Gabriela Mistral: Las raíces indígenas en Chile, 1889-1922
“Gabriela, con esa cara de india majestuosa y fina que tenía, habló lentamente desde la casa de Toesca”. Tito Mundt, Las banderas olvidadas. Reportaje a una época apasionante, 1964.
“Vos eres chileno a medias. Lo que deseo es estar satisfecha de un chileno completo, por vientre y lomo”. Gabriela Mistral a Benjamín Subercaseaux, en B. Subercaseaux, Retorno de USA, 1943.
En 1849 escribió Domingo Faustino Sarmiento: “¿Qué porvenir aguarda a Méjico, al Perú, Bolivia y otros Estados sud-americanos que tienen aun vivas en sus entrañas como no digerido alimento las razas salvajes o bárbaras indígenas que absorbió la colonización, y que conservan obstinadamente sus tradiciones en los bosques, su odio a la civilización, sus idiomas primitivos, y sus hábitos de indolencia y de repugnancia desdeñosa contra el vestido, el aseo, las comodidades y los usos de la vida civilizada? ¿Cuántos años, sino siglos, para levantar aquellos espíritus degradados? (De la educación popular, 1849).
El Chile racista del siglo XIX y de comienzos del siglo XX atendió a estas preguntas lacerantes de Sarmiento. Se embarcó en la quimera del blanqueamiento radical. Se creyó las zonceras trasandinas de don Domingo Faustino. A cargo de la entrada ‘Chile’ de la Enciclopedia ESPASA Alberto Edwards dijo en 1913 que en la población chilena se notaban “desleídos tintes de la raza indígena primitiva en algunas de las capas más bajas del pueblo”. (Enciclopedia ESPASA, 1913).
En 1889 nace Gabriela Mistral quien va a encarnar otro tono, otro espíritu, que brota lejos de las comodidades y los usos de la vida civilizada, como diría Sarmiento. Es en el valle de Elqui, donde la presencia indígena está latente, con ancestros diaguitas y quechuas. En octubre de 1913, el mismo año del artículo de Edwards, Gabriela le manifiesta a su amigo Maximiliano Salas su interés en irse a vivir al sur, aprender la lengua indígena, y enseñar a los pueblos indígenas “conforme una pedagogía primitiva que no los haga degenerar ni los fatigue.” (E. Horan, Mistral. Una vida, Santiago, 2023, 191). Una pedagogía ancestral, que los libere del afán colonizador.
¿Se habrá enfatizado la sensibilidad india de los Sonetos de la Muerte de 1914?
“Te acostaré en la tierra soleada con una / dulcedumbre de madre para el hijo dormido /, y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna / al recibir tu cuerpo de niño dolorido”. En 1923 la Revista Católica de Santiago comentó que estos versos expresaban un sentido del amor que sobrepasaba la visión canónica de la afectividad humana (R. A. Latcham, “Gabriela Mistral”, Revista Católica, 23, 525, 16 de junio de 1923).
Gabriela Mistral reconoce los signos inequívocos de la ascendencia indígena. Tiene un abuelo en Montegrande al que lo llamaba indio por tener una marca mongólica en su cuerpo (Ciro Alegría, Gabriela Mistral íntima, 1980). Al pasar los años empieza a sentirse indígena. En 1917, a los 28 años de edad, le dice a Alone (Hernán Díaz Arrieta): “Mi cuerpo de Walkiria india”. También a Eduardo Barrios: “Estoy colorada y fuerte como una salvaje, como una Walkiria, si lo prefieres” (E. Horan, Mistral. Una vida, 2023, 23).
Su cuerpo y su espíritu se vuelcan hacia Oriente, lugar de procedencia de los pueblos indígenas de América. Ese mismo 1917 publica comentarios líricos en verso y prosa sobre Rabindranath Tagore. Glosa así el poema “Tu cuerpo” de Tagore: “Porque mi amor no es sólo esta gavilla / reacia y fatigada de mi cuerpo, / […] es un viento de Dios que pasa hendiéndome / el gajo de las carnes, volandero”. (Rabindranath Tagore, poeta y filósofo hindú, con tres comentarios líricos en verso y tres en prosa de Gabriela Mistral, Santiago, 1917).
A principios de 1925 el poeta y filósofo Rabindranath Tagore le escribe a Romain Rolland expresándole su visión ingrata de América del Sur: “El rápido contacto que he tomado con América del Sur no es satisfactorio. Aquellas gentes han llegado muy súbitamente a una gran prosperidad sin haber tenido tiempo de descubrir su ser. Y da pena ver hasta qué punto pueden depender de Europa en sus pensamientos, que les llegan prefabricados.” Romain Rolland le contesta diciendo que su mirada sobre esa América superficial y colonizada necesitaría ampliarse con la visión que recoge la historia veraz del continente.
Esta se encuentra en las poesías de Desolación de Gabriela Mistral (1922). “[No] creo que deba usted juzgar a la América ibero-india por esa desagradable tentativa. Argentina es, de todos esos países, el más despersonalizado. Sería preciso tomar contacto con el alma trágica (la más trágica, tal vez, de nuestras razas europeas) de México, del Perú indio y de Chile, con esa altanera Desolación que es el título de un libro de poesías de una de las más nobles intérpretes de esta tragedia: Gabriela Mistral.” (Hermann Hesse, Romain Rolland, Rabindranath Tagore, Correspondencia entre dos guerras, Barcelona: Nuevo Arte Thor, 1985, 138-142).
El escritor del Perú indio, Ciro Alegría, supo apreciar mejor todo el rostro indígena de Gabriela: “Su rostro, pese a los ojos verdes, me hizo recordar el de las indias que acunaron mi infancia. La misma nariz aguileña, la misma boca pulposa, la misma sonrisa entre suavemente irónica y decididamente tierna […]. Ella decía tener sangre quechua y estaba a la vista”. (Ciro Alegría, Gabriela Mistral íntima, 1980).