Educación Sexual Integral: Un enfoque participativo para un desafío educativo y social
La Educación Sexual Integral (ESI) ha sido objeto de debate dentro de la política chilena. Desde la UNESCO se define como un proceso de enseñanza y aprendizaje sobre la sexualidad a nivel cognitivo, emocional, físico y social.
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Su objetivo es proporcionar conocimientos, herramientas y valores a los niños, niñas y adolescentes para que vivan su sexualidad plena y responsablemente, conociendo sus derechos en función de su bienestar y dignidad.
La perspectiva integral en la Educación Sexual permite abordar el reconocimiento de las emociones, identificar los cambios físicos propios de la pubertad y la salud sexual del estudiantado, a través de la reflexión y el autoconocimiento.
Al respecto, planteamos las metodologías participativas como un aporte clave para ello, ya que apuestan por construir aprendizajes entre iguales, en contextos de juego y recreación, donde las experiencias personales de quienes participan se vuelven un relato conjunto y se construyen espacios seguros.
Contrario a la creencia de sectores conservadores, la ESI no es un intento del progresismo por difundir una ideología, más bien es una política fundada en evidencia y pensada acorde a las necesidades actuales de las niñeces. Critican, pero no proponen, por eso planteamos esta perspectiva como una urgencia ante el fracaso de la educación sexual basada sólo en lo biológico.
Este enfoque es relevante en el contexto escolar porque tiene como centro el respeto, el consentimiento y la consideración del cuerpo en el proceso de aprendizaje, lo cual incide en la resolución de conflictos y es central para la construcción de valores.
Esta apuesta metodológica tiene mucho que aportar a la ESI, pues es un proceso de autorreflexión grupal, crítica y sistemática, que permite construir aprendizajes comunes.
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Por ejemplo, WAYNA (instrumento creado por Fundación Semilla en colaboración con IDEMAX) es una de las herramientas que enseñan, mediante el juego, elementos para el desarrollo de habilidades sociales y de convivencia, como: empatía, valor de la diversidad, reconocimiento y expresión de emociones.
Estos aprendizajes se consolidan como acciones transformadoras, colectivas y personales, donde la participación de la comunidad educativa en espacios horizontales es central. Estas metodologías constituyen una alternativa humana para la producción de conocimiento desde la comunidad y para la comunidad, donde el diálogo es la base para su desarrollo.
La implementación de metodologías participativas en espacios educativos permite construir estrategias para abordar la ESI, pues son un precedente para desarrollar relaciones basadas en el respeto, la confianza y el consentimiento. El historial de violencias del estudiantado, y los diversos problemas de convivencia, son una muestra de que las políticas atingentes no han estado a la altura para brindar soluciones. Por eso, es necesario incorporar la ESI a la agenda educativa, para garantizar una educación en sintonía con los Derechos del Niño emitidos por las Naciones Unidas en 1989.
Urge implementar la ESI desde un enfoque participativo en los colegios, dado que son conocidos por albergar y normalizar situaciones de abusos, acosos y agresiones. De hecho, en los últimos diez años se ha dado un alza sostenida justamente de denuncias por abusos.
En 2023 se registraron más de 5.000 según la Subsecretaría del Delito. Adoptar este enfoque permite prever y hacerse cargo, desde una perspectiva participativa, de las diferentes situaciones de violencia de género que el movimiento feminista viene denunciando hace décadas.
La premisa “con mis hijos no te metas” es la insignia de los padres y madres en contra de la ESI. Pero en Chile los apoderados tienden a no tener herramientas para abordar estas temáticas, debido a la nula formación escolar recibida en ello. Las Jornadas de Conversación sobre Afectividad y Sexualidad (JOCAS) implementadas entre 1994 y 2000 en el país, fueron un tímido intento de poner a dialogar a los apoderados con sus hijos, sin embargo, fueron altamente cuestionadas.
Creemos que llevar al ámbito privado algo propio de la convivencia humana deriva en una visión sesgada, prohibitiva y tabú. Con esto no queremos expresar que la familia no tiene un rol dentro de la Educación Sexual, sino que estas deben integrarse al proceso de formación de sus hijos y realizar un trabajo participativo junto con las escuelas y el entorno social.
La ESI aplicada desde un enfoque participativo otorga herramientas concretas y prácticas para que los niños, niñas y adolescentes puedan tomar conciencia y reconocer violencias que atentan contra su bienestar. Esto ya que, actualmente, las denuncias por delitos sexuales en infantes sobrepasan los 40.000 casos, cifra preocupante si se considera que cerca del 80% de estos no son denunciados.
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En ese sentido, las metodologías participativas son la llave para la creación de espacios seguros y conscientes, especialmente en las escuelas, en tanto crea criterios básicos para el respeto y una buena convivencia mediante el diálogo.