¿Estamos frente a una nueva carrera armamentista entre Chile y Argentina?
El martes 16 de abril de este año, Deutsche Welle, uno de los medios más importantes del mundo expuso que “Argentina firmó un contrato que le permitirá adquirir de Dinamarca 24 cazas F-16 usados en Dinamarca. Si bien estas naves de producción estadounidense son de segunda mano, han sido renovadas con tecnología de última generación (…). El país sudamericano recibirá una primera tanda de aviones en 2025, y espera concluir la compra en 2028. Por un total de 650 millones de dólares, el Gobierno de [Javier] Milei también adquirirá motores, piezas de repuesto, simuladores y equipos de entrenamiento” (ver aquí).
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Frente a este hecho, Camila Vallejo, ministra secretaria general de Gobierno de Chile, en declaraciones que fueron replicadas por Infodefensa.com, medio especializado en asuntos de defensa, expreso: “en lo que respecta a las decisiones de otros países en materias de defensa hay que ser cuidadosos (…). No corresponde por parte de la autoridad de nuestro Gobierno, como no le correspondería a otro Gobierno de otro país, opinar sobre las estrategias o la adquisición de nuevas capacidades en materia de defensa, o sus compras con otros países en materia de armamento u otro (…)”. Fue una declaración cautelosa que no se refería al fondo de la materia. Tampoco se conocen afirmaciones del Ministerio de Defensa chileno.
La compra de 24 modernos jets de combate –para Sudamérica-, que en esta época son las principales armas con que cuentan los estados, se realiza en el marco del rechazo argentino a la concepción chilena de Plataforma Continental, que abrió una nueva controversia limítrofe.
Así, es probable, que este hecho sea el comienzo de una nueva carrera armamentista entre ambos países.
Hace poco más de cien años, en las últimas dos décadas del siglo XIX, existió una enorme disputa por conseguir armamentos entre Chile y Argentina, cuyo aspecto más relevante fue la compra de buques de guerra acorazados que, por ese tiempo, eran los reyes de los conflictos armados.
En 1884, al terminar la Guerra del Pacífico, Chile contaba con una de las flotas más grandes de Sudamérica con tres acorazados (“Blanco Encalada”, “Cochrane” y “Huáscar). Ante la amenaza de un conflicto militar con Argentina compró el crucero protegido “Esmeralda” que contaba con armamento de alto poder (5 cañones rotativos Hotchkiss de 37 milímetros; 2 cañones de 6 libras; 6 cañones de 6 pulgadas; 2 cañones de 10 pulgadas; 3 tubos lanza torpedos de 14 pulgadas).
Argentina respondió inmediatamente adquiriendo el monitor de torreta central “Almirante Brown” y el crucero protegido “Patagonia” (1 cañón de 250 mm Armstrong; 2 cañones de 150 mm Armstrong; 4 cañones de 87,5 mm Armstrong; 2 cañones de 62,5 mm Armstrong, entre otras armas).
Las fuerzas navales estaban más o menos equiparadas, pero ante el inminente conflicto, ambas partes quisieron tener asegurada la superioridad naval. Por eso, pocos años después, Chile ordenó la construcción del acorazado “Capitán Prat”, dos cruceros protegidos y dos torpederos, que fueron lanzados al mar en 1890.
El Gobierno argentino contestó ordenando los acorazados “Independencia” y “Libertad”. Cinco años después, el país vecino intensificó la disputa al adquirir el “Garibaldi”, un poderoso crucero acorazado italiano de la clase Giuseppe Garibaldi (1 cañón de 254 mm; 2 cañones de 203 mm; 14 cañones de 152 mm; 10 cañones de 76 mm; 6 cañones de 47 mm; y 4 tubos lanzatorpedos de 450 mm).
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Chile no se quedó atrás, obtuvo el crucero acorazado “O'Higgins” (4 cañones de 203 mm en torres simples; 10 cañones de 152 mm; 4 cañones de 119 mm; 20 cañones menores; 5 tubos de torpedos de 18"), más seis buques torpederos. Al instante, el Gobierno argentino subió la apuesta y encargó a la compañía italiana Ansaldo la construcción de tres cruceros acorazados.
Con estas grandes adquisiciones las fuerzas seguían más o menos equilibradas, pero con la finalidad de tener superioridad absoluta, en 1901 ambos países contrataron más buques. La Armada argentina compró a Italia otros dos cruceros acorazados y la Armada chilena replicó ordenando la construcción de dos acorazados Pre-dreadnought de la clase Constitución en astilleros británicos (tenían una batería principal de cañones de muy grueso calibre en torretas, apoyada por una batería secundaria más ligera).
Argentina respondió firmando cartas de intención con la compañía Ansaldo para la construcción de dos grandes acorazados de la clase Littorio (9 cañones de 381 mm; 12 cañones de 155 mm; 12 cañones de 90 mm; 20 cañones de 37 mm; 30 cañones de 20 mm). Finalmente, en 1902, Chile adquirió el crucero protegido “Chacabuco”, de astilleros ingleses.
La carrera por la supremacía naval entre Chile y Argentina finalizó en 1902 con el Tratado de Equivalencia Naval, Paz y Amistad (“Pactos de Mayo”), firmado por los gobiernos de Germán Riesco y Julio Argentino Roca.
Para cumplir con lo pactado ambos países vendieron o cancelaron la construcción de barcos que habían encargado, y tres buques de guerra fueron desarmados para equilibrar las flotas. Para rubricar el fin de la competencia armamentista, en marzo de 1904 se inauguró el monumento al Cristo Redentor en el paso Uspallata. Su placa dice: Se desplomarán primero estas montañas, antes que argentinos y chilenos rompan la paz jurada a los pies del Cristo Redentor.
Las enormes compras de barcos de guerra que aseguraran la supremacía en los mares y la victoria en una guerra, fue posible porque Chile contaba con enormes entradas del Nitrato y Argentina con ingresos de la venta de cereales en los mercados internacionales.
La reciente compra argentina de aviones F-16 equilibra la balanza aérea, pilar fundamental de cualquier conflicto moderno, por lo que con seguridad el Ministerio de Defensa en conjunto con los altos mandos de la Fuerza Aérea de Chile, está analizando las opciones para adquirir nuevos aeroplanos que le den supremacía en los cielos.
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Como ya sucedió hace más de un siglo, la compra de moderno material de guerra de Argentina puede ser el comienzo de una nueva carrera armamentista, debido a que los países mantienen importantes diferencias limítrofes por lo que sus fuerzas armadas difícilmente querrán quedarse rezagadas. En los meses siguientes veremos cómo reacciona el Gobierno chileno ante este escenario.