Marginalidad y degradación del espacio público en una novela de Carlos Droguett
A través de la presencia transparente de un adolescente representado en la novela Patas de perro escrita por Carlos Droguett (1965) intentamos descifrar algunos signos de la marginalidad social escenificados en un Santiago residencial y somnoliento, espacio virtual que ha unificado su negativa violenta para albergar a Bobi, el deforme cuya experiencia del paisaje de la ciudad de Santiago en 1960, ha condicionado nuestra futura percepción sobre la lenta y sostenida degradación urbana en el siglo XXI.
Bobi era oriundo del barrio Matadero-Franklin, periferia urbana de violencia y muerte que deslindaba en las aguas pestilentes del Zanjón de la Aguada donde conventillos y ranchos pregonaban la inconsistencia de una programación estatal para construir viviendas populares. “Un barrio netamente obrero debe ser mantenido y limitado como tal” nos confirma el mundo real del plan Brunner-Humeres en 1939. Según Armando de Ramón (2000) el plan Humeres-Brunner patrocinaba el mantenimiento de la segregación espacial por estratos sociales.
En la citada planificación, “calles y avenidas de residencias de lujo o de chalés con jardines al lado o hacia la calle” no debían situarse cerca de viviendas modestas porque afectaba su plusvalía. El escepticismo del urbanista Brunner radicaba en la supuesta “ignorancia del pequeño poblador” quien frente al fracaso de la ley de “habitación barata” y por falta de recursos, terminaba edificando “un rancho con cajones de automóviles, desechos de madera y latas viejas”. Este dictamen difería con el escenario político de 1960 y el Plan Intercomunal de Desarrollo Urbano (PRIS) lugar utópico donde empiezan a inscribirse las primeras concepciones urbanísticas y arquitectónicas para integrar nuevos modelos de sociabilidades y movilizaciones populares cuyo eje central de transformaciones sociales impulsados por el Estado de Chile.
¿Cómo daremos forma al desequilibrio y desarmonía del cuerpo urbano y social en Santiago de Chile? se preguntaban los planificadores en la realidad espacial de la década del 60, mientras las coordenadas ficcionales -en el texto Patas de Perro- inscriben, en el cuerpo disforme de Bobi, la iniquidad excluyente del cuerpo colectivo de nuestra ciudad.
“Cuando nació Bobi, su padre fue expulsado de la fábrica, su madre estuvo a las puertas de su muerte y tuvo que cambiarse de barrio, abrumado por la vergüenza y los insultos. En el almacén le cerraron la cuenta” (Droguett, página 93)
Cuando Bobi definitivamente sale de su hogar en el barrio Matadero, sus pasos y el itinerario de sus voces configuran una utopía, la imagen y forma de una ciudad inseparable del tiempo y la memoria contenida en el desarrollo sustentable de los años 60 en Santiago de Chile y sus sistemas coordinados de espacios verdes destinados al esparcimiento de la población y saneamiento ambiental potenciado por corredores ecológicos que intentan unir lo urbano y lo rural.
El PRIS (Plan Intercomunal de Desarrollo Urbano 1960) y por otro lado, la propuesta de un plan Micro-Regional para la cuenca de Santiago (1964), incorporan la noción de regulación del paisaje natural en la periferia amenazada por la expansión urbana e intentaban potenciar los corredores ecológicos en el centro de Santiago. Se indica textualmente en uno de los incisos del PRIS: “Se regula el uso de las áreas suburbanas con el fin de defender e intensificar la producción agrícola, al mismo tiempo que se crea un cinturón verde entre las áreas urbanas y suburbanas”. Estos proyectos señalan la experiencia relevante del Estado planificador chileno en sus intentos para racionalizar los servicios de urbanización, energía y transportes colectivos entre otros, se intentó mantener las formas urbanas incorporadas a la naturaleza en el diseño de los centros poblados.
La promesa del paraíso perdido es el tránsito frenético de Bobi desde sus calles de pesadilla hacia el equilibrio y la belleza de la ciudad imaginada y el vasto depósito de una historia prometedora contenida en la salud de sus áreas y avenidas destinadas a cumplir, en el pasado, la utopía de una institucionalidad que regulaba la protección del paisaje natural amenazado por la expansión urbana de la metrópolis.
Buscar un lugar para vivir era además el residuo de los sueños colectivos de los pobladores hacinados sobre la iniquidad territorial de la ciudad real en 1960, una ciudad cuya forma nueva y total sería la utopía del diseño y protección de áreas verdes, ríos, hondonadas y quebradas que puedan contener la monstruosidad perfecta de Bobi y el deseo de olvido en estos lugares diseñados para la perfección y toda la felicidad que les ha sido negada.… “Puente Alto… sentíamos el aire seco lleno de ecos que bajaba asoleado de la montaña, al preguntarle yo si le gustaría irse a vivir a ese pueblo, provinciano, silencioso, apegado a la tierra...” (Droguett, 81)
Puente Alto ¿será el proyecto de la ciudad imaginada por Bobi y sus formas nuevas en el marco ficticio de una nueva legalidad espacial? ¿será la utopía salvadora que lo rescatará del hacinamiento, hedor y pestilencia del barrio Matadero y de la trágica persecución institucional que encarnan su padre, la escuela y la policía?
Pero, Puente Alto fue transformado, en los inicios del siglo XXI, en lugares de sociabilidades en conflicto, ajeno y adverso a los códigos interpretativos de las políticas urbanas que proponía la utopía de las áreas verdes en 1960. Utopía que finalizó en 1979 con la presión del sector inmobiliario quien impuso la liberación de los mercados de suelo y eliminó la norma sobre límites urbanos (las disposiciones del Minvu nos confirman: “El uso del suelo debe regirse por disposiciones flexibles definidos por los requerimientos del mercado” (Minvu, 1981ª:5) “Se definirán procedimientos y se eliminarán restricciones de modo de permitir el crecimiento natural de las áreas urbanas siguiendo las tendencias del mercado” (Minvu, 1978:8)
Entonces el ingreso de Bobi a la jauría es nuestro consuelo; Friedrich Nietzsche nos confirma: “Ese consuelo aparece con corpórea evidencia, como coro de sátiros, como coro de seres naturales, que por así decirlo, viven inextinguiblemente por detrás de toda civilización y que, a pesar del cambio de generaciones y de la historia de los pueblos, permanecen eternamente los mismos” (Nietzsche, 1973, p. 77).