Un diálogo pendiente entre la izquierda progresista y la iglesia evangélica
Históricamente la relación entre la izquierda progresista y la iglesia evangélica en Chile ha estado marcada por la desconexión y, en muchos casos, la deslegitimación. A pesar de que ambas partes comparten, en mi visión de cristiano evangélico, un objetivo fundamental común: la lucha por la justicia social, la igualdad y el bienestar de las comunidades más desfavorecidas.
El distanciamiento entre la izquierda progresista y la iglesia evangélica no es irreconciliable. De hecho, construir puentes entre la izquierda progresista y la iglesia evangélica podría representar una poderosa herramienta para lograr los objetivos de transformación social que ambas partes persiguen en los sectores más vulnerables.
¿Cuáles son las causas de la desconexión entre la izquierda progresista y las iglesias evangélicas en Chile?
La desconexión entre la izquierda progresista y las iglesias evangélicas en Chile puede entenderse a partir de varios factores históricos, culturales y políticos. Uno de los factores clave es que la izquierda progresista ha tendido a no reconocer el trabajo que cumplen las iglesias evangélicas en sectores populares, donde existe extrema vulnerabilidad, mostrando en algunos casos una actitud de indiferencia hacia los creyentes evangélicos y apercibiéndole como una población "ignorante".
No obstante, las congregaciones evangélicas en estos sectores han desempeñado un rol importante en sus comunidades, organizando ollas comunes, actividades recreativas para jóvenes (alejándose de la narco-cultura), levantando casas de acogida informales para personas con problemas de consumo, y apoyando a familias en situación de calle, entre otras labores.
Han sido precisamente sectores conservadores que han observado esta realidad y han instrumentalizado el pueblo evangelico, tal es el caso del Partido Social Cristiano. Este contexto ha permitido que sectores de derecha se apropien de un grupo al cual realmente no representan ni siempre están vinculados directamente, pero que han sabido instrumentalizar.
Mientras tanto, la pobreza impacta fuertemente a la comunidad evangélica, limitando las oportunidades de acceder a estudios superiores. Al igual que muchas personas en sectores marginados, una gran parte de esta comunidad sufre la falta de oportunidades para formarse profesionalmente y que es donde precisamente la izquierda progresista ha fijado su relato.
Si bien algunas iglesias han hecho de la religión un negocio, sin embargo hay otras que han proliferado en beneficio de sus comunidades y se encuentran ubicadas en sectores afectados fuertemente por desigualdades socioeconómicas.
Los pastores, surgidos de estas mismas comunidades, en su mayoría carecen de formación formal y enfrentan las mismas desigualdades que sus vecinos. No obstante, se levantan para afrontar las injusticias del sistema, ofreciendo ayuda y un trabajo comprometido con la acción social.
En el Chile actual, una gran parte de la población siente que la política no la representa y percibe una desconexión con las problemáticas sociales que afectan profundamente a los sectores más vulnerables.
Para que la izquierda progresista pueda conectar con la iglesia evangélica, es esencial abrir un espacio de diálogo genuino, basado en el respeto mutuo y en la comprensión de las preocupaciones y aspiraciones de cada parte. Este diálogo debe comenzar con el reconocimiento de que, aunque existen diferencias ideológicas y doctrinales, los objetivos finales son en su mayoría los mismos: construir un mundo más justo, inclusivo y equitativo.