La Sala Principal de Matucana 100 está completa, se escuchan de fondo distintas canciones que son clásicos de la cumbia que han traspasado las barreras del tiempo. De pronto, ellos llegan y los murmullos y expresiones de entusiasmo se silencian cuando uno de los integrantes del elenco, quien representa a un psicólogo, da unas indicaciones al público antes de iniciar una singular sesión que presenciaremos: se trata de un círculo de hombres, un espacio seguro (definido así por el mismo especialista), en el que cinco hombres vivirán la posibilidad de expresar sus emociones, compartir experiencias desde lo personal y lo colectivo y, especialmente, contar por qué han llegado a este lugar.

En este círculo se pueden encontrar representaciones de diferentes tipos de hombres que sí existen en lo cotidiano. Por ejemplo, algunos de ellos: el que ha sido criado con una idea de validarse como “hombre” a través de la violenta herencia de su padre, ese típico funado que ignora la consigna del “no es no” y uno que, personalmente, he (re)conocido más de una vez desde el feminismo: el sabelotodo, que se jura experto y superior ante sus pares porque él “está deconstruido”.

A medida que avanza la obra, el terapeuta y los participantes del grupo comparten dinámicas que se manifiestan entre el ritmo de la cumbia y las confesiones de cada uno, que empiezan a revelarse, mientras profundizan las temáticas tratadas. Asimismo, se generan momentos en los que algunos integrantes cuentan chistes que, para la sorpresa de ellos mismos, ya no generan las risas que hubiesen conseguido años atrás.

Lo que en un momento es risa, a la vez se va matizando mediante un conjunto de declaraciones que provocan silencio y reflexión en el público. Se nota en el espacio. Quienes estamos presentes ahí hemos conocido a más de un tipo (si es que no a todos) de esos personajes que constantemente se desenvuelven frente a la pregunta: “¿Qué es ser hombre?”

De esta forma, se va estableciendo una complicidad que sorprende. Los testimonios de cada uno no dejan indiferentes a los asistentes, especialmente cuando van deshaciéndose de esas corazas que, por más que lo intenten, terminan cayendo y mostrando sus verdades. Así, desde el escenario y el público vamos transitando por diversos estados emocionales.

Personalmente, es una representación teatral que recomiendo sin duda. En estos tiempos es interesante ver cómo desde un grupo de hombres se cuestionan conceptos como el machismo y la masculinidad, a través de diferentes generaciones. Y es que frente a esta obra se aparecen frente a mí los recuerdos de hombres (curiosamente, muchos han sido jóvenes) a los que alguna vez escuché decir expresiones como: “ya, pero si no les gusta como somos, que ustedes las mujeres nos eduquen sobre el feminismo”, “es que no hay información clara, las mujeres deberían explicarnos” o “¿y qué pasa con los hombres que sufrimos violencia?, ¿qué hacen las feministas por nosotros?” Sí, pueden resultar declaraciones insólitas, pero son reales aún en la actualidad.

Por lo mismo, “Antes que los dioses fueran hombres” es una obra que se hace cargo de esto, que invita a la discusión y a la reflexión desde la mirada y el trabajo principalmente de parte de hombres, quienes mediante esta propuesta evidencian un proceso de investigación y el reconocimiento de sí mismos, en áreas como la dramaturgia, la dirección y la interpretación.

La pregunta a viva voz de uno de los personajes anuncia las luces que se apagan y desde el público surgen aplausos conmocionados. ¿Será que nos veremos alguna vez frente a una nueva sesión? Dejo la pregunta en el aire. Quién sabe.

“Antes que los dioses fueran hombres” fue escrita por Gerardo Oettinger, dirigida por Rodrigo Soto e interpretada por los actores: Mario Horton, César Sepúlveda, Ricardo Fernández, Felipe Zepeda, Edinson Díaz y Andrew Bargsted. Fue presentada recientemente en el Centro Cultural Matucana 100 y para quienes quieran verla, próximamente se encontrará desde el 24 al 28 de enero en el Teatro Mori de Bellavista.