El siete de mayo de cada año el mundo se coloca en modo memoria y recuerda un terrible episodio que trajo consigo conflictos, tensiones y dispuestas a nivel global. Sin duda, para nadie es un misterio que las fuerzas alemanas se rindieron ante los aliados el 7 de mayo de 1945, aunque dicha rendición entró en vigor al día siguiente, el 8 de mayo. Fue hace 79 años, cuando Europa sintió el alivio al conocer la noticia de la rendición total del Tercer Reich. Se trató de uno de los epílogos al conflicto más devastador en la historia de la humanidad: la Segunda Guerra Mundial.

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Existieron cuatro momentos claves: “Un primer momento fue el 4 de febrero de 1945, cuando se reunieron en Yalta los tres grandes líderes aliados: Winston Churchill por Reino Unido, Joseph Stalin por la Unión Soviética y Franklin Delano Roosevelt por Estados Unidos. En esta Conferencia en Crimea, que duró ocho días, se planeó la derrota final del régimen nazi y la póstuma ocupación de Alemania”.

“Un segundo momento ocurrió unos pocos días después, el 13 de febrero de 1945. Sin nunca antes haber sido tocada por el conflicto, la ciudad alemana de Dresden sufrió un doble bombardeo de aviones británicos que destruyeron parte de la ciudad y cobraron la vida de 25.000 personas”.

El 30 de abril, un tercer evento marcaría el año: “Adolf Hitler y su recién declarada esposa Eva Braun se refugiaron en su búnker debajo de la Cancillería de Berlín. Detrás de ellos venía el avance de las tropas soviéticas. Se cree que Hitler y Braun se suicidaron y sus restos fueron carbonizados. Así pues, mayo de 1945 comenzaba augurando el final del Tercer Reich, del cual Hitler proclamó que duraría 1.000 años. Finalmente, las naciones aliadas aceptaron la rendición total de los nazis y se declaró el Día de la Victoria en Europa”.

Fueron aproximadamente 6 millones de judíos europeos los asesinados durante el Holocausto, Europa quedó en ruinas. Alemania fue derrotada y dividida. Millones de personas fueron desalojadas de sus hogares, o deportadas. Y por primera y única vez en la historia de la humanidad, se usaron armas atómicas, en Hiroshima y Nagasaki, una parte triste de la historia universal que cada año debemos tener presente y no olvidar.

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Los nazis querían esta guerra y la provocaron. Y al final, Alemania no solo fue derrotada; sino también fue devastada. Con el Holocausto, Alemania lleva el estigma de haber cometido el gran crimen del milenio, con más de nueve millones de alemanes muertos, entre ellos más de tres millones de civiles. Las ciudades fueron destruidas en los bombardeos de los Aliados. Alemania perdió sus territorios en el este. Doce millones de personas fueron desplazadas. El país quedó por los suelos tras esta devastadora guerra.

Después de la guerra la parte occidental del país dividido volvió a levantarse. Durante la Guerra Fría, la República Federal de Alemania se sumó a Occidente en la confrontación entre los bloques. Más tarde fue miembro fundador de la Comunidad Económica Europea, el núcleo de lo que hoy es la Unión Europea.

Si observamos la realidad que experimentó Alemania, no es de extrañarse que hace algunos años dicho país aboliera el servicio militar obligatorio y comenzara a desarrollar un ejército profesional.

La Segunda Guerra Mundial contabilizó un estimado de 46 millones de muertes en un período de poco más de cinco años, entre 1939 y 1945. Otras fuentes calculan que la cifra rodea los 60 millones muertos. Ahora bien, ¿qué aprendió el mundo posguerra? ¿qué enseñanzas sacamos en materia de política internacional? ¿qué atesora la historia a 79 años después de esta trágica guerra?

Tal vez, algunos de los aprendizajes tienen estrecha relación con el valor del diálogo, del acuerdo y una profunda valorización de la paz mundial, a su vez, las enseñanzas se multiplican en materia de derechos humanos, ya que surgen las sistemáticas críticas a ciertos vacíos en estas materias, por último, los desafíos hacia el presente siglo se enmarcan en la consideración absoluta de la democracia, el rechazo categórico a intentos de totalitarismos y absolutismos políticos.

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Una nación es sana en la medida que se respete la democracia, de lo contrario, la línea es delgada y el mundo podría volver a experimentar, por intereses económicos, políticos e incluso religiosos, una Guerra Mundial.