Hipocresía y oportunismo en el análisis del
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Hipocresía y oportunismo en el análisis del "déficit de profesores"

Por: Fabián Inostroza | 27.09.2024
La realidad actual es desalentadora. Educadores se han quitado la vida por agobio laboral, otros viven la violencia que rodea a las comunidades educativas, y otros -con dos o más trabajos- sobreviven al límite.

¿A ud. le gustaría ser profesor/a en el Chile del 2025 o en el 2030? Estoy seguro de que la respuesta de muchos jóvenes, y adultos, de manera categórica sería un NO rotundo.

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Ante esta respuesta no es necesario hacer un metaanálisis o culpar a la falta de motivación de las generaciones actuales, sino que sólo basta con aplicar la "navaja de Ockham": ejercer la docencia en Chile no es atractivo, no es económicamente viable (el retorno a futuro es muy bajo) y en términos de salud mental y física, no es recomendable.

A pesar de los argumentos esgrimidos con anterioridad, existe un aparatoso e insistente llamado de expertos y expertas de distintas tendencias políticas, de múltiples universidades y de Fundaciones, que ven amenazadas sus finanzas por la falta de ingresos en pedagogía y, por tanto, están publicando columnas de manera desesperada, en las que con el angelicalismo propio de la formación de educadores/as, buscan atraer nuevos talentos a las carreras de educación.

Por ello, están también “rasgando vestiduras" porque al parecer nuestros jóvenes en la actualidad son más conscientes de que "Elegir ser Profesor" es costoso y complejo en este país y que, por tanto, no conviene. Sobretodo considerando el costo de oportunidad de estudiar otra carrera de 5 años, con un mayor ingreso promedio, mejor calidad de vida y reconocimiento social.

En este sentido, no hay que ser "hipócrita": ¿Cuántos docentes hoy se encuentran con burnout, con problemas de salud crónica, con dificultades para pagar sus hipotecas o con serios problemas para "parar la olla" una vez jubilados?

La realidad de este año ha sido desalentadora. Educadores que se han quitado la vida por agobio laboral, otros que viven la violencia que rodea a las comunidades educativas todos los días, otros con dos o más trabajos y que sobreviven al límite, y una constante a través del tiempo: estar trabajando hasta altas horas de las noches, planificando, elaborando material pedagógico y muchas veces preparando evaluaciones docentes que no miden precisamente "calidad" o profesionalismo.

Es entonces, evidente que todas las Fundaciones y expertos/as que han trabajado mucho tiempo en la comodidad de una oficina o que hicieron alguna vez "voluntariado" realizando clases 1 o 2 años en el aula de colegios de sectores “vulnerables”; no conocen estas realidades y no las han vivido en carne propia y apelan a la falta de “motivación” o peor, a la pérdida de la “vocación”, siendo que con la vocación no se puede optar a un crédito hipotecario, sostener a una familia o pagar las cuentas a fin de mes.

Por otro lado, el oportunismo de estas instituciones que motivan y ahora vociferan la falta de docentes en el futuro: ¿Acaso no entienden las leyes básicas del mercado? Al aumentar la demanda de profesores/as por escasez de oferta es posible y probable, que suban los sueldos de los educadores/as.

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Y ojalá sea así. Pero la realidad muestra todo lo contrario: con la misma dotación de profesores/as les aumentarán la carga de trabajo. A pesar de que la carrera profesional docente mejoró, en parte, las remuneraciones de los educadores, esta misma política no se ha hecho cargo de mejorar también otras dimensiones de la docencia.

Por último, es muy simple realizar un análisis lineal en torno a la "preocupación" por la escasez de profesores en el futuro. La pregunta de fondo es: ¿Están sinceramente preocupados por la educación de niños y jóvenes de nuestra patria, o les preocupa no seguir percibiendo importantes ingresos económicos producto de la formación de docentes?

Espero que de verdad sean conscientes de la multidimensionalidad y complejidad del problema, ya que este es muy profundo, y hasta ahora no aumentado significativamente la inversión del PIB público en Educación, la profesión docente sigue siendo mal pagada (en todos los sentidos), y no se seleccionan a los mejores jóvenes para ejercer en el futuro.

De hecho en muchos planteles de educación superior (de dudosa acreditación), han abierto decenas de programas de continuidad y prosecución de estudios (nocturnos), en los que se puede obtener el título de educador o profesor en 2 años y de manera online, profesionales que estarán en igualdad de condiciones en el mercado laboral respecto de quienes hicieron la carrera en 5 años de manera diurna y en universidades con prestigio históricamente demostrado con 6 o 7 años de acreditación.

¿Por qué siguen insistiendo con este mantra del "déficit de profesores" si es que no han mejorado las condiciones materiales, el prestigio, los mecanismos de ingreso y egreso de los futuros docentes? 

Claro, es simple vociferar desde la comodidad de un escritorio, usando un par de artículos "trasnochados" y de dudosa rigurosidad científica y metodológica, para validar que la escasez de docentes va a generar un "gran problema", pero, alguna vez, ¿Se han puesto en el lugar de los docentes que ejercen en la actualidad?

¿Estos expertos/as cuentan con 10 o más años de experiencia en aulas mal gestionadas por las Corporaciones, DAEM o por medio de sostenedores de colegios particulares subvencionados que cada vez que tienen la oportunidad disminuyen los costos de operación desvinculando discrecionalmente a educadores/as por “necesidades de la empresa”?

Espero que por el bien de todos, de una vez por todas, nos preocupemos del bienestar y de la vida diaria de nuestros profesores y profesoras, y que seamos realistas al informar a nuestros futuros maestros y maestras sobre la realidad material y social con la que se enfrentarán cuando ejerzan, que espero de todo corazón, sea mucho mejor que la actual.

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En consecuencia, también tengo la esperanza, que los que están escandalizados y desesperados por la escasez de docentes, les ofrezcan en el futuro, las mejores condiciones de ejercicio, una calidad de vida adecuada, sueldos acordes a un mercado que está cada vez más demandante y un respeto hacia su labor, la que debe ser ejemplar y transversal a toda la sociedad y no solo una declaración de "buenas intenciones" o un “saludo a la bandera” como lo es en la actualidad.