Bajar del Olimpo: Desafíos para las ciencias sociales en la época de la divulgación
El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina está brindando una lección fundamental. Me di cuenta de esto con un amigo al preguntarnos si el eslogan “no hay plata” que marca la tendencia del gobierno de Javier Milei ya había afectado el financiamiento de las áreas científicas y tecnológicas del país trasandino. Buscamos en internet y, para nuestra sorpresa, nos encontramos con una avalancha de noticias, una tras otra, de manera incesante, hablando de los hallazgos de investigaciones que contaron con financiamiento público del CONICET. El impulso era claramente adoptar la práctica de la difusión y divulgación para posicionar la investigación como un factor fundamental para el desarrollo del país.
Esta es una respuesta no solo a las tendencias políticas anti-estatistas, sino también al auge de movimientos sociales de corte anti-científico y conspiracionistas a nivel internacional. Probablemente, más que nunca, las ciencias y tecnologías están siendo puestas en tela de juicio en términos de su utilidad para la sociedad. Lo cual, además, es sumamente contraintuitivo cuando vivimos en la época histórica que más depende del desarrollo científico-tecnológico para su día a día.
Así, el CONICET ha acertado al intentar revitalizar el interés público por las ciencias y tecnologías, lo mismo que se ha estado haciendo en diversas latitudes con la masificación de la divulgación en redes sociales y medios de comunicación. En este sentido, las ciencias naturales llevan una clara ventaja. Recuerdo haber crecido viendo en televisión abierta documentales sobre la formación del universo, procesos biológicos y experimentos químicos. También reconozco claramente figuras como Carl Sagan o Neil deGrasse Tyson. En el plano nacional, tenemos la fuerte presencia pública del Dr. José Maza (@therealprofemaza) y la Dr. (c) Teresa Paneque (@terepaneque), quienes nos encantan con los misterios del universo con un lenguaje accesible.
Como un investigador de la psicología en diálogo con las ciencias sociales, miro con envidia este panorama. Al preguntarme cuáles serían los referentes públicos desde nuestra arista del conocimiento, llego a la clasificación de tres tipos. El primero, ocupado principalmente por profesionales de la psicología que abundan en programas de televisión hablando de temáticas con muy poco rigor científico –llegando incluso a la pseudociencia– o dando charlas motivacionales que se basan más en el sentido común y moralismos que en un conocimiento sistematizado; un ejemplo claro de este primer grupo sería la reconocida Pilar Sordo.
Por otro lado, el segundo tipo lo componen profesionales más apegados a las ciencias sociales en su conjunto. Corresponden a intelectuales que aparecen de igual manera en programas de televisión y en prensa hablando desde una jerga incomprensible para el público general tratando de dar cuenta de algún evento que sea parte del debate público; el ejemplo claro sería el grupo que conforma La Cosa Nostra.
Finalmente, nos encontraríamos con una tipología que es más ocasional e instrumental. Me refiero a académicos universitarios de trayectoria destacada en diversas áreas, invitados a ofrecer su testimonio en reportajes o notas para tratar temáticas en específico sin una mayor continuidad en el tiempo. Así, se diferencian de los anteriores en cuanto estos últimos tienen apariciones puntuales y que no son el centro de su quehacer.
¿Han logrado estos grupos acercar y dar relevancia al conocimiento producido por los profesionales de las ciencias sociales en Chile de tal manera que la ciudadanía en general comprenda el trabajo realizado y vea la conexión con su vida cotidiana? Me atrevería a decir que no. El primer tipo oscurece el conocimiento y lo retrotrae a discursos cargados de moralismos; el segundo mantiene una elitización del conocimiento para quienes puedan manejar la compleja jerga de las ciencias sociales en diálogo con la filosofía; y, por último, el tercero es simplemente un elemento retórico del periodismo para otorgar sustento a la cobertura del momento.
Por lo cual, aparece la problemática de cómo comenzar a divulgar el conocimiento de las ciencias sociales de manera que pueda ser cercano, cotidiano, en un código accesible y, por lo tanto, inclusivo hacia un diálogo con la ciudadanía y el público en general, sin caer en la pseudociencia y los moralismos. Hasta la fecha, he dedicado cinco años a esto de manera paralela bajo el seudónimo @elurbi_na en redes sociales. No he logrado alcanzar la masividad de otros personajes, pero tampoco me ha ido muy mal. Sin embargo, ha sido una plataforma muy enriquecedora para compartir mi propia investigación con profesionales que están en terreno, para dialogar con su experiencia, para retroalimentar sus prácticas y mis hallazgos, y para hacer de la ciencia un ejercicio dialogado. A mi parecer, desde las ciencias sociales paradójicamente hemos perdido la conexión con lo social y es imperante que busquemos modos de poder generar nuevas conexiones y rearticularnos para abrir nuevas posibilidades a lo potencialmente relevante que puede ser nuestro trabajo para la vida de las personas.
Acercarse al público y mostrar la investigación en proceso es, a mi parecer, una de las formas que tenemos para además combatir la obsesión por la publicación de artículos de investigación, temática que fue la crítica central de varios documentales y columnas desde el año 2020. Nos encontramos en un momento histórico en el que, como dirían los estudiantes, es urgente "bajar del Olimpo": buscar formas de divulgar nuestro trabajo por vías alternativas, con modos cercanos, en plataformas diversas y con la humildad necesaria para también recibir una retroalimentación que nos haga cuestionar nuestras teorías, metodologías y hallazgos en función de su relevancia para con lo social.