La medicina y el compromiso social desvanecido
Con mucha pena escuchamos en todos los medios como siguen creciendo las listas de espera en hospitales públicos y cómo los presupuestos de salud no alcanzan para cumplir con las expectativas sanitarias.
Sin duda, algo nos ha faltado hacer para sensibilizar a la comunidad completa y no sólo a las autoridades. Cada cifra, cada código en una lista, es una persona que vive y experimenta un modo propio de vivir, una biografía que se ha interrumpido por una dolencia que espera por ser atendida.
¿Nos preguntamos qué puede hacer la educación de profesionales en estas lides?, ¿Cómo preparar a los futuros profesionales para lidiar con estos asuntos y resolverlos de una vez? La medicina no puede elegir a quien cuidar, debe priorizar -por supuesto que sí- y como en todos los sitios, a las dolencias graves o que tienen alguna necesidad inminente. Eso no significa abandonar a nadie.
Si nos reconocemos parte de una comunidad, se está destinado a defender los derechos sociales. Se trata de un activismo que refleja el enfoque y la necesidad de los profesionales por abogar hacia una defensa de la sanidad pública, un llamado a la acción en términos de justicia social.
La educación y el conocimiento que reciben los estudiantes en las aulas de las escuelas de salud no debieran transformarlos en esclavos de un sistema productivo. Una educación sin reflexión sólo enseña lo útil y eso sirve para servir, sin pensar.
Mucho se ha discutido sobre el rol de la filosofía, artes y humanidades en general en la educación de los ciudadanos frente a las encrucijadas del presente, no obstante, siguen estando cada vez más olvidadas, dado su nulo aporte a los saberes productivos.
Las artes y humanidades deberían ocupar un rol central en la educación de profesionales sanitarios. Ellas facilitan la adquisición de habilidades relacionales y fomentan la empatía. Ayudan en la adopción de perspectivas, a interactuar con diferentes puntos de vista, permitiendo un desarrollo personal y si se hacen ejercicios específicos, podrían permitirnos cultivar una resonancia con las dificultades que experimentan los más desfavorecidos y desde esa perspectiva abogar por los cambios que otorgan algunos grados de justicia social en este ámbito.
Los saberes que proponemos son parte de nuestra historia, y lo hemos visualizado en la poesía, en la literatura en general y en el arte visual: desigualdad y desamparo que enfrentan los más vulnerables se nos viene a la mente en el legado de Santos Chavez o en la misma Violeta Parra.
De hecho, hace un tiempo participé en un ejercicio con estudiantes en el museo municipal que alberga nuestra ciudad, el Palacio Vergara. Se trata de un espacio público donde no se acostumbra a explorar estas ideas con estudiantes de medicina. Ellos allí, pueden reflexionar y cultivar habilidades que de otra forma no se conseguiría.
La utilización de espacios públicos con estos fines favorece la cohesión social, así como debiera hacerlo el trabajo en campos clínicos en los centros sanitarios públicos. En esos momentos una muestra dedicada a Gabriela Mistral me recordó la sensibilidad de la poetisa con la infancia y la vulnerabilidad:
Piececitos de niño,
Azulosos de frío,
¡Cómo os ven y no os cubren,Dios mío!
Luego de eso, entre risas de niños que salían del lugar junto a su profesora, recordé uno de los trabajos con medicina narrativa en pediatría de hace algunos años. Allí una estudiante luego de una experiencia con arte y humanidades destinada a reflexionar sobre las condiciones sociales que impactan la salud de los pacientes escribió:
“Te pido perdón, por esa ropa que te sobrepasa las manitos, ofrendada por rostros desconocidos. Porque nos miras con esos ojos, que en muy poco han visto tanto.
Porque me observa así, buscando quien te abrigue, quien te proteja con estas batas blancas.
Te pido perdón por la injusticia, por la violencia, por la tristeza.
Porque la vida será confusa en este campo de desigualdad.
Por estos recuerdos que se enredan.
Porque costará comprender el por qué..."
Parece una utopía seguir intentando cambiar las cosas, pero lo que está ocurriendo con el deterioro de lo público es una responsabilidad compartida. Desde la educación de profesionales en la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso, no vemos otra alternativa que seguir proponiendo reflexiones y entendemos que la defensa y promoción de la justicia social son un componente crítico de la identidad profesional, y está cobrando cada vez más importancia que los educadores también nos ocupemos de estos temas.