Juan Pablo Luna y criminalidad: “La traba es no querer entender la dimensión de la crisis”
“Tenía un amigo que vivía en San Petersburgo. Un día lo llamé y le dije ‘Misha, te voy a hacer una pregunta un poco extraña. ¿Es posible comprar un submarino militar de segunda mano?” Me dijo ‘Vaya pregunta. Veré qué puedo hacer’. Me llamó a los dos días y me dijo ‘¿El submarino lo quieres con o sin misiles?’”.
El que habla es Ludwig Fainberg, el nombre real de “Tarzán”, un empresario ucraniano y ex narcotraficante que llegó a Nueva York en la década de los 80 y luego de trabajar para la familia Gambino, decidió mudarse a Miami luego de que su compañero apareciera muerto en un ajuste de cuentas. “Para mí eso era un mensaje”, cuenta en “Operación Odessa”, documental que relata la historia de tres socios que compraron un submarino nuclear soviético para vendérselo al Cartel de Cali.
La historia del submarino sirve como disparador de un relato que muestra el ecosistema de un Miami que alcanzó la prosperidad gracias al auge del negocio inmobiliario en los ’80, mientras que el resto de Estados Unidos y gran parte del mundo crujía por las consecuencias de la crisis económica estadounidense que se arrastraba desde 1979, que impactó en América Latina y que se conoció como “La década perdida”.
Que el Estado de Florida fuera la excepción al no verse afectada por la crisis, fue gracias a los nexos ocultos entre la economía sumergida y el comercio legal, donde el tráfico de cocaína inyectaba millones de dólares a la economía formal, por ejemplo, en el sector inmobiliario.
Este cruce entre el mundo criminal y la economía legal es el que el cientista político Juan Pablo Luna, autor del libro "Política criminal y desarrollo fallido en la América Latina contemporánea", ha venido investigando para comprender las causas de fondo de la criminalidad organizada y el aumento de la violencia, las que actualmente golpea a países como Ecuador, Chile y Uruguay en América Latina, como también a Holanda, Suecia y Bélgica en Europa.
Diversificación y sobrestock
“La pandemia es clave porque abre un mercado de trata de migrantes que, para mí, expande mucho la lógica más territorial y porque las fronteras estaban descuidadas. Baja el precio de la droga porque hay un sobrestock y eso también hace que vayan a buscar otros negocios”, dice Luna en conversación con El Desconcierto.
Según el informe Riesgo Político en América Latina de 2024, Latinoamérica es el continente con más homicidios en el mundo. Incluso en países como Chile, Uruguay y Ecuador, donde históricamente los niveles de violencia y criminalidad se habían mantenido bajos, hoy registran un aumento de la inseguridad y la violencia.
Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), América Latina tiene una tasa de 18 homicidios cada cien mil habitantes, tres veces superior al promedio mundial, donde el 50% de este tipo de delitos está asociado al crimen organizado.
“Por un lado hay una bajada de los mercados hacia el sur. Están las ventajas de los puertos chilenos y uruguayos que tienen buena reputación en Europa y que tienen fast track. Hay un crecimiento brutal del consumo de cocaína en Europa, la ruta europea empieza a crecer en demanda y eso también se asocia a que hoy tienes problemas de seguridad serios en países como Suecia, Bélgica, Holanda”, explica el académico de la Universidad Católica.
“Suecia estaba discutiendo hace poco sacar los militares a la calle para controlar la violencia de las bandas de narcotráfico que operan estos embarques en Europa. Bélgica tiene problemas serios en sus zonas portuarias. Holanda también está teniendo problemas serios. Entonces, yo diría que hay una lógica de la geopolítica del negocio que empieza a pasar por acá, que tiene que ver con esta mayor demanda en Europa, que tiene que ver en el caso de América del Sur, con la importancia que tienen las bandas brasileras, por ejemplo, para mover esas rutas hacia África y Europa, y que te ponen mucha plata en el sistema”, complementa.
Crimen desorganizado
En el caso de Chile, Luna señala que hay un problema serio con la corrupción, el cual no se quiere reconocer.
“Chile tiene un problema endémico con la corrupción y es más problema todavía porque no se lo reconoce. Hay como este miedo a sincerar esta realidad hasta que explota”, señala el también investigador asociado en el Instituto Milenio Fundamentos de los Datos.
