Masacre en la Franja de Gaza: Indiferencia y barbarie
Hemos tenido una de las navidades más trágicas y agridulces. Lo de dulzura que puede aportar celebrar el nacimiento pobre y sencillo de Jesús el Cristo, se ha visto totalmente opacado por la situación de los niños y el pueblo palestino en la Franja de Gaza. Nos sentimos afectados en la distancia por el dolor y tragedia de ese pueblo; un dolor que no comenzó el 7 de octubre del año pasado, como la prensa interesada o ignorante quiere hacernos creer.
Usted sabe, lector/lectora, que el sufrimiento de ese pueblo viene desde antes del año 48 del siglo pasado. Pero, déjeme decirle, lo peor, lo más vergonzoso e hipócrita, es la actitud de la así autollamada “comunidad internacional”. Usted sabe. Se autodenominan así los EEUU, la Unión Europea, y algunos otros países más. Débil la reacción de la ONU. Es el Occidente, especialmente los EEUU, dicho a sí mismo además “cristiano”. ¡Qué herejía Señor mío!
Ellos, que suman una buena cuenta de millones de habitantes, apenas hacen algo así como el 25% de la población mundial. El asedio y matanza en Gaza lleva ya unos 100 días, y la obsesión por Hamás se convierte en el expediente justificatorio de lo injustificable. Aquí hay una guerra contra el pueblo palestino, una de cuyas expresiones de resistencia es ese movimiento político-ideológico-religioso (como lo es también el Estado de Israel y el sionismo).
¿Qué dice la “comunidad internacional” de los más de 20 mil asesinados hasta ahora, de los cuales, unos 10 mil son niños y unas 7.200 mujeres? Según el vicepresidente de la DAIA argentina “no hay inocentes civiles en Gaza, tal vez los niños de cuatro años”.
El polaco David Gruen, mejor conocido como David Ben-Gurión afirmaba: “Debemos utilizar el terror, el asesinato, la intimidación, la confiscación y el corte de todos los servicios sociales para deshacernos de la población palestina”.
Las acciones y las palabras del Estado de Israel dejan en claro que el objetivo no es Hamás, sino el conjunto del pueblo palestino. Y frente a ello, hasta hoy, la “comunidad internacional” guarda cómplice silencio. Salvo algunos gobiernos valientes como el sudafricano, porque allá también han sabido del Apartheid.
¿Usted se imagina el griterío de los líderes de esa comunidad si estos asesinatos los hubiera cometido un país o gobierno sindicado por ellos como miembro del “eje del mal”? Pero no solo eso. Tenemos hasta el momento más de 100 funcionarios de NNUU asesinados, junto a más de 100 periodistas. De seguro eran todos ellos miembros de la resistencia.
¿Con qué moral podrán erigirse las elites de poderes occidentales en guardianes de los derechos humanos a nivel mundial? Todos esto sin contar el desplazamiento forzado de unos 2 millones de palestinos que huyen en condiciones extremadamente complicadas, con el riesgo de hambrunas, epidemias y enfermedades; o la destrucción deliberada de la infraestructura de salud, ataques a escuelas, iglesias y universidades. ¿Cómo tiene que denominarse todo esto cree usted, lector/lectora? ¿Cuál sería la finalidad con este tipo de violencia, discriminación y/o racismo ejercido por el gobierno israelí desde el año 48?
¿Cómo explicarse entonces la indiferencia o el silencio generalizado de tantas personas, medios, instituciones y líderes de la llamada “civilización occidental”? El profesor Z. Bauman, refiriéndose a lo sucedido en la Alemania Nazi, sostuvo que lo que allí paso no fue obra de la excepcionalidad, de la personalidad de uno u otro liderazgo ni una mera casualidad. Tras ese acontecimiento estuvo el proceso de modernidad/modernización en clave de individuo-centrismo y capitalismo expansivo.
Dos guerras llamadas “mundiales”, procesos de descolonización, golpes de Estado y otras lindezas (pobreza, desigualdades, explotación de la mujer y la naturaleza), revelarían, según Bauman, la otra cara de la promesa de una civilización supuestamente superior (supremacismo) . Es la cara de la barbarie en medio de la supuesta identificación entre progreso técnico, económico y moral. Esta indiferencia está ligada a una creciente ceguera moral, que va de la mano con lo que llama adiaforización.
Hoy, con ayuda del manejo concentrado de los medios de comunicación, enfrentamos la indiferencia hacia la otredad que viene envuelta en un halo de aparente neutralidad y objetividad. Nos han taponeado los poros de la sensibilidad. ¿Con qué, puede saberse? Con mucha posverdad, manipulación, con demagogia, mentiras repetidas una y otra vez , frivolidades, distracciones, con no-reflexividad (¿oiga, por casualidad, se enteró usted de la muerte del periodista Gonzalo Lira, chileno-estadounidense, preso en las cárceles del “demócrata” Zelenski). Bien lo expresaba Einstein: es más fácil conseguir la destrucción del átomo que la superación del pre-juicio o del atontamiento inducido.
Por mientras, allá, en la aparente lejanía, la muerte es un ángel negro que nos visita -particularmente- en la voz desgarrada de tantos niños y niñas con sus almas flotando sobre nuestras cabezas. Lo que se ha llamado “civilización” no puede reducirse a un conjunto de buenas ideas. Hay que incluir los efectos históricos de esas supuestas “buenas ideas”. Se sabe muy bien, nos dice R. Osborne, geólogo e investigador de historia científica inglés, que la historia del mundo occidental contiene una cantidad insoportable de sufrimientos y desdichas, de injusticias y crueldades que hemos padecido, nosotros dice, pero también los otros. ¿Incluimos también, se pregunta, la guerra, la tortura, la esclavitud y el genocidio en nuestra idea de civilización?
Parafraseando a Z. Bauman, se puede decir que siempre que la racionalidad (económica, tecnológica, política) y la ética apuntan en direcciones opuestas la humanidad es la que resulta derrotada. Estamos viviendo ahora mismo, experimentado un clima muy enrarecido a nivel global de incierto pronóstico. Bien lo expresa la comunicóloga Rosa Miriam Elizalde cuando sostiene que “Mientras corremos el riesgo de un estallido atómico y en Gaza muere un niño asesinado cada diez minutos, el marketing intenta convencernos de que el 2023 es la puerta de entrada a una civilización en que los androides soñaran con ovejas eléctricas. Pero el anterior sólo ha sido un año más del siglo XXI y de la era de las cavernas. Todo al mismo tiempo”. Por eso, no hay que dormirse, estimados lectores y lectoras.