Cali: La COP de la gente
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Cali: La COP de la gente

Por: Cristóbal Díaz de Valdés | 19.11.2024
La cumbre visibilizó el potencial de América Latina para liderar las luchas climáticas y ambientales globales. Con su vasta riqueza natural y el compromiso de su gente, la región tiene todo lo necesario para ser un faro en la búsqueda de un desarrollo sostenible.

Cali fue más que un hito, fue leyenda y pasará a la historia por cambiar la forma de la participación ciudadana en una COP: más de un millón de personas asistieron activamente en la zona verde, destinada a la integración de la sociedad civil.

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Fue una cumbre a la que llegaron líderes y autoridades de más de 100 países. Un encuentro donde se sintió la preocupación por el futuro directamente conectado con el cuidado del medioambiente, la biodiversidad, el cambio climático y la transición energética.

De esto dependerá la vida en pocos años más. La COP16 será probablemente recordada por esta energía colectiva y la confirmación de que somos nosotros, las personas, las que debemos presionar para que de una vez por todas entendamos que sin protección, equidad, respeto e inclusión, la transición energética que es un hecho, nunca será justa.

La zona verde no fue solo un lugar de encuentro, sino que se convirtió en el corazón de este evento, recargado de realismo mágico, donde el río Cali fue el escenario perfecto para que las diversas culturas se entrelazaran en la discusión ambiental.

La música, el arte y las expresiones culturales se convirtieron en el lenguaje compartido que unió a gobiernos, pueblos originarios, comunidades y colectivos sociales en torno a un propósito común.

América Latina encontró su voz como nunca antes y Cali, la sucursal del cielo y la biodiversidad, pasará a la historia por ser la COP donde se incorporaron en forma efectiva a las comunidades afrodescendientes y pueblos originarios en un diálogo equitativo sobre la biodiversidad y la protección de los ecosistemas.

En esta línea, la COP16 logró importantes avances como saldar una deuda histórica de 26 años en el Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB). Este organismo permitirá fortalecer el trabajo en la definición de criterios, acciones y programas asociados a los conocimientos, innovaciones y prácticas relativas a la biodiversidad.

Además, se estableció el Fondo de Cali, que busca garantizar el reparto de beneficios por el uso de secuencias genéticas digitalizadas. Este acuerdo crea un nuevo precedente para el intercambio de beneficios en la conservación, asegurando que los recursos derivados del uso de datos genéticos favorezcan a las comunidades que los proporcionan.

La Alianza Potencia Energética Latinoamérica -que incluye organizaciones de Argentina, Colombia, Brasil y Chile- busca precisamente que la gente se organice y empodere en estas temáticas vitales, participe en forma colaborativa y exija el cumplimiento de sus derechos y salvaguardas en sus territorios. Las personas, detrás de una institución (y no al revés) dan forma y poder de acción a la Alianza, transformándose en los protagonistas de este cambio.

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Un ejemplo de ello es la carta dirigida a los negociadores y a la mesa directiva de la COP en la que más de 15.000 personas, incluidos pueblos originarios, científicos, jóvenes, comunidades y organizaciones de la sociedad civil, hicieron un llamado urgente a sus gobiernos a tomar acciones ante la situación crítica en la que se encuentra la biodiversidad en América Latina y el Caribe, manifestando a la vez un fuerte compromiso para trabajar en conjunto.

Este llamado incluyó detener la deforestación, frenar la dependencia de combustibles fósiles y avanzar como región hacia una transición energética basada en fuentes renovables, junto con la restauración ambiental, respetando los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales.

La cumbre visibilizó el potencial de América Latina para liderar las luchas climáticas y ambientales globales. Con su vasta riqueza natural y el compromiso de su gente, la región tiene todo lo necesario para ser un faro en la búsqueda de un desarrollo sostenible.

Esto, en el marco de un proceso colectivo donde las comunidades locales sean parte activa de la transición energética y trabajen directamente con organizaciones de base, gobiernos locales, y comunidades científicas, artísticas y educativas, movilizando esfuerzos para asegurar que esta transición sea justa, respetuosa y beneficiosa con las comunidades, el medio ambiente, los ecosistemas, las especies y las diversas economías de los países latinoamericanos.

El desarrollo de la COP16 se presenta como el momento propicio para liderar y fomentar una colaboración regional que impulse el avance de la transición verde a nivel local y regional. Debemos tener la visión de asegurar que los beneficios de este progreso se queden en la región, promoviendo economías a escala y locales, disminuyendo las desigualdades, salvaguardando a las comunidades y demostrando el valor de la cooperación internacional en un escenario de creciente incertidumbre geopolítica.

Una transición justa es viable protegiendo y promoviendo el uso sostenible de nuestra biodiversidad. Latinoamérica ya cuenta con 5 millones de kilómetros cuadrados de áreas protegidas en tierra y 10,7 millones de km² en áreas protegidas marinas.

Es decir, más del 21,4% del territorio latinoamericano está bajo alguna forma de protección destinada a su preservación, pero aún debemos ser mucho más ambiciosos y llegar a un 70% de protección global del territorio. El real futuro de este continente está en conservar, proteger y restaurar toda su naturaleza. Es nuestro seguro y nuestra identidad.

Es el momento de actuar juntos: compartir experiencias, conocimientos ancestrales, disponer las tecnologías al servicio de la naturaleza y dejar de sobreexplotar los territorios. Esto permitirá que la región se posicione en el contexto global.

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Solo a través de este enfoque colaborativo podremos avanzar hacia modelos de generación de energía más respetuosos con todas las formas de vida en el planeta, garantizando que la conservación esté intrínsecamente ligada al bienestar de quienes dependen de estos territorios.