Elección de Gobernadores: La gran ausencia de representación femenina
Las recientes elecciones para gobernadores regionales en nuestro país han evidenciado una dura realidad: la ausencia total de mujeres al frente de las 16 gobernaciones del país para el próximo período.
Este resultado representa no solo un retroceso en términos de igualdad de género, sino también un reflejo de las barreras estructurales, culturales y políticas que las mujeres enfrentan para acceder a los espacios de poder.
Aunque el sistema electoral contempla mecanismos como la paridad de entrada, diseñados para garantizar una igualdad en la inscripción de candidaturas, los datos muestran que esto no basta para alcanzar una representación efectiva.
De las 95 candidaturas validadas, solo el 24,21% correspondieron a mujeres. En cuatro regiones -Tarapacá, Atacama, Ñuble y Araucanía- ni siquiera hubo postulantes femeninas, un vacío que resulta alarmante.
En la segunda vuelta, donde competían cuatro mujeres en las regiones de Antofagasta, Valparaíso, Maule y Los Lagos, ninguna logró ser electa.
Este panorama electoral nos lleva a una reflexión urgente sobre los retos que enfrentamos como país respecto a la legitimidad de la representación y el papel de las mujeres en nuestra democracia.
Más que cuotas: La cultura política como desafío
El resultado pone en evidencia que la paridad no puede limitarse a la inscripción de candidaturas; debe ir acompañada de un cambio profundo en la cultura política.
Las mujeres enfrentamos barreras invisibles que dificultan nuestro acceso al poder, entre estas: la falta de respaldo partidario, un desigual acceso a financiamiento para campañas y los prejuicios de los votantes, quienes muchas veces desconfían de liderazgos femeninos o no los consideran aptos para cargos de alta responsabilidad.
La exclusión de las mujeres tiene consecuencias tangibles
Su ausencia en las instancias de toma de decisiones implica que temas fundamentales como la violencia de género, la brecha salarial, el cuidado no remunerado y la equidad en el acceso a servicios básicos queden relegados.
Además, la falta de lideresas perpetúa la percepción de que la política sigue siendo un espacio dominado por hombres, desincentivando a nuevas generaciones de mujeres a participar activamente en la esfera pública.
El impacto de la falta de representación
La diversidad en los espacios de poder no es solo una cuestión de justicia, sino también de eficacia. Numerosos estudios (ver Informe de McKinsey "Diversity Wins" ) demuestran que las mujeres en roles de liderazgo tienden a priorizar políticas inclusivas y a incorporar perspectivas diversas en la toma de decisiones. La ausencia de mujeres en las gobernaciones significa una visión limitada y menos representativa de las necesidades de la ciudadanía.
En las regiones, donde las brechas sociales y de género son aún más profundas, esta falta de representación femenina contribuye a perpetuar desigualdades estructurales, afectando a toda la población.
Hacia una verdadera igualdad
La solución no radica únicamente en ampliar las cuotas de género. Es necesario transformar las estructuras que sostienen estas desigualdades. Esto implica implementar políticas que apoyen efectivamente a las candidatas, como financiamiento equitativo para sus campañas, capacitaciones, mentorías y mecanismos de sanción para los partidos que no cumplan con estándares de equidad.
Simultáneamente, es esencial impulsar un cambio cultural desde las bases, eliminando los prejuicios y estereotipos asociados al liderazgo femenino. Este cambio debe gestarse no solo en los espacios políticos, sino también en las escuelas, los hogares y los medios de comunicación, que son fundamentales para construir una percepción igualitaria del poder.
Un llamado a la acción
La igualdad no llegará por sí sola; requiere voluntad política, acción sostenida y el compromiso de toda la sociedad. Los resultados de estas elecciones son un recordatorio de cuánto nos falta avanzar. La ausencia de mujeres gobernadoras no solo es un fracaso del sistema político, sino también una deuda que la sociedad tiene con más de la mitad de su población.
En un país donde las mujeres representamos más del 50% de la ciudadanía, no es aceptable que nuestras voces sigan marginadas de las esferas más altas de decisión. Es hora de corregir este desequilibrio y avanzar hacia un sistema político verdaderamente inclusivo, donde el género no sea una barrera para liderar y transformar el futuro de nuestras regiones.
La lucha por la igualdad debe ser constante y colectiva. Las mujeres no podemos seguir siendo observadoras de una democracia que aspira a ser representativa; debemos ocupar los espacios de poder que, por justicia y derecho, nos corresponden.