Caso Hermosilla: El ritual de la impunidad
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Caso Hermosilla: El ritual de la impunidad

Por: Leslie Parga | 05.09.2024
El sistema de justicia penal y la política criminal han operado como dispositivos útiles al control y aislamiento de personas pobres, circunscribiéndolas a espacios que permitan su inocuización.

En medio del banquete que celebraba el nacimiento de Afrodita, Poros –la personificación de los recursos– se embriagó en néctar hasta caer dormido en el Jardín de Zeus. Penia –la pobreza y la necesidad– mendigaba las sobras del lugar cuando, azuzada por sus penurias, se propuso engendrar un hijo de Poros. Se acostó para ello a su lado y concibió así al amor, Eros.

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Como su padre Poros, Eros está al acecho de lo bello y de lo bueno; es valiente, audaz y activo, hábil cazador, siempre urdiendo alguna trama, ávido de sabiduría y rico en recursos, un amante del conocimiento a lo largo de toda su vida, un formidable mago, hechicero y sofista”, pero al mismo tiempo, como hijo de Penia, “es pobre, y lejos de ser hermoso y delicado, como se piensa generalmente, está flaco y sucio, va descalzo, no tiene domicilio, y sin más lecho ni abrigo que la tierra; duerme al aire libre en los quicios de las puertas y en las calles; en fin, está siempre, como su madre, en precaria situación” (“El Banquete” de Platón).

Los recursos y la pobreza son atributos que el sistema jurídico penal procesa en forma muy diversa. El rechazo al Áporos -que llevara a Adela Cortina a acuñar el neologismo “aporofobia”- es patente en el estrato carcelario, unificado por unos rasgos sospechosos y al mismo tiempo temidos.

El sistema de justicia penal y la política criminal han operado como dispositivos útiles al control y aislamiento de personas pobres, circunscribiéndolas a espacios que permitan su inocuización.

Por el contrario, en el sector de los recursos, bullados y sucesivos casos de delincuencia de poderosos -a los que se agrega ahora el “Caso Hermosilla”- son juzgados con indulgencia, explotando (o abusando) las vetas de la discrecionalidad procesal penal.

El juicio oral que es garante del derecho a un juicio previo, oral y público, cede su lugar a salidas anticipadas o procedimientos especiales que, en causas de esta naturaleza, lejos de poner en desventaja a los autores, conculcan la justicia material y obstaculizan la averiguación de la verdad, arribando a condenas que sólo por excepción encierran a los responsables.

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Si en teoría sociológica y jurídica clásica, “poder” significa “la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad”(Max Weber,1922, p. 43), la delincuencia de poderosos puede definirse como aquellos hechos ilegítimos, no necesariamente típicos, ejecutados por quienes tienen el poder de imponer su voluntad dentro de una determinada relación social contra toda resistencia y sin deber de fundamento, siempre que ese poder se ejerza desde o a propósito de una posición legítima, impidiendo que el hecho sea seleccionado como punible o favoreciendo su impunidad.

Es pluriofensiva y particularmente destructiva del contrato social, pues lesiona y pone en peligro bienes jurídicos públicos y universales.

La delincuencia de poderosos también concomita, favorece y/o enerva manifestaciones de delincuencia clásica y de crimen organizado, aunque sólo sobre éstas últimas se construye el mito punitivista: aquel relato político que reemplaza las propuestas programáticas de base ideológica partidista por agendas de castigo efectistas, de dudosa fundamentación empírica, convenientemente preformadas por quienes las impulsan.

La política criminal resultante carece de vocación (y es ineficaz) para proteger al interés público del poder, pues subordina la tutela penal a la emoción de la víctima y las audiencias, reviviendo el valor de la venganza en las penas que recaerán sobre los mismos de siempre.

Durante un tiempo los dichos del abogado Hermosilla resonarán en nuevas conversaciones, que visitarán los viejos lugares comunes aquí reseñados. Su contenido, explícito en desprecio a las mujeres, la fe pública, el derecho ajeno y la propia ley, será motivo para más indignación, nuevas propuestas propagandísticas, memes y chistes para compartir.

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Nos asombraremos de los alcances del poder, concluyendo que las conductas dignas de reproche tienen lugar en cualquier sitio y que mejores condiciones ambientales no protegen a los no pobres de ejecutarlas. Criticaremos la selectividad de la racionalidad jurídico penal y el trato preterido a los pobres. Asistiremos al ritual de la impunidad, propio del poderoso que ve en su caída, la caída del mundo.

Por un buen rato, mientras todo acabe, y hasta que termine, el derecho penal será más de lo mismo, y la delincuencia de poderosos seguirá pasando colada.


Crédito de la fotografía: Agencia Uno