El silencio de los agoreros de la academia blinda a Marcela Cubillos
“…tiene que ser el baluarte del conocimiento
inspirado en la verdad y en la libertad
y regulado por la discusión crítica y si,
a pretexto de cumplir otras misiones
que se proclamen exigencias de la época,
la universidad traiciona ésta, se destruye a sí misma”
(Jorge Millas)
El filósofo chileno Jorge Millas ha sido criticado por esa frase de la universidad debería ser una torre de marfil, considerando el contexto de la reforma universitaria de la década de los sesenta. Desde ciertos puntos de vista, parecía desafortunada por su terror a la sociedad de masas.
Hoy esta frase polémica puede tomar vigencia dado uno de los principales escándalos frente a la opinión pública por el enriquecimiento ilícito de un grupo político que desde las redes del poder encontró ventajas personales en un sistema de educación entendido como un capital económico para el lucro.
El caso sobre el injustificado sobresueldo de Marcela Cubillos es grave, queda al descubierto no sólo la crisis de la universidad chilena sino que también el problema de la corrupción transversal que ha realizado una clase de operadores políticos que usufructúan del modelo neoliberal instalado en la dictadura y custodiado por los gobiernos democráticos que vinieron después.
En relación a la crisis de la universidad hay elementos que se relacionan a la excesiva tecnocracia junto a los criterios de gestión más propias de instituciones comerciales, las quiebras o desfalcos de instituciones de educación superior, los despidos de plantas académicas completas en varias casas de estudios, el sistema de concursos de los financiamientos de investigación, la liviandad del trabajo crítico, su compromiso social y cultural con las clases populares.
Por otra parte, en relación a la corrupción están los sobresueldos a la gestión lobbista de operadoradores políticos como la mencionada militante de la derecha chilena, junto a otros personajes como Andrés Chadwick, o algunas autoridades de turno del sistema de acreditación que después sospechosamente ocuparon altos cargos en las mismas universidades privadas que acreditaron, etc.
La crisis y la corrupción de la universidad es grave, de ahí que las casas de estudios hoy apenas cumplan un rol formativo profesional, sin un impacto cultural importante que les permita ser valoradas social y culturalmente.
El tema de la universidad, por ajeno o distante que nos parezca, es un tema relevante para las sociedades y por esta razón tiene que ejercerse una importante discusión que incluya el debate político. No es poco dinero el que el Estado aporta a estas instituciones, que al menos en el sistema público han ido asumiendo ciertos criterios de transparencia afectos por ley. Por ello, es necesario ampliar el régimen de política pública a todas esas instituciones que reciben aporte directo o indirecto del Estado.
Ahora, curioso es que ciertos agoreros vinculados a la academia, hasta el momento, mantengan silencio. Por ejemplo, el amarillo Cristián Warnken que es director del Centro País Humanista de la Universidad San Sebastián, sobre todo a la luz del testimonio reciente de Teresa Marinovic sobre las ofertas que hizo la cuestionada universidad ofreciendo contratos para trabajar promoviendo la campaña del rechazo. El mencionado no ha soltado la pluma -aún- cuestionando estos hechos.
Curiosamente también ambos, Cubillos y Warnken, fueron rostros que tomaron una acción bastante comprometida con el "rechazo" a la posibilidad de una nueva constitución. Otros que están sumergidos en el silencio son Carlos Peña, opinólogo que ya ha sido acusado de proteger a Marcela Cubillos en un informe de acusación constitucional cuando ésta ejercía el cargo de ministra del gobierno de Sebastián Piñera. El mismo silencio ha mantenido Hugo Herrera, personaje del ágora también vinculado a la Universidad Diego Portales (UDP).
Dice un dicho popular que el silencio otorga. De ahí que en estos días varias plumas se han quedado sin tinta, así al no manifestar en sus columnas una oposición a lo sucedido, para algunos podrían quedar como cómplices. Pero claramente tampoco tienen “buenas” razones para defender a la cuestionada “académica” militante de la derecha y defensora del sistema de educación del lucro.
En definitiva, parece que las “conciencias del republicanismo” están de siesta, o aún no terminan de darse cuenta de que estamos frente a un delito que daña la imagen de la universidad chilena.
Tanto silencio es sospechoso, la neutralidad del gobierno también es sospechosa, cuestión que ya no sorprende, sin embargo, haciendo un poquito de memoria vale la pena recordar que varios protagonistas del gobierno se hicieron conocidos popularmente hace años atrás en esas marchas de estudiantes que cuestionaron con fuerza el lucro de la educación. El silencio puede ser un acto comprometedor que no es parte de la neutralidad.
El discurso público es un deber en ocasiones como estas, en que la democracia se ve cada vez más lejana del bien común que pertenece a las sociedades. Señores del silencio oportunista, ¿tomarán la posibilidad de lanzar la piedra sin esconder las manos ni el semblante, o será que sólo les interesa el espacio público para blindar los intereses que representan?