'Proyecto Sofía' en cerro Anocarire: Tres aspectos culturales a considerar
En la Región de Arica y Parinacota, comunidades aymara se han enfrentado judicialmente desde 2018 con la empresa Andex Minerals a raíz de sus intervenciones en el cerro mallku Anocarire. Denunciaron que el Proyecto Exploración Anocarire construyó y habilitó sondajes de prospección minera, afectando la flora, la fauna y la calidad de vida de las comunidades humanas. Las comunidades, además de relevar la afectación de sitios de significancia cultural y patrimonio arqueológico, arguyeron que el proyecto se encuentra ubicado íntegramente en un territorio de ocupación ancestral, que ha sido reconocido por el Estado de Chile como Área de Desarrollo Indígena (ADI).
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Lo anterior implica que está protegida por el mismo según la Ley Indígena N°19.253 y el Convenio 169 de la OIT, que nuestro país suscribió voluntariamente. En 2021, la Corte Suprema acogió el recurso de protección presentado por las comunidades, solicitando el ingreso del Proyecto al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA), cuestión que hasta la fecha no había ocurrido. Y recientemente, en enero de este año, la Superintendencia de Medio Ambiente (SMA) formuló un cargo contra la empresa debido a que el proyecto no contaba con Resolución de Calificación Ambiental (RCA).
Un desenlace semejante tuvo el caso del cerro mallku Marquez en 2021, también en el área de la precordillera de la XV Región. La proximidad geográfica y cultural de estos mallku nos permite considerar que el caso de Anocarire no constituye una situación aislada, sino que las comunidades indígenas de esta zona llevan varios años afectadas por conflictos de extractivismo en sus territorios de significación cultural, viendo intervenidos negativamente sus “sistemas de vida” (Ley de Medioambiente 19.300).
Pero, a diferencia de la resolución que ha tenido hasta hoy el caso Cerro Marquez, Andex Minerals no se ha retirado de Anocarire, por lo que el conflicto no ha concluido.
[caption id="attachment_910107" align="aligncenter" width="326"] Foto de Patricia Albornoz Ramírez[/caption]
Ante este escenario que tensiona la vida en el ADI Altoandino Arica y Parinacota -al que se suma la presencia de la empresa Quiborax en el Salar de Surire desde 1988-, cabe precisar ciertas cuestiones que prestan relevancia cultural al debate y que siguen siendo generalmente desestimadas durante los conflictos socioambientales de esta índole: 1) la categoría de mallku en la tradición andina; 2) la presencia de importantes sitios ceremoniales, llamados “mesas”; y 3) el carácter translocalizado de los aymara contemporáneos, que implica que el perjuicio de estos cerros impacta también a personas residentes en zonas alejadas de los mismos.
Anocarire es un mallku, lo que en la tradición aymara corresponde a la mayor jerarquía que puede tener un cerro o volcán. Las cualidades que lo distinguen son su autoridad y su género: son poderosos y masculinos. Junto con las t´alla (cerros femeninos), tienen un papel importante en la protección de las comunidades, la provisión de agua, la prosperidad económica y la salud de las personas. Así también, forman colectividades con otros, y aunque pueden estar situados incluso más allá de las fronteras nacionales, forman una parentela que cohesiona los territorios y los distintos grupos aymara.
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Esta relevancia de los mallku y las t´alla se ha estudiado ampliamente en la literatura científica. Por lo tanto, la intervención minera en Anocarire no se reduce a un cerro cualquiera asociado a algunas comunidades indígenas, sino que a uno que reviste la mayor categoría, de la que no tenemos muchos ejemplares en el país. Esto implica que el tipo de daño provocado hasta ahora arrastra consigo no solo el perjuicio de estas comunidades, sino que el de un patrimonio cultural andino.
Anocarire cuenta con presencia de antiguas cavidades construidas en piedra, llamadas “mesas”, que constituyen puntos donde se sirven alimentos al mallku en ceremonias de alto valor antropológico. Este tipo de sitios han sido registrados en otras zonas del área andina como “cajas de montaña” (Arnold, 2007), que forman parte de un culto a los cerros que presenta antecedentes prehispánicos. En toda la Región de Arica y Parinacota, además del Anocarire, solo contamos con evidencia de este tipo de expresiones en el mallku Marquez (Mansilla Aguilera, 2023). Estos sitios dan cuenta de un alto valor patrimonial que se encuentra bajo amenaza de daño irreparable, del que el Estado de Chile no puede mantenerse al margen.
Finalmente, relevo el contexto de translocalización de los grupos aymara (Gundermann & González, 2008), fenómeno que se caracteriza porque las comunidades indígenas no están conformadas por personas que habitan de manera exclusiva ni aislada en esos espacios, sino que las familias se movilizan permanentemente entre zonas urbanas y rurales.
[caption id="attachment_910110" align="aligncenter" width="317"] Foto de Patricia Albornoz Ramírez[/caption]
Ante esta forma de vida, los territorios ancestrales -de los que los mallku forman parte sustancial- continúan siendo fundamentales para la reunión, la memoria, la identidad y la organización de las comunidades que, de lo contrario, no tendrían un espacio desde donde articularse. Esto implica que la intervención de sus mallku no solo impacta a las personas que viven al pie de éstos, sino que también repercute en la vida y en las economías de quienes pernoctan más tiempo en espacios urbanos.
Advertidos los antecedentes científicos de los que disponemos, no es aceptable que el Estado de Chile y las empresas que encabezan los proyectos de exploración minera no reconozcan inmediatamente la importancia invaluable de los cerros mallku en el patrimonio aymara, especialmente si afirman respetar las formas de vida de los pueblos originarios.
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Los fuertes daños que han sufrido los mallku Marquez y Anocarire y sus comunidades humanas en los últimos años constituyen un perjuicio dramático y altamente irresponsable, sobre todo porque en ambos casos las empresas mineras han ingresado a explorar cerros mallku sin siquiera tomarse la molestia de averiguar qué impactos sociales y ambientales tendrían sus prospecciones.
Referencias citadas
- Arnold, D. Y. (2007). El camino de Tata Quri: historia, hagiografía y las sendas de la memoria en ayllu Qaqachaka. In D. Y. Arnold, J. de D. Yapita, & E. Espejo Ayca (Eds.), Hilos sueltos: los Andes desde el textil (pp. 181–240). Plural e ILCA.
- Gundermann, H., & González, H. (2008). Pautas de integración regional, migración, movilidad y redes sociales en los pueblos indígenas de Chile. Revista UNIVERSUM, 1(23), 82–115.
- Mansilla Aguilera, C. (2023). Ch´yara qullu,Tara qullu y Ch´utu. Las mesas del mallku Marquez en la comunidad aymara de Cobija (Chile). Revista de Antropología Universidad de Sao Paulo, 66, 1–24. https://doi.org/http://dx.doi.org/10.11606/1678-9857.ra.2022.199069