Solidaridad como herramienta para la superación de la pobreza
La solidaridad como concepto muchas veces -y de mala manera- se asocia a la caridad. Desde luego que ninguna es mejor que otra, pero plantean diferencias. La caridad es una entrega más inmediata, a menudo impulsada por la urgencia de un acontecimiento determinado, como una catástrofe natural.
La solidaridad, en cambio, apunta a elementos más profundos que se orientan a la configuración de un sentido de comunidad, de igualdad y, también, de justicia social. La solidaridad se centra en mejorar la vida de otros, bajo una mirada más integral y de largo plazo, en donde las comunidades adquieren relevancia, pasando a ser partes activas y protagonistas de sus propias soluciones.
Parte clave del esfuerzo solidario del país ha sido la lucha contra la pobreza, en donde, como sociedad, hemos tenido un avance significativo desde el retorno a la democracia en 1990, al pasar de cerca del 40% de la población viviendo bajo la línea de la pobreza, hasta un 6,6% en la actualidad, según la última encuesta Casen 2023. Nada de eso hubiese sido posible, sin la ejecución de un gran acuerdo social y político. Y tampoco, sin solidaridad.
Este proceso es aún más enriquecedor en los casos en que la solidaridad no se ejerce solo con aportes materiales, sino con el compromiso personal, lo que lleva un proceso robusto que finalmente desencadena en cohesión social.
En esta línea, el rol del Estado -mediante la ejecución permanente de políticas públicas- resulta un elemento clave para generar herramientas y oportunidades y, de ese modo, fortalecer procesos solidarios que desemboquen en una profundización del tejido social que aleje a las personas de la pobreza. Y desde el Gobierno -y especialmente desde el FOSIS- buscamos de diferentes formas soluciones que aspiren a robustecer el sentido de comunidad y de solidaridad.
Algunos ejemplos. Desde el programa EcoMercados Solidarios (presente en once comunas de Chile) no solo se entrega alimentación gratuita a miles de familias que lo necesitan, mediante el aporte voluntario de la empresa privada y de pequeños feriantes, sino que también se busca generar un sentido de comunidad y pertenencia en que todas y todos se tiendan una mano.
Para graficar un relato: hace poco en el EcoMercado Solidario que funciona en la comuna de Lo Prado nos contaban que familias vulnerables que reciben alimentos han planteado la posibilidad, además, de ser voluntarias, para ayudar en distintas tareas y con ello llegar a más familias -que lo pueden estar pasando peor- con la ayuda.
Allí, estamos cumpliendo un objetivo que no solo pretende que las personas obtengan sus canastas de alimentos, sino que también quieran formar parte de la iniciativa. Eso es solidaridad desde el Estado, ya que la política pública habilita la activación de redes de solidaridad.
Otro ejemplo lo vemos en la iniciativa Juntos Más Barato, un programa de compras colectivas y educación financiera que reúne a vecinos y vecinas para que adquieran productos de la canasta básica al por mayor.
Pero allí no solo ahorran dinero (cerca de un 30% y hasta un 40%), sino que además generan sentido de comunidad, de apoyo mutuo y de ponerse de acuerdo para elegir lo que quieren comprar. Eso también es solidaridad.
En este mes de la solidaridad, queremos destacar la relevancia que tiene el Estado para que la solidaridad en nuestro país sea una realidad mediante acciones que hagan a las comunidades sentirse parte de un todo. Este esfuerzo cobra aun más sentido cuando se hace también junto a los privados y la sociedad civil, en favor de trabajar para que todas y todos salgan del círculo de pobreza.
La solidaridad es una tarea en conjunto.
Crédito de la fotografía: Agencia Uno