MiauAstral y los afectos que movilizan la agenda anti-género en redes sociales
Consuelo Ulloa, conocida en redes sociales, MiauAstral, ha sido denunciada por Sergio Infante por acoso en redes sociales. Infante acusa a Ulloa de haberlo acosado y hostigado a través de diversas plataformas digitales, particularmente a través de correo electrónico, señalando un comportamiento persistente y perturbador que afectó su bienestar emocional y su trabajo profesional.
Comencemos con una aclaración: lo que usted va a leer en las siguientes líneas no es una opinión sobre el caso que tiene a Consuelo Ulloa como foco del debate en redes sociales. Mas si corresponde a una opinión desde lo que esta demanda y posterior juicio público desata en un contexto de crecientes y cada vez más visibles discursos anti-feministas y pro-conservadores en Chile y el mundo.
“¿Dónde están las feministas ahora?” se preguntan voces (algunas de dudosa procedencia) en X. “Los hombres también son acosados”, responden otros, como develando una verdad que pareciera el feminismo no habría contemplado en su crítica al patriarcado.
Y es que la tribuna mediática y la visibilización que ha tenido el caso MiauAstral ha permitido la re-emergencia de discursos que intentan igualar las violencias sufridas por hombres y mujeres intentando, con ello, atacar uno de los puntos nodales del movimiento feminista en Chile: la denuncia contra todas las violencias patriarcales.
Y efectivamente, los hombres también sufren violencias en relaciones sexo-afectivas, pero, ¿son realmente comparables ambas?, ¿qué está a la base de comparar violencias?
Y para responder estas preguntas vamos a intentar pedagogizar la discusión y definir algunos conceptos: La masculinidad es una categoría originada por el sistema patriarcal, que configura prácticas sociales (Connell & Messerschmidt 2005; Kimmel, 2019) y que, al estar enraizado en un sistema social de producción, como lo es el patriarcado, emerge en dinámicas sociales y culturales de manera naturalizada.
El sistema patriarcal se basa en el binarismo sexo-género, por lo que los hombres son socializados en la masculinidad, mientras que las mujeres lo son en la femeneidad. ¿Eso significa que solo los hombres tienen prácticas masculinas? Claro que no.
La masculinidad, en tanto práctica social, puede ser ejercida -y se ejerce- tanto por hombres como por mujeres en distintos momentos. Sin embargo, al estar educados y educadas bajo un sistema binario, efectivamente los hombres tienden a reproducirlas en mayor cuantía.
En ese sentido la violencia patriarcal, como categoría, busca poner el acento en las estructuras de poder que articulan la vida y experiencia de hombres y mujeres a través de jerarquías generizadas y que son consecuencia del sistema patriarcal (Galaz & Troncoso, 2016). En este sistema, el ejercicio de la violencia es generizado en el aprendizaje de la masculinidad, mas no es naturalmente propio del cromosoma XY.
Conversar entonces sobre violencias comparando la sufrida por hombres y mujeres no es solo cruel por la cantidad, muchísimo mayor, de mujeres víctimas de violencia patriarcal; sino que es, además, un ejercicio intelectual peligroso, en la medida en que opera bajo el binario hombre/mujer, violentador/violentada, sin cuestionar las estructuras que posibilitan la violencia machista: el patriarcado.
La exposición de la denuncia de Infante ha generado que en redes sociales se denomine coloquialmente al evento como funa. Sin embargo, una denuncia con una solicitud de alejamiento está lejos de ser una funa por redes sociales.
La equiparación de ambas categorías como símiles podría tener su raíz en la creciente desacreditación del sistema judicial por los casos de corrupción y tráfico de influencias ya por todas y todos conocidos, sin embargo, lo que nos interesa acá no es cuestionar aquello, sino analizar las consecuencias de tratar esta denuncia como una funa en redes sociales.
En el contexto de las dinámicas digitales, los afectos movilizados revelan narrativas poderosas y a menudo dañinas, que no se quedan solo en simples memes, comentarios o videos, sino que estos productos digitales se pegotean (Ahmed, 2004) con las narrativas que son parte del sistema cultural en el que nos encontramos, en este sentido, dichos productos han venido a profundizar la idea de "la loca" o "la histérica", perpetuando la idea de que las mujeres son irracionales o emocionalmente inestables.
La narrativa de mujer-locamente-enamorada y que, en esa ilusión de amor romántico tras algunas citas, se vuelve una mujer violenta, controladora y maniaca, opera como eje articulador de retóricas patriarcales, en la medida en que no cuestiona las prácticas ejercidas, sino que categoriza y singulariza la discusión en torno a la figura de mujer/loca, y hombre/acosado.
Esta narrativa se profundiza aun más, cuando la mujer-locamente-enamorada es además, una bruja que se dedica a la charlatenería. La reacción en redes sociales, llena de burlas y desdén, no solo deslegitima emociones y acciones, sino que también refuerza patrones de misoginia y control emocional, mostrando cómo los afectos románticos y las respuestas colectivas pueden servir para mantener estructuras de poder opresivas en el entorno digital.
Experiencia contrapuesta a cuando las violencias son ejercidas por un varón hacia una mujer, o un cuerpo no masculino, esto recorre las redes sociales con un cariz de seriedad, de miedo, sentido de inseguridad.
A estos pegoteos Sara Ahmed (2004) denomina Economías afectivas, y da cuenta de cómo se producen y movilizan afectos que recrean la experiencia de violencia para quienes habitamos cuerpos feminizados o disidentes.
El peligro de la ridiculización de Ulloa radica en que reproduce el binomio violentador/violentada, simplemente cambiando el cuerpo generizado que ejerce la violencia y, con ello, movilizando afectivamente discursos antifeministas.
Urge entonces avanzar a una discusión seria sobre los sistemas que permiten la emergencia de prácticas machistas, para sobrepasar la identificación de ellas en hombres/mujeres.
Referencias
Ahmed, S. 2004. The Cultural Politics of Emotion. New York: Routledge.
Connell, R. W., & Messerschmidt, J. W. (2005). Hegemonic Masculinity: Rethinking the Concept. Gender & Society, 19(6), 829-859. https://doi-org.pucdechile.idm.oclc.org/10.1177/0891243205278639
Kimmel, M. (2019). Introduction. Men and Masculinities, 22(1), 3-4. https://doi.org/10.1177/1097184X18805347
Galaz, C, Troncoso, L., & Morrison, R.. (2016). Miradas Críticas sobre la Intervención Educativa en Diversidad Sexual. Revista latinoamericana de educación inclusiva, 10(2), 93-111. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-73782016000200007
Autoras de la columna:
Eliana Cardoch-Meza: Investigadora Instituto Alternativa. Estudiante de Doctorado en Educación Universidad Católica
Bárbara Marín-Quero: Investigadora Instituto Alternativa. Profesora.
Crédito de la foto: El Desconcierto