“Lo otro que ha pasado y que es muy importante para entender lo de Chile, es que tienes un sistema político en descomposición, donde están todos compitiendo para ver quién es el que más cerca llega de Nayib Bukele, con horizontes de muy corto plazo que también te enreda esta discusión. Hablan del tema, pero lo hablan de una forma muy irresponsable, muy poco profunda y tratando de sacar réditos de corto plazo”, explica.
No puede existir crimen organizado sin corrupción y en el caso de Chile se cruza con una desconfianza hacia las instituciones, la fragmentación de éstas, precedido por casos de corrupción como el caso Penta, el fraude en el Ejército, las colusiones, entre otros.
En ese contexto, el académico explica que se dan dos factores: la crisis institucional por casos de corrupción y la politización de la justicia.
“Están todos estos delitos de cuello blanco de los cuales hemos empezado a saber, que muestran que el sistema empieza a resquebrajarse por todos lados y hay como un derrumbe de la moral institucional, en el sentido de decir ‘si mi jerarquía se corrompió con mi jubilación ¿por qué yo no puedo mejorar la vida de mi familia mirando para el costado?”, ejemplifica Luna.
“Por otro lado, a mí lo que me parece es que, en los últimos casos, los que empiezan a poner sobre la mesa es un problema de politización de la justicia y de judicialización de la política. Empieza a ser muy corrosivo para la salud del sistema, o sea, por un lado, muestra que el sistema no era tan saludable como uno pensaba y por otro muestra que hay puntos de infiltración que no sospechábamos y que hacen más probable pensar que acá haya vínculos más estrechos entre una cosa y la otra”, complementa.
En ese sentido, el cientista político cree que en Chile no hay, por el momento, crimen organizado de alto estándar, sino que lo que existe es más bien crimen desorganizado, lo que no necesariamente sea una situación más abordable y pone como ejemplo lo que está ocurriendo en la ciudad de Rosario en Argentina.
“Rosario tiene niveles de homicidio centroamericanos y está completamente corrido del resto nacional. Tiene bandas pequeñas, muy poco sofisticadas, pero que se están matando todo el día y ha sido un problema sin solución. Entonces el único problema que puedes tener no es que venga un cartel y te haga todo el negocio. La fragmentación es un problema y en Chile, además de la fragmentación del mundo criminal y la expansión de los mercados ilegales, tienes fragmentación en las policías. Dos, tres policías, que no comparten mucha información, que compiten entre sí, que eventualmente se involucran con alguno de estos actores de forma segmentada. Al mismo tiempo tienes actores políticos jugando a dispararse en los pies. Entonces, si tú me dices cuál es la situación hacia adelante, yo la veo compleja”, reflexiona.
La mirada hacia la infancia
Tanto América Latina como Europa pareciera que están frente a un trilema, es decir, la contradicción de combatir la violencia, el tráfico ilegal y la corrupción al mismo tiempo, sin embargo, la experiencia dice que no se puede todo a la vez.
México y Colombia, países que decidieron combatir el crimen organizado con mano dura, son un ejemplo de ello, donde finalmente desencadenaron una escalada de violencia que hasta el día de hoy no ha podido aplacarse.
“Incluso países que tenían buena estructura institucional, o que se pensaba la tenían, Costa Rica, Uruguay, Chile, están hoy siendo fuertemente tensionados por este tema”, dice Luna sobre el impacto de la criminalidad y el aumento de la violencia, en un contexto que, además, tiene como telón de fondo la multiplicidad de crisis que se desencadenaron tras la pandemia de 2020.
“Yo creo que es una combinación. Es como una tormenta perfecta y del tipo de sociedad que tenemos también. Yo siempre vuelvo a los niños, la única forma más viable que yo tengo de pensar en tener una vida mejor. Veo la discusión sobre educación en Chile y es una discusión que no incorpora que hoy los niños tienen ejemplos a seguir que no tienen nada que ver con el logro educativo. Tienen que ver más bien con que el hijo del narco, que tiene más, más capacidad de consumo, el auto, las zapatillas, el teléfono celular y que los ancianos se mueren trabajando y no tienen una vida demasiado digna. Tiene una lógica, no es algo disparatado. Uno podría cuestionarlo, por supuesto, pero es una lógica más bien sistémica”, reflexiona Luna.
“Me resisto a negarme a ver la realidad. Honestamente creo que las soluciones, en el mejor de los casos, están por ser construidas y por ser encontradas. Para eso tenemos que entender los problemas que tenemos y la interacción que esos problemas tienen entre sí y creo que la principal traba para eso es no querer ver los problemas, no querer entender la dimensión de la crisis que tenemos por delante, intentar sublimarla”, cierra.