Sebastián Piñera
Vayan mis respetos a su familia.
Pasará a la historia por haber sido el único presidente de derecha elegido democráticamente en los últimos 50 años, en dos periodos. No es poco mérito para un político. Seguramente estuvo a su favor el hecho que votara contra Pinochet en el plebiscito de 1988, a la vez que nunca militó en fuerzas políticas de ultraderecha como la UDI o el Partido Republicano.
En su primera postulación se presentó al país como un exitoso empresario y con tintes de buscar realizaciones como derecha modernista. Sin embargo su gestión terminó atrapada, pareciera que voluntariamente en razón de sus negocios, por los poderes fácticos de la más conservadora y neoliberal derecha del planeta, donde terminó siendo aceptado no sin que muchos arriscaran la nariz.
En su segundo gobierno le tocó enfrentar la más profunda y turbulenta crisis social en democracia. Cometió errores graves como declararle la guerra al pueblo que pedía justicia social en las calles, con la severa secuela de atropello a derechos humanos de los manifestantes. Tuvo también la valentía de resistir a los halcones de ultraderecha y, en el momento crítico, optó por un gabinete de conciliación y no de enfrentamiento, lo que condujo al Acuerdo por la paz social y una nueva Constitución.
Su influencia dejo de ser significativa frente a la irrupción de la ultraderecha, fenómeno no sólo chileno sino mundial, ante la cual terminó subordinándose. Optó por sumarse a la férrea oposición al gobierno del presidente Boric y al apoyo al proyecto constitucional de la ultraderecha; siendo incapaz de impedir la debacle de las fuerzas políticas afines como Renovación Nacional y Evópoli.
Más allá de la profunda distancia ideológica y política con esta figura de la derecha chilena, la izquierda se enfrentó a un adversario que respetó e hizo respetar la democracia como la forma de convivencia nacional, que Chile ha cultivado con gran esfuerzo y el dolor de miles de personas de bien que dieron su vida por reconquistarla. Una democracia que merece ser preservada por las nuevas generaciones como el único camino posible para asumir los desafíos de estos tiempos.