Los círculos concéntricos del Frente Amplio
A Giorgio Jackson se le atribuye la idea de los círculos concéntricos en el gobierno, en la que el PS, el PPD, el PRSD y en general las y los representantes del pasado y los 30 años, quedaban en la periferia, con Apruebo Dignidad al centro. Hoy esa “periferia” representa el 46% del gabinete, lo que, considerando independientes, significa que Apruebo Dignidad queda por debajo del círculo que le correspondía a la vieja guardia. Lo que debía ser marginal tiene las siguientes once carteras:
Vivienda y Urbanismo, con Carlos Montes (PS);
Defensa Nacional, con Maya Fernández (PS);
SEGPRES, con Álvaro Elizalde (PS);
Obras Públicas, con Jessica López (PS);
Hacienda, con Mario Marcel (Independiente cercano al PS);
Justicia, con Luis Cordero (Independiente cercano al PS);
Interior y Seguridad Pública, con Carolina Tohá (PPD);
Agricultura, con Esteban Valenzuela (PPD);
Relaciones Exteriores, con Alberto Van Klaveren (cercano al PPD);
Minería, con Aurora Williams (PRSD);
Y Deporte, con Jaime Pizarro (Independiente y exministro de Michelle Bachelet).
¿De quiénes es, entonces, este gobierno? ¿Quién está capitalizando el poder que dota ser gobierno y oficialismo? Parece que ni el Frente Amplio ni Apruebo Dignidad. La salida de Giorgio Jackson tiene un significado pragmático y uno simbólico o narrativo. Respecto de lo primero, desfavorece el balance de poderes al interior del oficialismo y se asoma la idea de que su salida pudo tener que ver con un cálculo que arrojaba la realidad de no tener votos suficientes a su favor para salir ileso frente a una Acusación Constitucional de la derecha.
Respecto de lo segundo, se trata de una derrota particular que reafirma las críticas por una supuesta superioridad moral, que el PS ha recordado varias veces y resentido especialmente, en tanto se dota de las ínfulas de ser el bienhechor que deja el espacio noblemente para no obstruir los proyectos de gobierno, convirtiéndose en algo así como el vapuleado mártir del Frente Amplio. Mientras en realidad parece como que se le gana un gallito a RD o quizás directamente a Jackson. También pareciera que cae uno de los principales y originales estandartes del Frente Amplio, el que quizás, si hubiera tenido la edad mínima en el momento crucial, habría sido el candidato presidencial de la colectividad de izquierda.
Se generó una dicotomía contrapuesta entre la nueva política que podía representar un gobierno del FA y la hegemonía de los últimos 30 años de democracia, pero hoy es esa misma dicotomía la que está pasando por encima del oficialismo. Frente a lo anterior, no sería extraño que para las próximas elecciones presidenciales la carta mayoritaria de la izquierda corresponda al 46% del gabinete actual, escenario en que el FA se vería sacando cuentas como tuvo que hacer veces anteriores, cuando por no tener fuerza para correr de manera independiente, tuvieron que apoyar alguna candidatura de esa otra izquierda.
Al día de hoy van dos excepciones a la regla: Beatriz Sánchez y Gabriel Boric. En el primer caso, una votación inédita e inesperada que le dio vértigo al FA, porque desde ellas y ellos mismos nació la autocrítica de que no estaban en condiciones de gobernar. Zafaron. En el segundo caso, sabemos y estamos viviendo el destino que devino.
En el segundo caso asumimos que el FA estaba listo y ya maduro como para gobernar, sin embargo, surgen algunas dudas en base a la alta presencia e injerencia de aquellas y aquellos que recuerdan a coaliciones como la Concertación y la Nueva Mayoría.
Había una épica particular que se respiraba en el ambiente post 18 de octubre que debió ser capitalizada por nadie más que este gobierno, respondiendo directamente a las demandas justas e históricas que en ese momento se levantaron. Y a pesar de que los principales caballitos de batalla del oficialismo son justo esos, hasta ahora no se han materializado en triunfos, y la impresión que se imprime en la opinión pública parece ser una catástrofe que versa así: “más de lo mismo”, “los mismos de siempre”, “son todos iguales”.
¿Qué pasa entonces con la idea de una tercera fuerza que nacía por izquierda? Sin esta, son muchas y muchos quienes se verían de nuevo sin domicilio político y además significaría haber desperdiciado lo que representó el triunfo del Apruebo en el plebiscito de entrada al Proceso Constituyente (del que casi no van quedando rastros).
Hay tiempo, pero ¿hay chances? El gobierno avanza bien en muchas materias, a pesar de que esto no se note a simple vista, pero ¿a quiénes se les van a atribuir los avances? ¿A quiénes les van a llegar las felicitaciones? Por momentos parece que, a algunas y algunos de la anterior lista, lo que sería, también, una derrota.
Frente a esto yo me atrevo a decir que Chile no quiere volver a una binominalización de la política que signifique una derecha unida y una izquierda como la del pasado cercano, y que se necesita de esta tercera fuerza que hasta hace poco permitía soñar nuevos horizontes diferentes al Chile desigual. Ese sin confianza en partidos políticos ni en la política en general, ese con poca pasión colectiva y residente en el agobio de los efectos del neoliberalismo a ultranza.
La única fuerza que debería estar capitalizando el poder del oficialismo es la colectividad del presidente y es el objetivo que deberían manejar en lo que queda del periodo. Lo de Jackson pronto quedará atrás y el gran riesgo es que el Frente Amplio también, cuando debería estar ocupando el centro de los círculos diseñados al inicio del periodo.