¿Una Francia insumisa?: La nueva oportunidad de la izquierda francesa
Ver hoy la agitación de banderas rojas, el canto de la Internacional y el grito de consignas recordando el No pasarán, en la París que vivió la revolución de 1789, el 18 brumario de 1848 y la Comuna de 1871, han sido muy impactantes, e incluso emocionantes.
Pero hay que ir lento, porque la realidad es más compleja.
La reciente elección de diputados francesa, hecha ante el llamado desesperado de Macron por adelantarla después de la derrota en la elección para el Parlamento Europeo, pareciera que hubiese traído un conjunto de sorpresas. Pero mi opinión es que realmente no ha sido así.
El triunfo de la coalición Nuevo Frente Popular, formada especialmente para esta elección bajo la consigna de detener el avance de la ultraderecha, tuvo como base de su éxito un acuerdo expreso con el partido de Macron y otros grupos menores para formar el Frente Republicano, lo que implicó el retiro de 200 candidatos para concentrar votos y evitar el triunfo del partido ultraderechista de Le Pen. Esto a su vez significó que hubo una población que, no apoyando a la ultraderecha, votaron por quien quedaba en la lista, aunque no fuera su primera opción.
La extrema derecha argumentó que la táctica era injusta y que privaba de voz a sus votantes. “Privar a millones de franceses de la posibilidad de ver sus ideas llevadas al poder nunca será un camino viable para Francia”, dijo Jordan Bardella, presidente de la Agrupación Nacional, a sus partidarios, acusando a Macron y a la izquierda de hacer “acuerdos electorales peligrosos”.
De los 577 diputados de la Asamblea Nacional o Cámara baja Francesa, el Nuevo Frente Popular así obtuvo 178 escaños (31%), de los cuales 80 corresponden a Francia Insumisa de Mélenchon, 35 a los Verdes, 10 a los comunistas y 53 a los socialistas.
La Agrupación Nacional, el partido ultraderechista de Le Pen, obtuvo 142 diputados (25%). Hasta ahora, la mayor votación de su historia, lo que ha llevado a su lideresa a afirmar que la victoria por alcanzar la presidencia solo se ha postergado. “La marea está subiendo. Esta vez no ha subido lo suficiente, pero sigue subiendo. Y, como resultado, nuestra victoria, en realidad, solo se retrasa”.
El partido Renacimiento de Macron obtuvo 168 parlamentarios electos (29%).
Esto implica que ninguna fuerza política obtuvo la mayoría para formar gobierno por sí sola. Esa es la realidad que hoy presiona para ver el derrotero que seguirá el gobierno francés, que al parecer vivirá bajo la fórmula de cohabitación, entre el Presidente Macron y un/a Primer Ministro de otra coalición.
Lo que queda claro es que es un momento crucial en el futuro de Francia, porque está con dos coaliciones mayoritarias que están en los extremos, una centro derecha muy debilitada (Macron está con un 26% de aprobación), un alto interés ciudadano por participar (esta elección ha sido la con mayor participación desde 1997, con un 67% del padrón), una crisis interna importante en el ámbito económico, de seguridad e inmigración, y un escenario geopolítico regional y mundial muy complejo para Francia, a propósito de su escandalosa presencia colonialista en África y sus declamaciones guerreristas en el conflicto en Ucrania.
Es entonces el momento para que el Nuevo Frente Popular demuestre que no solo es una coalición de negación (¡¡No pasarán!!), sino que podrá re-situar a la izquierda con un proyecto de cambios en perspectiva popular, asumiendo las enormes demandas internas de justicia social. Y también y muy sustantivamente, redefinirá el papel de Francia en el mundo, especialmente ante los peligros otanistas de escalar conflictos hacia una guerra de alcances inciertos.
Francia, que es la potencia nuclear de Europa occidental, debe hacer pesar su voz. Y en particular la izquierda francesa, debe ser el partido de la paz (a diferencia de las izquierdas del resto de Europa que han impulsado la guerra), de la resignificación de la diplomacia y de la autonomía ante Estados Unidos, sumándose a los esfuerzos del Sur Global por generar un nuevo sistema mundial de multicentros y derecho internacional legitimado.
Francia tiene la oportunidad de asumir un nuevo liderazgo europeo, ante la ausencia notable de Alemania, pilar histórico de Europa que hoy se encuentra totalmente subordinada a las políticas sajonas, tanto de Estados Unidos como de Gran Bretaña.
Pero hay que tener cuidado, porque los fantasmas rondan. Es necesario recordar que fue Francois Hollande, el último presidente socialista francés, que participó como país garante del Acuerdo de Minsk, cuyo objetivo fue poner fin a la guerra civil generada en el este de Ucrania luego del golpe de estado del 2014, quien declaró el año pasado que el objetivo real de esas largas negociaciones fue darle tiempo a Ucrania para que se fortaleciera militarmente para enfrentar a Rusia en un mediano plazo.
También fue Hollande el presidente que abrió las puertas a varias políticas públicas y medidas antipopulares bajo la clásica consigna de la estabilidad macroeconómica, junto al control social.
La izquierda francesa tiene una nueva oportunidad. Otro fracaso frente a los intereses populares no aguantará otra consigna de “todos contra la derecha” en una tercera versión de un frente popular.
A la ultraderecha se le detiene con el pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Autor de la columna: Carlos Gutiérrez Palacios
Crédito foto: Wikimedia Commons