Vía insurreccional y vía política: Vías incompatibles en Chile
Dos visiones sobre el proceso revolucionario se enfrentaron durante el gobierno de Salvador Allende. Una visión, sostenía el camino político institucional para realizar las transformaciones revolucionarias que se planteaba como programa de gobierno, dentro del régimen democrático. Corresponde a la denominada vía chilena al socialismo o vía política, un camino que desde hacía veinte años impulsaban Salvador Allende y el Partido Comunista.
La otra visión, sostenía el camino insurreccional armado, no para aplicar el programa de gobierno, sino para ir más lejos y realizar la revolución socialista. Esta visión no creía posible conquistar el Gobierno por los caminos institucionales, porque los sectores populares nunca podrían triunfar en las elecciones considerando la abismante diferencia de poder con la burguesía en los campos económico, político, cultural y de influencia en la sociedad. Y en caso de que un triunfo electoral fuera posible, los sectores dominantes no lo permitirían, no aceptarían un gobierno revolucionario y sencillamente lo derribarían. Para llegar al socialismo la violencia era inevitable, y el camino correcto no era el institucional, sino el del asalto al poder.
Para la vía política de la revolución, no había precedentes en la historia de los movimientos sociales y las revoluciones socialistas. Para la segunda opción, de la vía insurreccional, estaba el respaldo de la historia de las revoluciones socialistas y entre ellas la última y más influyente en la izquierda chilena, la revolución cubana. Los sostenedores de la vía insurreccional estaban tanto dentro como fuera del gobierno. Fuera del gobierno su principal exponente era el MIR, y como parte de la coalición gobernante, se encontraban tanto al interior del PS incluyendo su dirección, como en el llamado Mapu Garretón, y en la Izquierda Cristiana.
En tanto la vía política estaba representada por el Presidente Allende, el Partido Comunista, sectores del Partido Socialista, el llamado Mapu Gazmuri y el Partido Radical.
Estas estrategias excluyentes se enfrentan desde un comienzo. Unos, por aplicar el programa de gobierno y así transformar la sociedad haciendo uso de la legalidad vigente, como estaba planteado. Otros, por ir mucho más allá del programa, buscando tensionar el sistema político, radicalizar el proceso, para de esa forma acelerar lo que visualizaban como “inevitable enfrentamiento”, iniciando así la revolución socialista. Los objetivos de ambas izquierdas eran muy diferentes. En estas condiciones profundamente divergentes de las estrategias políticas se llega a 1970, cuando se conquista el gobierno por medio de elecciones democráticas.
A partir de ese hecho crucial los actores políticos se enfrentan al momento revolucionario y al gobierno que lo encarna, cada uno desde sus propias concepciones sobre las vías revolucionarias, aun cuando el nuevo gobierno, ha sido conquistado por una de las dos estrategias, y no por las dos. Es una la estrategia en curso, la vía política.
Sin embargo, los actores políticos promotores de la insurrección no se mueven un milímetro respecto de sus posiciones anteriores, y se comportan frente al Gobierno y su proceso revolucionario de la vía chilena al socialismo, como si este hecho político esencial no tuviera significación. De hecho, mantienen sus mismas tesis sobre la revolución, la insurrección, el enfrentamiento armado y la dictadura del proletariado. Insisten en una estrategia insurreccional, y ello deriva en consecuencias funestas para el gobierno democrático y el proceso de cambios fundado en la vía política.
Inviabilidad de la Vía Insurreccional en Chile
Desde tres ángulos diferentes la Vía Insurreccional era inviable en Chile: desde la historia de las revoluciones socialistas insurreccionales, desde las propuestas de Gramsci sobre el cambio social en Estados complejos, y desde la historia de Chile y su sistema político.
Las revoluciones socialistas insurreccionales son tres. Rusia (1917), China (1949) y Cuba (1959). En la Rusia de los zares hay un régimen despótico y una guerra de por medio. En China hay una larga guerra civil luego de la caída de la dinastía. En Cuba hay una dictadura militar y la insurrección pretende restaurar el sistema democrático. Las tres revoluciones se dan en el marco de regímenes dictatoriales, lo que revela ser una condición para una insurrección triunfante. No hay en la historia revoluciones armadas triunfantes en un régimen democrático. En una democracia no parece haber cabida para el asalto violento al poder.
