Putaendo: Arrieros y baqueanos por el patrimonio ancestral de la cordillera
*Puede ver las imágenes de esta columna en la nota FOTOREPORTAJE| Arrieros se suman a lucha contra minera: Piden declarar patrimonio ruta andina*
Terminó un ciclo de actividades masivas a nivel nacional enmarcadas en el Día nacional del Patrimonio. Las más de 3500 actividades para recibir a la ciudadanía en sitios patrimoniales hacen justicia y cuestionan la invisibilización estructural que tiene la vida cotidiana en la conformación de la memoria histórica del país.
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Pese al valor de la conmemoración, los desafíos en materia patrimonial siguen abriendo preguntas sobre la responsabilidad social con la memoria viva de los territorios. ¿Puede la definición de patrimonio estar basada en una matriz de cuidados más que en una gramática de la guerra? ¿Puede cultivarse lo común de un territorio en un relato de lo compartido, más que de lo apropiativo? ¿Cómo nombramos aquello que por estar vivo y en una relación de interdependencia con otras ecologías no puede ser reducido a “sitio arqueológico” sino que exige una política de protección de formas de vida?
En la cordillera de los Andes de Valparaiso, entre la zona de Los Patos y el Valle de Putaendo, la Agrupación de Arrieros y Baqueanos de la Comuna de Putaendo, el municipio de dicha comuna y la Agrupación en Defensa del Patrimonio Histórico de la Ruta del Ejército de Los Andes intentan patrimonializar la ruta ancestral del ejército multi-étnico de Los Andes desde el 2021.
[caption id="attachment_924964" align="alignnone" width="300"] Fotos: Patricio Azócar y Javier Moreno[/caption]
Circuito a través del que se infiltró el General San Martín secretamente a Chile en 1817 junto a más de 3000 soldados entre los que hubo afroamericanos, indígenas, soldados napoleónicos franceses, milicianos argentinos y antiguos exiliados chilenos del desastre de Rancagua. Ejército que liberó el territorio latinoamericano de la corona española y que fue guiado por el baqueano Justo Estay, representante olvidado de una forma de vida trashumante de más de 300 años que no deja de persistir ante el olvido.
En la misma temporada que la cordillera permitió la coexistencia de las culturas del Valle del Aconcagua, la corrida de chasquis incas, el surgimiento de baqueanos, arrieros y el cruce del ejército independentista, entre finales de enero y comienzos de febrero, las y los putaendinos invitan a una expedición histórica por los senderos ancestrales de Los Andes.
Ruta que no sólo conmemora la gesta latinoamericana contra la ocupación española, sino también hace de interés público el traspaso ancestral que lo hizo posible. Intercambios y coexistencias milenarias de ecosistemas y formas de vida, que tienen como protagonistas “vegas” cordilleranas florecidas y diversas; una de las plantas más longevas del mundo, como la Yareta; grupos de guanacos silvestres, zorros, pumas, cóndores y al célebre gato andino; los ecosistemas del agua cordillerana que riega los valles centrales; vestigios del camino del inca, petroglifos y geología sagrada andina; y, como herederos del patrimonio de esa coexistencia, a la forma de vida arriera.
Hoy en día arrieros y baqueanos, pese a no contar con recambio generacional a la vista, luchan por mantener el relato histórico de cómo Putaendo se convirtió, como dice a su entrada, en “El Primer Pueblo Libre de Chile”. Territorio que, en cada calle de su ciudad, en las cordilleras y ramales que lo cruzan, en sus luchas actuales contra la minera Vizcachitas y en protección del Gato Andino, siguen haciendo suya la lucha por despertar el interés colectivo de las nuevas generaciones.
Los arrieros vuelven al rol histórico que la poca investigación que hay sobre ellos indica que han tenido durante los últimos tres siglos: vincular mundos, culturas, lenguajes; dinamizar y diversificar las economías regionales y locales; intermediar la vinculación, el cuidado y la propagación de especies y biomas transcordilleranos; repoblar el vaciamento y el aislamiento comunitario, tan propia del presente; y, como hace muchos años lo hicieron, animar el deseo, la imaginación y la curiosidad por la temporalidad del mundo cordillerano.
En el 2018, Putaendo logró patrimonializar el sitio arqueológico “los corrales del Chalaco” y proteger el patrimonio físico de la extracción de áridos que llevó adelante la construcción del Embalse Chacrillas. Los “corrales del Chalaco”, un sistema de corrales en pirca para el cuidado de animales en invierno y verano que, pese a remitir al siglo XVII, mantiene un legado andino por explorar sobre el traspaso de conocimientos de pueblos aconcagua, incas, criollos y mestizos.
