El golpe que nunca se fue: La memoria como resistencia en el fortalecimiento de la democracia
Agencia Uno

El golpe que nunca se fue: La memoria como resistencia en el fortalecimiento de la democracia

Por: Valentina Hernández Segura | 11.09.2024
A 51 años del golpe de Estado cívico-militar, escribo con la esperanza de que el próximo año podamos hablar de verdaderos avances y logros significativos en la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación.

En las clases donde he enseñado Derechos Humanos, siempre percibo un temor latente. Es un miedo a perder lo que nunca hemos tenido, pero que nos prometieron como un sueño difuso, que ha ido cambiando con los años desde el retorno de la democracia.

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Este miedo se relaciona con la falsa libertad de elección, esa que en realidad es una elección de mercado, donde sabemos que no todos partimos desde la misma línea de salida. Me atrevo a decir que este miedo es colectivo y refleja un país herido, que sufrió el desmoronamiento de sueños compartidos y solidarios. Sueños donde todos teníamos un lugar, y no menos importante, un rol que cumplir.

A 51 años del golpe de Estado cívico-militar, escribo con la esperanza de que el próximo año podamos hablar de verdaderos avances y logros significativos en la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación.

Preguntas tales como ¿Qué nos deja ver los cuestionamientos al Plan Nacional de Búsqueda? Debiesen orientarnos a poner el foco en las victimas y sus demandas invisibilizadas gobierno tras gobierno.

Todos estos años hemos sido testigos -con mucho dolor- de la lucha incansable de los familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos, muchos de los cuales han fallecido sin conocer la verdad o el paradero de sus seres queridos.

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Sin embargo, en las mismas aulas donde detecto el miedo, también noto una apertura hacia el conocimiento. Las nuevas generaciones se atreven a rescatar palabras como política, transformación, responsabilidad, justicia, ética, comunidad.

A pesar de las ataduras invisibles que la dictadura dejó como herencia, estos jóvenes se aproximan al dolor ajeno, cuestionan el silencio y replantean tanto su historia personal como la historia del país, una historia que hasta ahora han conocido a través del miedo, un miedo legítimo, nacido de los traumas colectivos que vivimos tras el golpe de Estado.

Es en esa reflexión donde surge la esperanza y se abren nuevos desafíos. Desafíos en derechos humanos que no se limitan a lo ocurrido durante la dictadura, sino que abarcan también la promoción, protección y difusión de estos derechos en el presente.

El diálogo comienza a girar en torno a cómo hacemos que los derechos sean exigibles y tangibles, cómo los concretizamos como ciudadanos comunes. No es menor que estas discusiones se estén replicando en los barrios, en las familias, entre amigos, trascendiendo las aulas y logrando el verdadero objetivo de la universidad: la universalidad del conocimiento.

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A todas las víctimas del terrorismo de Estado les dedico estas líneas con profundo respeto y admiración. Nadie ha sido olvidado, y cada uno trabaja por la memoria y la justicia desde su propia trinchera. Desde los micro y macro espacios, como dijo hace tiempo el poeta español Miguel Hernández: "Para la libertad, sangro, lucho, pervivo. Para la libertad, mis ojos y mis manos. Como un árbol carnal, generoso y cautivo, doy a los cirujanos".

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