Antonio Gramsci, luego de los fracasos de los intentos revolucionarios socialistas en Europa entre 1918 y 1923, concluye que una insurrección tiene viabilidad en sociedades en que el desarrollo del Estado es precario, en sociedades despóticas en donde la represión y la violencia son los sostenedores del Estado, en donde no existe una sociedad civil fortalecida. Aunque logra observar la revolución Rusa solamente, no logra ver las revoluciones China y Cubana, que confirman sus tesis.
Gramsci también sostiene que, al contrario, en aquellas sociedades complejas en que junto a la coerción existe un entramado social que ha legitimado al Estado, en donde hay un sector dominante cuya hegemonía es aceptada por el conjunto de la sociedad como legítima, que no solo domina sino dirige la sociedad, en donde la sociedad civil ha alcanzado un desarrollo preponderante, en esas sociedades no es viable el asalto al poder por una minoría consciente.
En esas sociedades más evolucionadas, la lucha política según Gramsci, debe darse en otro plano, en una conquista gradual de la hegemonía (esto es la prevalencia ideológica de una clase social), por medio de una confrontación política, ideológica, cultural, y no de guerra. Claramente en Chile en 1970 no hay una sociedad despótica, hay un Estado consolidado y siguiendo a Gramsci, una insurrección no sería viable.
Desde la historia de Chile y su sistema político, sus tradiciones presidenciales, su régimen democrático ininterrumpido desde 1932 en adelante, en donde no existe una lucha de guerra sino una confrontación esencialmente política, una insurrección carece de espacios. El sistema político ha integrado a todos los sectores, se caracteriza por la pluralidad, la negociación, y como resultado la gradualidad.
Todos los sectores pueden expresarse libremente, pero ningún sector político logra imponerse al otro por sí solo, y de allí las características de negociación y gradualidad. Hay poderosos partidos políticos de derecha, de centro y de izquierda. En una sociedad con esas condiciones, donde las leyes se generan en un parlamento pluralista, donde se elige a un Presidente cada seis años, una insurrección no tiene sustento y no resulta viable, porque carece de legitimidad. Son las características del sistema político en Chile en esos años.
Incompatibilidad entre vía insurreccional y vía política.
Sostenemos que la vía insurreccional y la vía política resultan ser incompatibles, porque cada una requiere de condiciones diferentes, favorables para una y desfavorables para la otra. Cada una requiere de tácticas y estrategias no solo distintas sino excluyentes, lo que se expresa en aspectos diversos como los siguientes:
En el Marco Democrático: una requiere mantener las instituciones para, en su interior, dar una lucha política, si se interrumpe el régimen democrático se interrumpe la vía política; la otra al contrario, requiere tomarse el aparato estatal y ponerle término para cambiarlo por otro; y entonces, mientras una requiere cuidar la democracia para implementar el cambio social, la otra está preparando el levantamiento insurreccional.
En la Violencia Armada: ésta resulta ser consustancial a la insurrección, es necesaria para asaltar el poder; la vía política al contrario, requiere evitarla porque interrumpe la lucha política democrática que hace posible las transformaciones, la violencia armada interrumpe todo diálogo y negociación.
En el Pluralismo: la insurrección no requiere del pluralismo porque es una vanguardia que actúa a nombre de la mayoría, en una insurrección victoriosa no hay pluralismo; la vía política en cambio, sólo existe en un ambiente pluralista porque se trata de una lucha democrática por la hegemonía y el resultado victorioso es necesariamente una sociedad pluralista.
En Conformar Mayorías: la insurrección no busca mayorías, se trata de una minoría decidida, consciente, en que su principal horizonte es forjar una fuerza militar para asaltar el poder, buscará tensar el sistema político para llegar a una solución armada; para la vía política, conformar mayorías, ganar conciencias, construir alianzas, es su principal tarea. Necesita sumar otros sectores sociales, requiere convencerlos. En todos estos factores determinantes, ambas vías resultan ser incompatibles y tienden a anularse.
Ambas vías actuando en paralelo.
El problema es si ambas vías están actuando en paralelo, como fue la experiencia en Chile. En tal caso el escenario es el siguiente: No habrá dirección política única. Ambas vías tenderán a anularse. El gobierno quedará inmovilizado en momentos críticos. El gobierno buscará negociar, llegar a acuerdos para consolidar lo avanzado, y será boicoteado en esos esfuerzos. El gobierno perderá credibilidad en la confrontación política, porque sostiene una cosa y algunos de sus partidarios hacen otra. La vía política no podrá desplegarse en plenitud, tendrá tropiezos en cada esquina. El proyecto tendrá menos posibilidades de éxito, y muchas posibilidades de ser derrotado.