Sin piedad contra el odio

Sin piedad contra el odio

Por: Paulina Ibarra | 24.06.2024
Hay esperanza en que los jóvenes sean muchos más tolerantes que nuestros contemporáneos, pero es una carrera que debe correrse en relevos. Desde acá hacemos votos de que así sea, llamando a que también seamos inmisericordes, y combatamos los discursos de odio.

Un ex jugador de fútbol se involucra con una diputada en ejercicio, en un contexto familiar determinado. Las notas de prensa ponen especial atención en ella más que en él, pese a que ambos tienen un mismo nivel de protagonismo en la “noticia” y prácticamente similar categoría de conocimiento. Pero parece ser que ella es la causante de las siete plagas de Egipto y creadora del infierno de los infieles.

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Otro ejemplo. La ex Primera Dama, pese a cultivar un bajo perfil, es sacada a relucir en los medios cada cierto tiempo, no para destacar o valorar su presente, sino para cuestionarla porque supuestamente dijo algo poco claro, por un taller que imparte (con lujo de detalle de sus contenidos y costos de matrícula) o por ser la causante del cambio del protocolo conyugal en la Cuenta Pública Presidencial. Horror de horrores.

Perdonen la ironía de mis frases finales, pero para qué vamos a decir una cosa por otra: en ambos casos se nota un sesgo de la prensa para menoscabar las trayectorias de estas mujeres, incluso llegando a mofarse de ellas. Y se podrá debatir si eso es parte de una agenda mediática o un interés político-ideológico, o ambos, pero mi objetivo en esta columna no es comentar dicha agenda, sino las consecuencias de elegir esos temas y difundirlos.

Para entender a dónde voy. Hasta hace unos años, una noticia en el diario, en la radio o TV quedaba circunscrita al ámbito de la discusión hogareña, de los círculos familiares o el trabajo, si es que realmente concitaba interés. Hoy los medios han encontrado una fuente inagotable de difusión en las redes sociales, de bajísimo costo y que nutre incluso sus propios espacios informativos.

También es ahí donde se nutren los haters para propagar su odio, a través de mensajes que van recibiendo likes y respuestas, alterando el algoritmo hacia esa nota periodística que trata de pasar por inocentona.

Este verdadero muro de los lamentos es un área gris, poco regulada, donde ni las grandes cadenas de medios de comunicación y menos los administradores de esos soportes digitales quieren hacerse cargo de los mensajes cargados de violencia, escritos impunemente desde el anonimato y que se van replicando en otros espacios ad eternum.

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Un tercer ejemplo. El otro día me tope en X (o Twitter) una nota de un diario digital de una cadena importante en Chile a propósito de los dichos de la cantante predilecta de la dictadura, y hoy devenida en comentarista de política, en que hablaba pestes contra la única diputada trans en el país. Lo que dijo esa mujer, y lo que publicó textual el medio, de verdad es irreproducible, pero peor aún eran los comentarios al post. Sin piedad, literal.

¿Alguna responsabilidad social del medio? Cero. ¿Un llamado a la cordura a sus followers? Ninguno. ¿Mea culpa por publicar tamaña barbaridad, sabiendo la posible respuesta de sus lectores? Menos.

Entonces, tenemos una cadena sin fin, donde cierta prensa impone su agenda sesgada (de verdad, a quién debería importarle la vida privada, su opción sexual o su forma de expresarse), y da pie para que los trolls envenenen los espacios digitales con su odio, su violencia desmedida, sin consideración alguna para quien la recibe, ni su entorno familiar ni de amistades.

Y hay otro elemento común en los ejemplos, aparte del odio que las tres han sufrido en redes sociales, y que no es casual: todas son mujeres lideresas en sus respectivos ámbitos, pues es justamente la violencia digital de género la práctica más habitual entre los haters (tema que da para otra columna).

El pasado 18 de junio se conmemoró el Día Internacional para Contrarrestar el Discurso de Odio, fecha que Naciones Unidas (otro que es víctima recurrente en redes sociales) llama a apostar por las nuevas generaciones para invertir esta tendencia tan dañina para la sociedad y las democracias, como lo son estos mensajes devastadores.

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Hay esperanza en que los jóvenes sean muchos más tolerantes que nuestros contemporáneos, pero es una carrera que debe correrse en relevos. Desde acá hacemos votos de que así sea y vamos por esos primeros 100 metros, llamando a que también seamos inmisericordes y combatamos los discursos de odio, los anulemos y desterremos de los espacios digitales. Sin piedad.

Autora de la columna: Paulina Ibarra Araya, Fundación Multitudes

Crédito de la foto: Agencia Uno