Milei: Hambre y represión
Tras siete meses, regresé a Buenos Aires. La hermosa ciudad no solo luce más sombría por un cielo nublado y lluvioso, propio del fin estacional del invierno, sino que también por las políticas de hambre y represión del gobierno de Javier Milei, las cuales afectan profundamente al pueblo argentino, especialmente a los más perjudicados de siempre: los sectores medios y los más vulnerables.
Los datos económicos evidencian con creces las afirmaciones realizadas. Con respecto a las políticas de acceso a los bienes alimentarios, según señala la consultora Scentia, en agosto pasado el consumo bajó un 17,2%, el peor registro en 10 años, que se desagrega en una fuerte caída de un 17,9% en supermercados y un 16,5% en autoservicios pequeños, medianos y de gran tamaño.
Al observar los precios de los productos en los supermercados de un barrio acomodado como Palermo, llama la atención la cantidad de bienes arrimados que quedan alrededor de las cajas. El encargado del local me explicó que esos productos son los que clientes dejan cuando se dan cuenta de que no tienen suficiente dinero para pagarlos. Esto muestra la estrepitosa caída del poder adquisitivo de los argentinos.
Es evidente que los bienes de consumo no esenciales son los más afectados con las caídas del consumo. Las bebidas alcohólicas cayeron un 24,3%, los productos de higiene y cosméticos un 20,1% y los de limpieza del hogar un 15,9%.
Por otro lado, el gobierno se jacta de que al día de hoy ha despedido cerca de 31 mil funcionarios públicos, de los 70 mil proyectados en marzo. El gobierno justifica estas exoneraciones argumentando que dichos funcionarios estaban allí por favoritismos políticos, y aunque eso pueda ocurrir en algunos casos, ya que lamentablemente es una práctica común de los gobiernos latinoamericanos, al final sabemos que esos despidos obedecen a cuestiones de orden ideológico, que forman parte de la doctrina del shock neoliberal que busca minimizar las estructuras de lo que ellos denominan como “el criminal Estado” (asunto que comenté in extenso en dos columnas publicadas en este mismo medio en el mes de enero de este año).
Afanado Milei por la búsqueda del anhelado “déficit cero”, otro de los sectores medios fuertemente desfavorecidos por las medidas neoliberales han sido los profesores de las universidades públicas. Ellos se encuentran en “estado de alerta” ante la falta de recursos financieros que les permitan a alrededor del 50% de la planta docente, especialmente aquellos de los tramos iniciales del escalafón, siquiera superar la denominada “línea de pobreza” del país.
El aumento en el transporte público ha sido significativo. Desde que asumió Milei en diciembre del año pasado, en el Gran Buenos Aires el pasaje ha aumentado desde $52,96 a $371,13 pesos, es decir, un grosero aumento del ¡600%! Y si la tarjeta sube, nuestra tarjeta bip, no está registrada, pagas $776,37 por un pasaje en el transporte público.
Todo lo anterior ha llevado a que hoy en día muchas personas deban proceder a “saltarse los torniquetes” de las líneas del metro y trenes para poder llegar a sus fuentes de trabajo.
Pero el caso más dramático es el de los jubilados. Solo en el primer semestre de este año han disminuido su poder de compra en un dramático 30,1%.
A su vez, la justa alza de las pensiones aprobada por el Congreso fue vetada por Milei, dejando a millones de jubilados con lo mínimo para sobrevivir y donde dos hechos puntuales evidencian la forma en que este deshonroso gobierno trata no solo a sus adultos mayores, sino que también a sus niños.
Primero, cientos de jubilados protestaron por varios días en las calles ante el acto de vetar el aumento jubilatorio por parte de Milei, especialmente ante la insistencia legislativa que podría realizar el mismo Congreso, y que lamentablemente la derecha argentina, en sus múltiples formas, junto a algunos radicales que se alinean con ellos, lograron frenar como “insistencia de ley”.
Ahora bien, en una de esas manifestaciones, una niña de 10 años, que se encontraba protegiendo a su madre afectada por los gases, fue a su vez gaseada con “pimienta” directamente en su rostro por un agente policial. La ministra de Seguridad de Milei, Patricia Bullrich, junto a la tropa de bots que posee el gobierno en las redes sociales, especialmente en X, culpabilizaron, inclusive utilizando imágenes falsas, a los propios manifestantes de haber gaseado a la infante, pero las múltiples cámaras presentes en el lugar demostraron que eso no fue así.
Segundo, tras el veto presidencial a los jubilados, Milei invitó a los congresistas que apoyan sus inmorales políticas públicas ¡A un asado a la residencia presidencial en la Quinta de Olivos! Ese descarado y provocador acto no solo generó una espontánea protesta en las afueras del lugar, sino que también una ola de críticas sociales, inclusive entre ciudadanos que lo apoyan -o quizás a estas alturas, lo apoyaban- políticamente.
Lo anterior ya se evidencia en las encuestas. Por ejemplo, la última de Zuban Córdoba y Asociados señala una fuerte caída en el apoyo a la gestión neoliberal del gobierno de Milei. Un 57% desaprueba su gestión, mientras que un 69% cree que el costo social no lo ha pagado la “casta” sino que la gente “común y corriente. Y finalmente, un 70% cree que Milei gobierna para favorecer solo a los más ricos del país.
Da tristeza y rabia vivenciar in situ gran parte de los hechos aquí relatados. La nula autocrítica del gobierno, especialmente ante la falta de empatía social con los millones de argentinos que están sufriendo hoy en día ante las desmedidas políticas neoliberales aplicadas por él, merece mi repudio como intelectual y ciudadano. Pero yo soy extranjero, y deberá ser el mismo pueblo argentino quien diga hasta donde permitirá asumir los costos sociales de las políticas de “déficit cero” que propone Milei.
Solo basta recordar un hecho histórico. A finales del mes de julio del año 2001, el gobierno de Fernando de la Rúa logró aprobar en el Congreso la denominada “Ley de Déficit Cero”. Casi cinco meses después de aprobada dicha ley y tras un fuerte estallido social, el mismo De la Rúa se vio forzado a abandonar para siempre la presidencia, huyendo simbólicamente en un helicóptero desde el palacio de gobierno de Casa Rosada. Alea iacta est (la suerte está echada).