Salvador Allende: El niño nace para ser feliz
El proyecto político popular de un régimen democrático encabezado por el ideólogo y estadista Salvador Allende, presidente de la república durante el inicio de la década de los 70 hasta la interrupción de su gobierno con el golpe de estado de 1973, sostuvo en el desarrollo de su gobierno un proyecto educativo, que abarcaba una educación primaria, secundaria y universitaria participativa y comprometida con la transformación política, social y económica, en bien de los hombres y mujeres del país.
Un proyecto de educación que impactara en la vida y el desarrollo de las personas y sus comunidades, debía en su contenido vivificante pensar en una sociedad justa y democrática. Salvador Allende, en sus discursos de una latinoamérica unida, hacía consciente las prioridades de la educación y salud como un derecho y pilar fundamental para todos los hombres y mujeres. Sus objetivos impulsaron la esperanza de un cambio social donde, y como señalara en su discurso de 1972 en la Universidad de Guadalajara en México, se requerirían profesionales comprometidos con esos cambios, basados en el derecho inalienable de la educación.
Un camino de justicia era pensar el país desde la realización de los hombres, mujeres, jóvenes, niños y ancianos trazados en sus primeras 40 medidas de gobierno. Una política integral de la niñez bajo el concepto de que El niño nace para ser feliz, fue una de ellas (Medida Nº13), consistente propósito de pensar el proyecto de vida en los niños y niñas, donde la educación en tanto derecho humano y en dignidad, era parte constitutiva de esa felicidad; dar matrícula gratuita, libros, cuadernos y útiles escolares sin costo, para todos los niños y niñas.
La educación se presentaba como principio fundamental para pensar nuestra sociedad y desarrollo, como lo destacó en su discurso de marzo de 1971, Educación para la democracia, en que posiciona como centro, a la escuela y a los maestros para los cambios sociales necesarios que requería el país.
“Para nosotros, toda sociedad debe ser una escuela y la escuela debe ser parte integrante de esa gran escuela que debe ser la sociedad, pero no la tradicional, introvertida, insatisfecha de una enseñanza que puede ser bien impartida, pero que no traspasa más allá de los muros; porque pensamos en la escuela abierta integrada a los procesos que la inquietan, preocupan e interesan a la comunidad” (Discurso sobre Educación y Democracia, 1971).
Discutir problemas educacionales de manera participativa formaba para Salvador Allende parte de una concepción de verdadera democracia y el establecimiento de la igualdad de posibilidades para las futuras generaciones. El llamado valoraba la lucha ante las injusticias por la falta de distribución equitativa de las condiciones materiales de existencia y sus desencadenantes para el desarrollo de las capacidades de las personas.
En dicho discurso, expresaba la imperiosa necesidad de las condiciones normales de alimentación de la infancia y, de lo contrario, sus nefastas consecuencias para su desarrollo y rendimiento intelectual, de ahí su medida Nº 14 de su gobierno, Mejor alimentación para el niño, en que señalaba “Daremos desayuno a todos los alumnos de la enseñanza básica y almuerzo a aquellos cuyos padres no se lo pueden proporcionar”.
Y su emblemática medida Nº15, Leche para todos los niños de Chile, que se concretaba en “Aseguraremos medio litro de leche diaria, como ración a todos los niños de Chile”; en el anuncio de esta medida señalaba “…En cada hogar, en cada población en cada persona, trabajador campesino modesto desempleado habrá la posibilidad de medio litro de leche para los niños de Chile…” (Documentos de Salvador Allende).
Medidas emblemáticas de la Unidad Popular donde los beneficios de los programas de alimentación buscaban alcanzar a miles de estudiantes y mujeres embarazadas a nivel nacional.
Estas medidas colocaron en valor la educación de la familia para el desarrollo equitativo de las capacidades de sus hijos e hijas. “Debe haber un nivel educacional básico común, desde el que pueden partir en iguales condiciones”; en esto Allende hacia consciente los vínculos de causalidad entre pobreza y educación, pobreza y salud, entre otras, y las dificultades acrecentadas por una economía dependiente como la nuestra, las consecuencias de la discriminación que se vivía en la infancia y el contexto de bajos niveles educativos que se traducía en la marginación de la vida.
A propósito, expresaba en su discurso que los pobres “señalan la injusticia y donde el hombre alienado vive con el temor a la diaria existencia, frente a la falta de trabajo, a la incultura”. Por tanto, alcanzar niveles educativos se transformaba en un ejercicio legítimo de humanidad y de prosperidad para las personas y los pueblos.
En su gobierno estaban presentes los niños del hoy y los adultos del mañana, su afán era la educación para que niños y niñas “sean mañana ciudadanos, no sólo en el aspecto de la enseñanza cultural, sino en la transformación interna que haga de ellos hombres y mujeres del siglo XXI, con una nueva mentalidad, un nuevo espíritu, una nueva conciencia social”.
Formar un hombre nuevo para un Chile nuevo tenía, como pilar central, el ejercicio transformador de una educación con múltiples posibilidades continuas desde la niñez, con el compromiso irrestricto de su felicidad, porque hay niñas, niños discriminados, marginados de la vida.
El anhelo de una nueva sociedad perdura hasta hoy. El presidente Salvador Allende estaba consciente de la importancia de trabajar con un alto compromiso democrático por la educación y el trabajo como un camino de transformación para el país y los derechos de todos sus habitantes. El niño nace para ser feliz, fue una política de gran valor y concientización por la niñez, en un programa de gobierno popular que traspasó las fronteras y que representa, hoy, un eje movilizador de reflexión y acción colectiva en la sociedad que vivimos. La tarea sigue en pie.