Piñera, Matthei y el reposicionamiento de Chile Vamos para las presidenciales
Hace unas semanas, Evelyn Matthei informó que no postularía a una reelección en su comuna, abriendo paso a una más que probable candidatura como carta presidencial de Chile Vamos. Días después, en los noticieros, reafirmó que no descartaba ser la carta presidencial de la derecha y partidos de centro afines.
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Hasta hace poco tiempo atrás esta coalición se hallaba estancada en su disputa con Republicanos, quienes con fuerza habían posicionado la figura de José Antonio Kast, quien irrumpió con en la escena pública y política en el marco de la Revuelta de octubre de 2019, con discursos de orden y seguridad frente al supuesto caos que, el llamado “octubrismo”, había sembrado en el marco del estallido social.
Desde entonces, su figura ha sido motivo de discusión y debate en torno a los peligros que su visión de mundo genera, especialmente respecto a la capacidad de la democracia moderna de proveer de gobernabilidad y seguridad a la sociedad en las condiciones actuales de violencia y criminalidad.
Más aún, desde 2021 Kast se transformó en un rostro que, junto a la irrupción del Frente Amplio, tensionó el duopolio que imperaba en el Chile posdictatorial y reconfiguró el mapa de nuestra política. De esta forma, Kast en particular y Republicanos en general, socavaron la hegemonía que desde la década de los ochenta tenían en la derecha chilena los partidos UDI y RN, quienes bajaron en las encuestas cediendo terreno a los discursos extremos de una derecha radicalizada que parecía interpretar de mejor manera las emociones e inseguridades de la población y el electorado.
Sin embargo, el verano de este año trajo consigo el fallecimiento del expresidente Sebastián Piñera. Su deceso fue enmarcado dentro de discursos que definían a Piñera como un estadista, un hombre de familia, cristiano, honrado y, por sobre todo, demócrata.
Esta imagen póstuma del expresidente como gran estadista contrasta con las memorias de su vida política y sus dos periodos presidenciales, caracterizados por su visión eminentemente empresarial-neoliberal del país.
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Su honradez tampoco hace mucho sentido, si consideramos casos como el Piñeragate -donde precisamente fue protagonista junto a Matthei de uno de los escándalos más bullados de los inicios de la transición-, el robo del Banco de Talca y, entre otros “pormenores”, las actuales investigaciones derivadas del caso Hermosilla; ni mucho menos su imagen de demócrata queda intacta si analizamos la forma en que procedió cuando le declaró la guerra a su pueblo, dando paso a la comisión de serias violaciones a los derechos humanos que hicieron dudar y tensionar el concepto de democracia que imperó hacia el final de su segundo gobierno.
No obstante, la imagen de Piñera ya fue estratégicamente limpiada y blanqueada por la derecha política representada en Chile Vamos para volver a blandir sus aspiraciones presidenciales y asegurarse una visibilidad que ha reconfigurado a la coalición, justamente, con aquellas características que definieron la imagen póstuma de Piñera: una derecha honrada, cristiana y democrática, contraponiéndose a la figura de Kast y su discurso extremo en un mapa político que sitúa a esta extrema derecha, en un estado de aislamiento anti-democrático luego de sus primeras fracturas y desgastes producidos en el marco del último proceso constituyente.
El (re)nombramiento de la Avenida IV Centenario, ubicada en Las Condes, como Avenida Presidente Sebastián Piñera Echeñique es una más de las tácticas de Chile Vamos para (re)situar y resignificar a Piñera en la historia reciente de nuestro país. Un hito que se suma a las peticiones de diputados RN para que la red de liceos bicentenario lleve el nombre del expresidente y, además, a una petición del alcalde de Lago Ranco para nombrar el muelle del lago en su memoria.
En este sentido, la decisión de Matthei de no ir a la reelección edilicia actúa como un punto de inflexión respecto al devenir de la derecha política, un sector que asume como un hecho bastante probable que el próximo gobierno provenga de sus filas.
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La interrogante es cuál derecha será la que gobierne: una de posiciones extremas que no cree en la democracia construida en la transición; o una gatopardista que a lo único que aspira es a superar este incómodo lapsus originado tras la Revuelta de 2019, olvidando lo que haya que olvidar, renombrando y re-escribiendo contrafactualmente la historia con olvidos y giros forzados a la verdad con tal de volver al palacio de gobierno por los medios que sean.