Primera marcha por el aborto libre: 25 de Julio de 2013
No cabe duda que el tema aborto continua siendo motivo de debate en nuestro país, incluso, recordemos que fue el propio Ejecutivo quien a través de la última cuenta pública expresó estar a favor de la eutanasia y aborto.
Tal vez, eso que el año 2013 resultó ser una manifestación producto del embarazo y violación de una niña, hoy se transforma en tema país, donde los axiomas morales son sometidos a lectura, evaluación y diálogo racional, uno que verse sobre la democracia, libertad y delimitaciones frente a la problemática suscitada.
Después de que el Presidente Piñera declarara que Belén, una niña de 11 años violada y embarazada, "estaba preparada para ser madre", 15 mil personas, en su mayoría mujeres, convocadas por 60 organizaciones, marcharon desde Plaza Italia hasta la Plaza de Armas para exigir aborto libre, seguro y gratuito.
Sin duda, un hecho que marca un antes y después en nuestro país, una demanda que vio la acelerada emancipación ideológica de las mujeres, un hecho oportuno, pero con algunas repercusiones a lo ético moral. Cabe señalar que la marcha aludida no estaba autorizada, más aún, fue el 25 de julio del año 2013 que un grupo de feministas irrumpió en la Catedral de Santiago y ocupó el lugar durante unos 20 minutos hasta que ingresó Carabineros.
La iglesia quedó cerrada varios días por "blasfemia" y, producto de esa protesta, se le agregaron diversas cercas. El sitio web CNN nos rememora a este hecho comentando lo siguiente:
“Las activistas llegaron hasta el kilómetro 0 de la capital. En ese momento, en la Catedral se celebraba una misa a San Santiago, patrón de la ciudad, oficiada por el arzobispo Ricardo Ezzati -profundamente cuestionado por los abusos sexuales en la Iglesia Católica- y con la alcaldesa Carolina Tohá presente en el lugar […] De manera espontánea, 300 personas entraron en el templo, lo que sumado a los 200 fieles que estaban dentro provocaron no sólo que la iglesia se desbordara, sino que se llevaran a cabo acaloradas discusiones y encontrones entre religiosos y feministas”.
Al parecer, constantemente se observa a la religión como principal tensor opositor frente a la temática aborto, más aún, lo que se considera como “blasfemia” no es más que un exceso de dogmatismo de la iglesia, uno que podemos albergar quienes creemos en Dios, pero, que no resulta verosímil a la discusión país.
Entonces, el accionar del 25 de julio en una iglesia fue indudablemente una falta de respeto por la forma de irrupción desbordada, no obstante, en ningún caso una petición descabellada, ya que el Estado resultaba ser culpable por no abrir una mesa de diálogo con el fin de examinar y ofrecer mejorías a la población femenina, una que es heterogénea y muy variada en opiniones, aprensiones y deseos (cosa que no debemos de olvidar).
Fue la famosa filósofa Simone de Beauvoir quién acuñó la famosa frase “No se nace sino que se deviene mujer”, lineamiento que el feminismo proclama y amplifica por doquier hace bastantes décadas, un feminismo que ha ido en aumento, uno que pide, exige y solicita libertad absoluta para decidir sobre la vida que una mujer pudiese o no albergar en sí misma.
Ahora bien, el tema no es la libertad, sino más bien hacernos las siguientes preguntas:
¿Tiene límites la libertad en el ser humano? ¿Quién define aquellos límites en un país? ¿Suena contraproducente decir que somos libres pero tenemos restricciones frente a esa libertad? ¿Es el aborto libre la solución a los problemas que subyace la moral del siglo XXI? ¿Por qué la religión (cristianismo) se opone al aborto en todas sus causales, no sería propicio abrirse al diálogo y al menos considerar parte del reclamo femenino para ejecutar acciones?
Toda mayoría o minoría debe ser escuchada, sin embargo, las leyes deben ir mucho más allá en una sociedad, de lo contrario, el reclamo social se vuelve político, ideológico y sectorial, eso que a momentos tiene fosilizado al congreso nacional, por ende, se empieza a visualizar un debilitamiento en la democracia.
Steven Levitsky y Daniel Ziblatt (académicos de la Universidad de Harvard) acaban de publicar en español el libro La dictadura de la minoría, texto que expresa el considerable peligro de menguar en la democracia en pro de unos pocos.
Dichos académicos comentan lo siguiente: “Una cosa es que las minorías frustren o derroten durante un tiempo a las mayorías en peleas políticas puntuales […] Sin embargo, otra cosa es que una minoría partidista derrote o imponga continuamente medidas a las mayorías o, peor todavía, que se sirva del sistema para consolidar sus ventajas. Cuando esto ocurre, hablamos de un Gobierno controlado por una minoría, y no de una democracia” [Steven Levitsky y Daniel Ziblatt. La dictadura de la minoría. Barcelona: Editorial Ariel, pp.186].
Tal vez, el peligro de avalar a rajatabla las pretensiones de una minoría resulta inverosímil, aunque también el de una mayoría que pudiese hospedar ausencia de diálogo por diversos motivos, donde el aborto, dicho sea de paso, parece ser la “necesidad” de algunos y el “libertinaje” de otros, de ahí que el asunto se deba tomar horizontalmente.
Y, de esa forma, nunca más llegar propiciar instancias como el del 25 de julio del año 2013, donde la demanda femenina alzaba la voz dado el nulo esfuerzo del Estado por analizar, dirimir y configurar variables que sean oportunas hacia todos los que habitamos el país, entre paréntesis, eso se denomina deliberación en democracia, en otras palabras, no favorecer a minorías ni mayorías, sino ejecutar una y otra vez la democracia como garante de acuerdos.
Crédito de la foto: Agencia Uno, marcha pro aborto en el 2014