Dilema del agua: Chile enfrenta la sequía con desaladoras y embalses que dañan ecosistemas
A pesar de haber vivido un año lluvioso en el 2023, este solo representa un paréntesis en la mega sequía que atraviesa el país desde hace más de una década, según aclaran especialistas de la Dirección Meteorológica de Chile.
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Los años de sequía, la mala gestión del agua y la concentración de derechos de aprovechamiento en pocas manos, tienen al país sumido en una profunda crisis. Y los anuncios para enfrentarla suelen incluir la construcción de embalses, desaladoras o carreteras hídricas.
En este Día internacional del agua, que se celebra cada 22 de marzo, recordamos los impactos ambientales que tienen estas mega infraestructuras hídricas, y las alternativas que se pomueven con cada vez más fuerza desde la academia y que se empiezan a aplicar en el país.
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Grandes obras, grandes impactos
La infraestructura hídrica de gran escala modifica el ecosistema para controlarlo, y eso genera impactos negativos en el medio ambiente. Los embalses bloquean el flujo de sedimento río abajo que mejora la salud del suelo y alimenta a los peces en las desembocaduras costeras, afectando también las pesquerías.
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También generan grandes zonas inundables que a veces desplazan a personas, y otras veces destruyen bosques que liberan a la atmósfera todo el carbono que tenían almacenado, contribuyendo al calentamiento global.
Las desaladoras han sido otra gran solución aplicada sobre todo en el desértico norte del país. Sin embargo, especialistas alertan que la salmuera que resulta del proceso de desalinización, y que se devuelve al mar, genera un daño en el ecosistema marino local y puede tener un impacto en las aguas oceánicas a largo plazo si se utiliza a gran escala.
Otro proyecto propuesto en Chile es la construcción de una carretera hídrica que busca trasladar aguas del río Biobío hacia el norte del país. El proyecto ha sido ampliamente criticado por académicos de la Universidad de Concepción, que enumeran impactos similares a los de un embalse pero en mayor escala, en un río que también tiene problemas hídricos y conflictos socioambientales por la instalación de centrales hidroeléctricas.
Soluciones naturales
Desde la academia, se han popularizado en los últimos años las “soluciones basadas en la naturaleza” que también se pueden aplicar a la sequía: se trata de un enfoque que busca restaurar los ecosistemas que sostienen el ciclo hídrico.
Para Ulrike Broschek, directora de la iniciativa Escenarios Hídricos 2030, estas soluciones son más eficientes, económicas y de rápida implementación que los embalses y grandes obras, además de tener efectos positivos para los ecosistemas.
Una de las principales soluciones consta de reforestar con especies nativas las cabeceras de las cuencas y los bordes de los ríos y así recuperar la capacidad de los suelos para capturar e infiltrar agua de las lluvias.
Un estudio del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) apunta a que la reforestación de las cabeceras de cuenca en la zona central del país con bosque nativo puede reducir significativamente el déficit de agua.
Un proyecto con apoyo de Conaf aplicado en dos comités de Agua Potable Rural de la región de Los Ríos se basó en este conocimiento para trabajar con vecinas y vecinos en reforestar las cabeceras de cuenca y los bordes de los ríos y así asegurar la provisión de agua para las comunidades rurales.
También han aplicado soluciones hídricas basadas en la naturaleza en la iniciativa Escenarios Hídricos 2030 de la Fundación Chile, que trabaja desde 2016 vinculando actores públicos y privados para mejorar la resiliencia del país ante la sequía.
Desde el proyecto trabajan en una batería de soluciones para aplicar en las cuencas de los ríos Maule y Maipo en colaboración con los municipios. Zanjas de infiltración, restauración de humedales, prácticas agroforestales sostenibles y técnicas ancestrales de captación de agua son algunas de las soluciones que se están utilizando.