El teletrabajo femenino: Una carga invisible en la era digital
En los últimos años el teletrabajo se ha convertido en una realidad para muchas mujeres, especialmente madres. Sin embargo, esta modalidad laboral, lejos de ser la panacea de la conciliación trabajo-familia, ha develado y en muchos casos exacerbado las desigualdades de género preexistentes. Es hora de mirar más allá de la aparente comodidad del hogar y abordar las complejidades que enfrentan las mujeres en este contexto.
El teletrabajo, para muchas madres, no significa simplemente trasladar la oficina al hogar. Implica la fusión de dos mundos que demandan atención constante y simultánea. Mientras se atiende una videoconferencia, se supervisa la tarea escolar; mientras se redacta un informe, se prepara el almuerzo familiar. Esto puede impactar tanto su bienestar laboral como la calidad del cuidado que brindan, revelando la falta de equidad en la distribución de tareas y el acceso a derechos plenos en ambos ámbitos.
En este sentido, uno de los mayores desafíos del teletrabajo femenino es la invisibilización del trabajo doméstico y de cuidados. Al estar en casa, se asume erróneamente que las mujeres "tienen más tiempo" para estas tareas, ignorando que su jornada laboral remunerada sigue siendo de tiempo completo. Esta percepción no solo viene del entorno familiar, sino que a menudo se extiende al ámbito laboral, donde se puede subestimar la carga real que enfrentan las trabajadoras remotas.
Asimismo, el teletrabajo puede convertirse en una trampa silenciosa para el desarrollo profesional de muchas de nosotras. La menor visibilidad en la oficina puede traducirse en menos oportunidades de networking, menor reconocimiento del trabajo realizado y, consecuentemente, menos posibilidades de ascenso. Además, la sobrecarga de responsabilidades puede llevar a muchas mujeres a optar por trabajos de menor jerarquía o a tiempo parcial, perpetuando así la brecha salarial de género.
Por otra parte, pese a que nuestra ley reconoce el derecho a la desconexión digital, su aplicación en el contexto del teletrabajo femenino es particularmente desafiante. ¿Cómo "desconectarse" cuando el espacio de trabajo es el mismo que el del hogar? Esta dificultad para establecer límites claros entre lo laboral y lo personal puede llevar a jornadas extendidas de facto, afectando la salud mental y física de las trabajadoras.
Si bien existen normativas como la Ley de 40 horas y la Ley N° 21.645 sobre conciliación laboral, estas no abordan de manera integral las necesidades específicas de las mujeres que teletrabajan. Hace falta un enfoque que considere no sólo la flexibilidad horaria, sino también el apoyo en cuidado infantil, la promoción de la corresponsabilidad en el hogar y programas de salud mental enfocados en esta población.
El teletrabajo tiene el potencial de ser una herramienta para la inclusión laboral femenina, pero solo si se aborda desde una perspectiva de género que reconozca y valore el trabajo no remunerado. Es imperativo que las políticas públicas, las prácticas empresariales y la sociedad en su conjunto evolucionen para crear un entorno de teletrabajo que no solo sea productivo, sino también equitativo y sostenible para las mujeres.
Como sociedad, debemos cuestionar los estereotipos de género que subyacen a la distribución desigual del trabajo doméstico y de cuidados. Solo así podremos avanzar hacia un modelo de teletrabajo que realmente empodere a las mujeres, en lugar de añadir una capa más de responsabilidades a sus ya sobrecargadas agendas.