Reducción del mandato presidencial: 04 de Marzo de 1994
Ante las voces que han manifestado la idea de volver a un periodo presidencial de 6 años, suena pertinente recordar el traspaso jurídico e histórico de 8 a 6 años que experimentó nuestro país, de esa forma, construir una reflexión que nos permita analizar la viabilidad de volver a una vieja idea, que vivió Chile durante el siglo pasado.
En primer lugar, en la revista académica Scielo un artículo denominado “Duración del Mandato, Reelección y Simultaneidad de Elecciones Presidenciales y Parlamentarias”, presenta una panorámica sobre los procesos y fechas que han sido claves en estas materias. Su autor, Jorge Mario Quinzio señala lo siguiente: “Acontecido el golpe militar o pronunciamiento del 11 de septiembre de 1973 y después de un período de crisis constitucional, entró a regir, el 11 de marzo de 1981, la Carta Política de 1980, que determinó el periodo presidencial de ocho años sin reelección. Dicha Carta Política fue modificada por plebiscito, más bien referéndum, del año 1989, en el cual se dispuso que el primer presidente de la República que se eligiera duraría un período de cuatro años sin reelección. Así fue elegido el primer presidente democrático después del período autoritario militar de 1973 al 1990, por sólo cuatro años de duración […] Producida la segunda elección presidencial ya bajo una efectiva transición democrática, bajo un Estado de Derecho, se llevó a cabo la reforma constitucional por ley de Reforma Nº19.295, de 4 de marzo de 1994, que rebajó el mandato presidencial, a seis años sin reelección”.
En segundo lugar, paradójicamente la reducción del mandato de un Ejecutivo también se vio afectada tras pasar de 6 a 4 años, o sea, nuevamente hubo un cambio en materia de periodos presidenciales en ejercicio. La reducción del periodo presidencial de seis a cuatro años, sin reelección inmediata, entró en vigencia en el 2006, lo que provocó grandes discusiones constitucionales en torno a la problemática.
A todo esto debemos agregar la lucha incesante por tratar la sucesión desde el primer día que asume un nuevo mandatario. Algunos afirman que 4 años es un tiempo muy acotado para construir políticas públicas y reformas en pro de la ciudadanía más pobre de nuestro país, sin embargo, hay otros que señalan que un periodo presidencial de 4 años es más que suficiente. Lo cierto es que los vicios adyacentes a esta discusión, indudablemente permanecen, están ahí, por tanto, continuarán soslayando el debate público.
Tal vez, muchos de los casos que conocemos donde empresas privadas han brindado apoyo económico a ciertos candidatos tiene estrecha relación con esos deseos fervientes por mantener el poder, penetrar el parlamento y fosilizar al sector político opuesto, pero, la democracia y ejercicio presidencial se debe al servicio público, a los conciudadanos, a las instituciones estatales, entidades reguladores y bienestar de una sociedad hambrienta por emancipación y horizontalidad país, un gran desafío.
Por último, la reducción del mandato presidencial recordada cada 04 de Marzo e inscrita en 1994, sin duda, abre espacio al debate, lectura y horizontes a trazar. Me pregunto ¿Es necesario volver a 8 años de etapa presidencial? ¿Es viable 6 años como sinónimo de lo que tenemos y tuvimos en algún momento? ¿Podemos aprender de la historia y sus antecedentes, de esas conjeturas que hicieron menguar el periodo presidencial hasta hoy en día? ¿Realmente puede el aumento o disminución de este último cambia sustancialmente la realidad de Chile? Me parece que el tensor tiene mucho que ver en como observamos el poder, una lucha por las Ideas, por el servicio, y por todo aquello inmerso en el proceso.
Si en algún momento volvemos a 8 años, 6 años o quedamos en los 4 del presente tiempo, necesitamos entender que el poder y mandato presidencial son amigos, sin embargo, su estrecho lazo debe ser directamente proporcional al desarrollo país, de lo contrario, independiente del tiempo y años de ejercicio, el vicio seguirá apareciendo, ese de un excesivo gasto fiscal, intentos por imponer viejas ideologías al estilo siglo XX, o bien, empobrecer a esos “fieles” que sufragaron en las urnas por un país mejor.
No necesitamos aumentar el periodo presidencial, necesitamos hacer política con ideas racionales, coherentes y con ausencia de utopías, solo así, la ciudadanía podrá ver un mandato sobrio, creíble y garante de respaldo.