetúa la violencia en sus distintas formas.

La violencia machista no entiende de clases, razas, ni de fronteras. Nos afecta a todas, en todos los rincones del mundo, y aunque algunas batallas se han ganado, la lucha nunca se acaba. No podemos conformarnos con avances parciales ni con el silencio cómplice que, en ocasiones, permite que se sigan silenciando las voces de las mujeres que han sido víctimas.

Cada historia de violencia que escuchamos, cada feminicidio, cada agresión que permanece en la sombra, nos recuerda que la transformación social y cultural que necesitamos es aún insuficiente.

Es vital entender que este día no debe reducirse a un momento de solidaridad pasajera, la violencia de género es un fenómeno estructural. La concientización es el primer paso, pero es necesario que esa conciencia se traduzca en cambios reales: en en las leyes y su implementación, en la educación escolar, en los sistemas de justicia y, sobre todo, en la cultura.

Desde las políticas públicas, la acción de los gobiernos y la modificación de los comportamientos cotidianos, debemos erradicar las actitudes que permiten que la violencia florezca en la sociedad.

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Es cierto que, a lo largo de los años, hemos avanzado en la visibilización de la violencia de género. En Chile, hemos logrado leyes que nos protegen más y mejor, como hemos logrado con la aprobación de la Ley integral contra la violencia hacia las mujeres.

Hemos construido espacios de apoyo, hemos creado una red solidaria de mujeres y aliados que luchan por erradicar la violencia en todas sus formas, pero aún hay mucho por hacer. Las mujeres siguen siendo asesinadas, maltratadas, explotadas y despojadas de su autonomía por el hecho de ser mujeres.

La frase "no estamos solas" debe convertirse en un grito de resistencia colectiva, un recordatorio constante de que el feminismo no es solo una lucha individual, sino un movimiento global que aboga por la libertad y la justicia.

El feminismo en su esencia es solidaridad, y esa solidaridad se convierte en un faro de esperanza para todas aquellas que sufren en silencio, para todas aquellas que no tienen voz, para todas aquellas que son invisibilizadas por la sociedad.

Por eso, cada 25 de noviembre, cada marcha, cada protesta, cada denuncia es un acto de valentía. Porque, cuando nos unimos, hacemos visible lo invisible, damos fuerza a las que no pueden hablar y visibilizamos a las que han sido olvidadas. Y cuando decimos "la lucha nunca se acaba", no lo decimos desde el pesimismo, sino desde la certeza de que la resistencia de las mujeres ha sido y será siempre un motor de cambio.

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Este 25 de noviembre nos recuerda, una vez más, que el feminismo está vivo y que el cambio es posible, porque la lucha nunca se acaba. Nosotras seguimos, con fuerza, con voz, apoyando la denuncia, acompañando el dolor y la valentía de decir “no más”, y, sobre todo, avanzamos con la certeza de que juntas, no estamos solas.