Coexistencia milenaria que acompaña a los expedicionarios durante una travesía llena de referencias geológicas, históricas y ecológicas que desatan la curiosidad contra lo que se ha denominado la “desertización” del imaginario de cordillera. El intento por secar, borrar y erosionar las memorias, las emociones, las anécdotas y las pequeñas historias que la han habitado.
La expedición de ocho días hacia la frontera con Argentina se convierte en un viaje inédito entre particulares formaciones en roca y las historias locales sobre presencia indígena, como en la Romasita, primer lugar de acampe de la expedición en la cordillera.
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Al otro día, la riqueza popular y arqueológica del histórico refugio arriero de la década del 50’ vigente hasta la fecha “La Casa de Lata” nos alberga, después de observar con asombro la cordillera del Alto el Cuzco y el imponente Monte Aconcagua. O las inevitables curiosidades que invita la toponimia de “La Vega de los Negros” o el refugio de “Las Leñas”. Este último que, efectivamente, lo que no tiene es Leña. Convirtiendo su nombre en un recordatorio de las características del lugar y que, como cuentan las anécdotas, a más de uno le ha salvado la vida.
[caption id="attachment_924967" align="alignnone" width="300"] Fotos: Patricio Azócar y Javier Moreno[/caption]
Y dentro de toda esa majestuosidad, cruzar el gran “Portillo del Cuzco” que O’higgins habría registrado en sus cartas como un punto estratégico para la expedición de San Martín, así como también se intuye, por la permanencia del nombre de la capital del Tahuantinsuyo en el lugar, como una posible geografía sagrada incaica.
Como señaló durante la travesía don Juan “Tenorio” Ortizaga, líder de la Agrupación de arrieros, “la expedición no es turismo. No es un paseo”. Al ser gratis y por concurso público supone una invitación a una tarea colectiva, de cuidado, aprendizaje y recuperación de los saberes que guarda la montaña. Es dura, es fría, es agotadora. Pero también es una invitación a escuchar, a compartir, a convivir, a ampliar la red de protección, cuidado y lucha por la cordillera de todos.
Como durante cada noche, uno se empapa de anécdotas e historias de antigua tradición oral, pero también de la música de la montaña, de Quelentaro, Víctor Jara, Patricio Manns, de la infaltable Huaracha y el Viva Chile de Arturo Gatica. Y, como nunca está de más recordar de las palabras de un arriero de la cuarta región que nos acompaña al cruzar el límite regional “pa qué quiere uno 20 lucas en la montaña si no te van a servir… por eso sabemos que no hay que acumular dinero, sino que disfrutar lo que llega día a día”.
El tiempo con los animales en el silencio de la montaña te permite recordar hitos que no dejan de hablarte del arte de habitar la soledad en cordillera. Como hace un año en la Arboleda de Quillayes, el “Presidente”, como le dicen al histórico arriero Don Luis Manzano, montado sobre un árbol, colocando una lona para proteger de la lluvia a las familias, escuchó un alud que descendía por el río con una agudeza premonitoria, alertando a todos para que tomaran distancia.
O como cuando escuché en mi primera cabalgata con los arrieros de Putaendo a Don Ricardo Sánchez, uno de sus más antiguos integrantes, una pregunta fundamental para la organización: “¿Cómo vamos a esperar que la gente cuide la cordillera si nadie la conoce?”. Pregunta que fue respondida por uno de los arrieros más jóvenes un año después: “preocupándonos de que quiénes la cuidan y no la conocen, vengan para acá”.
Putaendo hoy en día busca hacerse protagonista de la construcción de un concepto de patrimonio que releva el valor ecosistémico de la vida en el campo; de la preservación de una práctica de crianza y cuidado de animales en montaña; de la revinculacion intergeneracional de niños y ancianos; de revalorar la historia de la comunalización de la cordillera y los costos vitales que le ha traído al campo y su memoria la industria agrícola-ganadera y la minera.
Putaendo y sus arrieros buscan que “irse a la ciudad” no sea la única alternativa para quienes viven el campo cordillerano, así como los ríos se reconozcan no sólo por “dar agua” a las ciudades sino por la vida que entregan a todas las especies que de ellos dependen.
[caption id="attachment_924966" align="alignnone" width="300"] Fotos: Patricio Azócar y Javier Moreno[/caption]
Sólo en el marco de un Patrimonio para la coexistencia, para la vida de los distintos ecosistemas, las expediciones históricas de arrieros y baqueanos vuelven a recuperar el vigor de la montaña, e invitan a toda la ciudadanía, en sus más diversas diferencias, edades, perspectivas y éticas políticas, a conocer la cordillera.
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Seguramente el sólo hecho de una buena cueca, una buena tonada o una buena huaracha al calor de una fogata y al amparo de las estrellas, pueda reencontrarnos a todos en la protección de una memoria común. Frágil, amenazada y media olvidada, pero erguida, atenta y a boca de chiste como el arriero y las arrieras de Putaendo y su cordillera.