Celebrando el patrimonio: El argentino que restaura la historia en dos ruedas
Este 25 y 26 de mayo se cumplen 25 años de celebración del Día de los Patrimonios en Chile, una conmemoración que trae al recuerdo los múltiples oficios dedicados a conservar la historia, o que sencillamente remiten a otro tiempo. Uno de esos es la restauración de vehículos clásicos, que más que una faena mecánica, es un trabajo manual que viene a rescatar los relatos asociadas a la fabricación de esos vehículos, y de quienes no se cansan de revivirlos.
Los amantes de autos y motos clásicas dicen que la restauración es un oficio que requiere pasión. Y no solo por el desafío de encontrar repuestos para rearmar un vehículo con su diseño original, sino por el tiempo y dedicación que se compromete. Esa pasión es la que mueve desde hace años a Sergio Kunz (53), argentino del barrio Quilmes, en Buenos Aires, que llegó a Chile en 2015 y ha hecho de la restauración de motos clásicas, su vida.
El amor por los fierros le viene en el ADN. Hijo de torneros, Sergio recuerda que en la Argentina de los 80 cuando se reunía la familia, el barrio parecía una escena sacada de la película El Padrino, por los autos clásicos que su padre y tíos tenían en esa época. “Todos eran fierreros y tenían sus autos impecables, unas naves tremendas que estacionaban en la cuadra, y era una fiesta para los vecinos. Los primos más cancheros llegaban en moto, de ahí viene todo”.
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La aventura
Su primera moto fue una Honda Dream de 1961, que terminó restaurando él mismo. “La llevé al taller y empezó el viacrucis, de ir de lugar en lugar, donde la moto queda tirada, te dicen que le cambian piezas y no es cierto. Hasta que me cansé y decidí arreglarla yo. Me conseguí los manuales y demoré dos años en restaurarla, buscando hasta la última pieza, tomando trenes para llegar al dato que te dieron, y así… una aventura”.
Aunque estudió una carrera universitaria -Biología-, las motos pudieron más. Después de incursionar en la restauración en Buenos Aires, se fue a Inglaterra e Italia, donde conoció los scooters clásicos italianos; marcas legendarias como Vespa, creada por Enricco Piaggio en 1946, y Lambretta, que nace en la misma época de la mano de Ferdinando Innocenti.
“En Londres trabajé restaurando motos para coleccionistas privados, y conocí el fanatismo de los ingleses por los scooters clásicos italianos. Ahí descubrí la complejidad de su diseño y la mecánica, y quedé atrapado. Las motonetas Vespa y Lambretta tienen una cantidad de piezas que exceden por mucho a la mayoría de las motos”, relata.
[caption id="attachment_922111" align="aligncenter" width="1024"] Ulises Nilo[/caption]
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Arte en movimiento
Tan fuerte pegaron los scooters italianos más clásicos, que hoy Sergio es reconocido como especialista en restauración de las marcas Vespa y Lambretta en Chile. En 2017 abrió su propio taller, Brittania Vespa Artists, en el barrio Yungay, y hoy se encuentra en barrio Italia, epicentro de diseño y oficio en Santiago.
Sobre la restauración, explica que más que un oficio es un reencuentro consigo mismo y su historia. “Es un trabajo que más allá de las dificultades, que siempre aparecen, me llena de paz y alegría. Y ni hablar cuando veo la obra terminada, es arte en movimiento y mucho de historia, porque al rearmar una moto uno revive incluso técnicas y momentos de las fábricas que las armaron en su época de gloria”.
Y es que la restauración es un trabajo que se hace a mano, acá no hay grandes maquinarias ni tecnología; hay oficio, conocimiento, desarme de motores, manos engrasadas y tiempo. Un proyecto toma de seis meses a un año. “Las motos y autos clásicos te conectan con otra época, cuando no existía la obsolescencia programada, cuando al fabricar se buscaba lo mejor y no se escatimaba en material. En esos años te encuentras con delirios de diseño, una nobleza que se fue perdiendo”.
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Restaurar es un desafío
En estos años dedicados al rescate de motos clásicas, han pasado por sus manos decenas de modelos. Lambrettas de la serie Li, Vespa de los años 50, Ducati 125 Sport. También motos británicas de la marca Norton, con más de cien años de historia, y modelos del fabricante japonés Honda, como la CG 125 de 1976.
El mayor desafío para un restaurador, explica Sergio, es cuando la moto llega destruida y tiene muchos faltantes. “Ahí comienza un trabajo casi de arqueólogo, muchas veces con colegas de diferentes partes del mundo, para lograr restaurar el vehículo con sus piezas originales, o en algunos casos fabricarlas con las mismas especificaciones de fábrica”.
¿En Chile se valoran los vehículos clásicos?
“Depende de la marca. Las motos BMW son cotizadas, pero hay muchas otras que no se valoran como si lo hacen en Europa, por ejemplo. De a poco los chilenos están entendiendo el tesoro que existe en la historia de un vehículo. Todavía hay mucho de amateur en este oficio, y eso hace que los coleccionistas se cansen de invertir y no quedar conformes con el resultado. Pero tengo la esperanza de lograr formar jóvenes que puedan seguir el camino de la excelencia y el esfuerzo sin atajos, como lo vivo yo, como se vive en Brittania”.