Putre: Ni un nuevo método ni un nuevo Antuco

Putre: Ni un nuevo método ni un nuevo Antuco

Por: El Desconcierto | 21.05.2024
Días después de la tragedia en el norte, se ha repetido la inevitable comparación con lo que pasó en Antuco. Pero las 45 muertes de 2005 se debieron a la orden negligente de marchar y la tormenta anunciada que sorprendió al grupo. En el viento blanco, la situación se salió de control; en tanto, la marcha en el norte nunca estuvo fuera de control.

Días después de la fatal marcha de Putre, el comandante en jefe del Ejército, Javier Iturriaga, explicó que los jóvenes marchaban en polera debido a un “nuevo método de instrucción”, que buscaba “que el soldado, de manera experimental, vaya tomando decisiones a su nivel”.

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Los jóvenes que participaron en la marcha insisten en que fueron obligados a sacarse la chaqueta y la segunda capa. Además, hablan de golpes, patadas, humillaciones e insultos. Veintidós conscriptos terminaron con problemas respiratorios. A uno le amputaron la mano. Dos se autolesionaron. Franco Vargas murió.

La versión de la marcha de los ahora exconscriptos, las condiciones y las consecuencias, se parecen mucho al antiguo método de instrucción.“¡El frío se combate con frío!” le explicaron a Juan mientras lo cubrían con nieve, después de ser sacado del estrecho de Magallanes.

Juan hizo el servicio militar en dictadura, y dio su testimonio -en “Al otro lado de las metralletas. Testimonios inéditos del Servicio Militar en Chile periodo 1973-1990”, Luis Seguel (2007)- en el contexto de la movilización, iniciada en 2005, de casi 100 mil exconscriptos que hicieron el servicio militar entre 1973 y 1990, y que buscaron reconocimiento como víctimas.

En el proceso de investigación para escribir el libro “Las guerras dentro de los cuarteles” (2017, su edición en inglés), revisé cientos de testimonios escritos de exconscriptos y, entre 2012 y 2015, realicé entrevistas a lo largo de Chile.

Muchos exreclutas describen entrenamientos que involucraban violencia física, castigos arbitrarios e insultos homofóbicos y sexistas.

Dicen que eran doblegados a condiciones climáticas extremas y privados de comida y agua, sometidos a la “guitarra” o la aplicación de corriente eléctrica en varias partes del cuerpo -testículos incluidos-, forzados a maltratar a sus compañeros y obligados a ingerir excrementos, o matar perros y beber su sangre.

El fingir enfermedad, el suicidio y la automutilación figuran en testimonios como intentos para escapar del castigo y entrenamiento.

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La lógica de resistencia física, mental y emocional en estos testimonios tiene sus raíces en las hazañas de los héroes del siglo XIX y el mito de la raza chilena indómita, pero también es consistente con el pensamiento militar occidental del siglo XX sobre el realismo, la supervivencia, la desensibilización a las emociones de la guerra y la inoculación al abuso que soldados recibirían en manos del enemigo.

El testimonio colectivo “Mi propia guerra”, escrito por Miguel A. Saavedra G. y publicado como libro en 2012, incluyó descripciones de golpizas y la aplicación de electricidad en San Bernardo, al final de los setenta. En un comentario publicado junto al testimonio, un ingeniero militar escribe que los jóvenes soportaron “el rigor de una formación llena de improvisaciones y de doctrinas mal interpretadas por sus superiores”.

Los abusos descritos se atribuyeron a la falta de órdenes claras de los instructores, así como a su aislamiento de una estructura de mando que estaba demasiado dispersa para cubrir los cuatro frentes de Chile: los tres con los países vecinos y el “interno”.

Al hablar del entrenamiento de comandos, un “General C.” de Chile, citado por Wolfgang S. Heinz en el libro “The Politics of Pain” (1995), recalcó que un soldado “recibe entrenamiento para resistir interrogaciones. Debe acostumbrarse a endurecerse. Muchas veces puede haber una tendencia a exagerar. No existe un código para esta situación, pero los casos son aislados y muchos fueron separados del servicio”.

Días después de la tragedia en el norte, se ha repetido la inevitable comparación con lo que pasó en Antuco. Pero las 45 muertes de 2005 se debieron a la orden negligente de marchar y la tormenta anunciada que sorprendió al grupo. En el viento blanco, la situación se salió de control; en tanto, la marcha en el norte nunca estuvo fuera de control.

Podría haber terminado en cualquier momento; someter a los jóvenes al frío era el propósito. Las condiciones de la jornada en Putre, los enfermos, las autoagresiones, la mano amputada, la muerte de Franco, recuerdan más bien la lógica de resistencia, la flojera en la cadena de mando y una tendencia institucionalizada a exagerar o improvisar, que siempre estuvo presente.

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La ministra de Defensa, Maya Fernández, dijo que quiere que el caso de Putre “se esclarezca” y que “permanentemente, tenemos que revisar como país qué significa el servicio militar”. Esperemos que la investigación en curso encuentre respuestas. Pero, una revisión de lo que significa el servicio militar y lo que podrá significar para el país en el futuro, requiere una perspectiva histórica.