Crónicas australianas #7: Inglaterra 3, Australia 1 - Cairnes
O eso es lo que dicen, porque a mí no me consta. Lo que sí sé, ahora que estoy aquí en Cairnes, es que su cercanía es hermosa e intrigante, que sus colores cambian con la luz como el amor y su silencio no es infinito sino está lleno de murmullos. Los corales se mueven como espigas acariciadas por el viento y una concha gigantesca juega a cerrarse, escondiendo una perla para siempre. Esos pequeños detalles, estoy seguro, no son visibles del espacio: ¿al final, qué es lo que importa: esa mirada que todo lo abarca o aquella que acaricia el detalle?
Pienso en ello, ahora que las Matildas han perdido, inapelablemente, ante las leonas inglesas. Tal vez lo mejor sea ver lo hecho por las australianas desde el espacio y admirar lo mucho que han avanzado, lo que han producido en este país, y el impacto más allá de las fronteras de la isla.
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Pero resulta difícil no admirar a Kerr y su golazo, para luego sufrir el remate que desvió y que pudo ser el 2 a 2. Tal vez sea mejor tomar una postura olímpica y decir que es un pequeño paso para el futuro del fútbol; pero, la verdad, yo prefiero recordar las voces de quienes llenaron la improvisada fan fest en la esplanada de Cairns, contemplando el partido junto al mar y a la breve brisa que refrescaba la cálida noche de invierno.
Después del tercer gol inglés, mi hija de seis años me pide volver al hotel. Entre sollozos y mientras la llevo en brazos bordeando el Pacífico, me explica que por esto es que odia el fútbol.
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No entiendo mucho lo que dice al comienzo, pero de a poco, los llantos han cesado, me descubre que es muy triste querer que un país gane y que no sea así. Casi le digo que ahí radica la belleza del deporte, pero prefiero callar tal banalidad. La verdad es que me alegra infinitamente su capacidad de creer radicalmente en la ficción del fútbol (como cree en la ficción de los libros que lee), porque el fútbol no es otra cosa que ficción, y nosotras y nosotros somos lo poco bueno que somos porque tenemos esa capacidad de crear ficciones y de creerlas.
Las calles están tranquilas; no será un drama nacional sino un orgullo la derrota de las Matildas. En estas tierras que además de los corales tienen las selvas más viejas de la tierra (80 millones más que el Amazonas, anunciaba hoy una grabación), mañana saldrá el sol y turistas de todo el mundo subirán a botes y trenes.
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Inglaterra jugará con España la final (en un curioso giro, mi hija em dice antes de quedarse dormida que era un poco bueno que ganara Inglaterra, porque ahora no tiene dudas quién quiere que gane la final). Me pregunta también si Australia puede ser campeona. La miro y sonrío: sí, le digo, puede serlo, pero no esta vez, la próxima, tal vez, ahora nos tenemos que ir a casa, mi amor.