Repensar el papel y el concepto del dinero a la luz de la sostenibilidad
Agencia Uno

Repensar el papel y el concepto del dinero a la luz de la sostenibilidad

Por: Félix Fuders | 15.09.2024
El interés hace crecer los depósitos y, como no hay interés sin deuda, también la deuda total de una economía crece síncronamente. Esto es un hecho del cual nada y nadie puede escapar, como solía expresar el premio Nobel Frederick Soddy.

Dos grandes temas nos preocupan en Chile, así como en el mundo: la insostenibilidad y la desigualdad. Y en esa línea los objetivos de sostenibilidad de la ONU (ODS) se pueden dividir entre aquellos que tienen que ver con la insostenibilidad en stricto sensu y aquellos que tienen que ver con la desigualdad. Ambos problemas pueden entenderse como un síntoma de muestro sistema monetario.

La buena noticia es que hay una solución.

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El dinero cumple una función esencial en la economía, es un medio para facilitar el intercambio de bienes y servicios. Metafóricamente dicho, el dinero es como la “sangre” de la economía. La sangre debe circular, de lo contrario el cuerpo se enfermará. Al igual que la circulación de la sangre en el cuerpo, la economía se enferma si el dinero no circula bien.

¿Por qué hago esta comparación del dinero con la sangre? Porque a diferencia con los bienes reales, el dinero es fácil de almacenar y, por tanto, no circula fácilmente en la economía. Con la mayoría de los bienes reales el atesoramiento sólo sería posible de forma muy restrictiva, ya que los bienes reales perecerán.

Pero nuestro dinero, tal como está diseñado hoy, permite atesorar excedentes de manera sencilla. El diseño antinatural de nuestro dinero hace posible la acumulación de los valores producidos, lo que genera un fuerte incentivo de producir más de lo que realmente se necesitamos.

Pero el diseño de nuestro dinero no solo da un poderoso incentivo para producir más de lo que realmente se necesita; incluso obliga a hacerlo y aquí, de nuevo, el motor es el hecho de que el dinero es comparado con bienes reales fácil de atesorar. Esto coloca al poseedor del dinero en una posición de “explotar el valor de la escasez” de ese dinero, como lo expresó el insigne economista Keynes.

Es decir, de ahí nace la tasa de interés como incentivo de prestar el dinero (o llevarlo al banco que luego lo presta y lo mantiene en circulación). La tasa de interés es entonces un premio a no tener el dinero bajo la almohada, sino de ponerlo en circulación; en palabras de Keynes el interés es un “premio de abstenerse de liquidez”.

Volviendo a la metáfora del dinero como la “sangre de la economía”, el interés puede verse como la “droga” necesaria que hace que el dinero circule adecuadamente en la economía. Y como cualquier droga que se aplica durante un periodo prolongado de tiempo, también la tasa de interés del dinero trae consigo fuertes efectos secundarios.

El interés hace crecer los depósitos y, como no hay interés sin deuda, también la deuda total de una economía crece síncronamente. Esto es un hecho del cual nada y nadie puede escapar, como solía expresar el premio Nobel Frederick Soddy. Y la oferta monetaria y la deuda total de un país no sólo crecen linealmente, sino que siguen una función exponencial.

Esto se debe a que cualquier cantidad depositada en una cuenta bancaria (u otro “producto” financiero) que paga interés se habrá duplicado después de algún tiempo. Todo lo que se duplica periódicamente sigue una función matemática exponencial. Aquí entendemos por qué la oferta monetaria (definida como los depósitos bancarios más el dinero en efectivo), al igual que la deuda total, en cualquier país crecen a lo largo del tiempo de manera exponencial.

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Esto significa que, mientras que por un lado encontramos cada vez más unidades monetarias en las cuentas bancarias, por el otro lado hay cada vez más personas que están endeudadas. En otras palabras, la desigualdad también crece exponencialmente.

Un aumento constante de la deuda total significa que tenemos que trabajar cada vez más para no perder el status quo. Y aunque una empresa no se financie con prestamos no se libera de la obligación de crecer. Esto se debe a que el interés es el costo de oportunidad de cualquier inversión productiva.

Cualquier negocio que no produzca un rendimiento al menos tan alto como el que podría recibir el empresario depositando el dinero en una cuenta bancaria es económicamente inviable. Por lo tanto, el interés es el ritmo al que tiene que bailar la economía real, y no sólo un “fetiche”, como algunos creyeran.

Dado que las leyes de la termodinámica nos dicen que no podemos producir algo de la nada, una tasa de crecimiento constante del PIB a largo plazo debe terminar en un mayor uso de los recursos naturales. Por lo tanto, una política que de verdad quiere ser “verde” debe tomar en cuenta nuestro sistema monetario.

¿Cómo se puede combatir estos problemas? Aquí viene la propuesta genial del economista germano-argentino Silvio Gesell quien hace ya 100 años diseñó una moneda que, al estar equipada con un mecanismo de “multa” al atesoramiento excesivo, no puede ser atesorada eternamente, y por tanto circula sin que sea necesario el interés como recompensa por desprenderse de la liquidez.

El dinero entonces pierde su posición “especial y monopolístico” (Gesell) frente a los bienes reales, y el poseedor del dinero está en la misma posición como el poseedor de bienes reales perecibles, y ya no puede pedir interés. Esta moneda libre de interés, Gesell la llamó “libre moneda”, serviría únicamente como medio para facilitar el intercambio de bienes y servicios y no para acumular “riqueza virtual, para usar otra expresión acuñada por premio Nobel Frederick Soddy. El dinero serviría a las personas y no viceversa las personas al dinero, como es el caso hoy.

Probablemente la forma más fácil de aplicar la propuesta de Gesell en la práctica sería mediante una política monetaria de tasa de interés negativa aplicada por parte del Banco Central, donde no sólo se aplique a los depósitos de los bancos comerciales en el Banco Central, como se ha hecho en Europa los años 2014-2022, sino que también se aplique al dinero en efectivo.

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Se han debatido diferentes formas de conseguirlo, últimamente incluso en varias publicaciones del Fondo Monetario Internacional haciendo referencia expresa a la obra de Gesell. Lo que aún falta es el entendimiento en la academia que tal política sería una forma de combatir los grandes retos que enfrenta el mundo, incluso a la inflación y las crisis financieras que también se originan en el crecimiento exponencial de la oferta monetaria y deuda total.