Comunidad defiende el río que le da subsistencia, ante la contaminación salmonera
En Chesque, una pequeña localidad de la comuna de Villarrica, la vida giraba en torno al río. Las familias se bañaban y pescaban, las ovejas bebían y las machi utilizaban el agua en sus ceremonias. Esa misma agua permitía el desarrollo de un turismo sustentable y de baja escala. Todo cambió en 1998 al instalarse una planta de salmonicultura en el río.
Ahora, las personas que viven en Chesque ven cómo se deterioran sus modos de vida, mientras avanzan en una batalla legal que en 2022 logró la suspensión del permiso ambiental que tenía la planta, aunque esta sigue operando avalada en una autorización sectorial de 1998. El sueño colectivo es recuperar la salud del río.
Cuando se instalan proyectos de inversión en un territorio, el foco del debate público suele estar en la cantidad de oportunidades laborales y de desarrollo que presenta el proyecto. Pero algo que pocas veces se contempla es el costo en las fuentes de vida y su incompatibilidad con otros tipos de emprendimientos de ingresos, muchas veces más amigables con la naturaleza, y que finalmente se pierden.
[caption id="attachment_870764" align="alignleft" width="1024"] Diseño: Javiera Muñoz[/caption]
La vida que trae el agua
Juan Pailamilla (edad) nació en Chesque, y recuerda ir a bañarse al río con su familia y pescar para la comida familiar. Recuerda que había pejerreyes, truchas e incluso anguilas que hoy ya no aparecen, para la comida familiar. También rememora ceremonias mapuche donde se bebía el agua sagrada del río y a mujeres textileras lavando lana de oveja en esas aguas, para luego hilar, tejer y vender sus artesanías.
Las huertas y los animales de pastoreo para consumo familiar, los oficios ancestrales como la textilería o el tallado en madera, la recolección de hierbas medicinales que hacían las machi en la orilla y la atracción turística, son todas actividades que dependen de las aguas de este río.
[caption id="attachment_870784" align="alignleft" width="900"] Comunera en el río Chesque. Foto: Mapuexpress[/caption]
Viviana Huelipán es parte de las familias originarias de Chesque y tiene un terreno heredado de su familia con orilla en el río. Allí, donde se bañaba cuando chica, instaló unas cabañas y un camping, donde las personas van a disfrutar el valor escénico del río y se abastecen con sus aguas, y donde las comunidades venden sus artesanías y productos.
Pero ahora el agua del río tiene muy mal olor, y sabor salado. Viene con espuma y a veces salen peces muertos. Los animales ya no la beben y las personas deben someterla a tratamientos para poder tomarla. “Esto es solo lo que se siente a simple vista, pero también están los antibióticos que usa la planta y otros químicos que no se ven pero están ahí y generan un daño”, señala Juan.
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Recuperar el río
En el 2022, la comunidad celebró una victoria legal luego de años de proceso, cuando la Corte Suprema anuló la Resolución de Calificación Ambiental del proyecto de piscicultura en el río Chesque. “Corte Suprema puso fin definitivo a la piscicultura en río sagrado”, se tituló en los medios. Esto por considerar que no se tomaron en cuenta las observaciones ciudadanas ni la participación indígena en el proceso.
Pero la planta, que operó hasta el 2019 sin un permiso ambiental, sino avalada en una resolución de 1998, volvió a hacer lo mismo y hoy en día sigue funcionando, mientras las comunidades esperan que las autoridades ambientales regularicen la situación, y la empresa deba ingresar nuevamente a evaluación su proyecto.
[caption id="attachment_870785" align="alignnone" width="1000"] Intervención en el río Chesque. Foto: Mapuexpress[/caption]
“La empresa continúa operando con una resolución de Subpesca de 1998 que les permite 42 toneladas de biomasa anuales. Pero en las constantes presentaciones que ha hecho la empresa posteriormente para regularizar su situación, se da cuenta de una operación mucho mayor, para la cual no tiene permiso. Es ahora la Superintendencia de Medio Ambiente (SMA) la que debe fiscalizar esta situación”, explica Tamara Navia, abogada de la ONG FIMA que trabaja con las comunidades en el caso.
Mientras esperan que se aplique la normativa, desde las comunidades ponen sus esperanzas en las nuevas generaciones. “Se puede vivir sin dañar la naturaleza. Nosotros lo hacemos y las nuevas generaciones también están entendiendo eso. Ya no están emigrando como años atrás, sino que sacan sus carreras pero se quedan insertos en el territorio generando emprendimiento, turismo y desarrollo local”, observa Juan Pailamilla.
“La comunidad de Chesque ha habitado el territorio y subsistido con él, generando formas de desarrollo que permiten un uso amigable del territorio y en particular del río. Cuando llegan industrias como esta piscicultura, que además de funcionar por más de diez años sin autorización ambiental, pone en riesgo estos usos ancestrales y formas de vida, la pregunta que debemos hacernos es cómo comprendemos la economía y cómo en este momento de crisis climática y ecológica global incorporamos experiencias y saberes como los de Chesque para replantearnos la forma en que producimos” reflexiona Antonia Berrios, Coordinadora General ONG FIMA.
[caption id="attachment_870797" align="alignnone" width="900"] Foto: Mapuexpress[/caption]