"Otra forma de educar"
Tras conocerse la votación de la acusación constitucional contra el ministro de educación Marco Ávila, las reacciones de los sectores de oposición fueron rápidamente dirigidas hacia partidos como Evopoli, recriminándoles haber traicionado su principal slogan “los niños primero”.
Sin embargo, nada parece faltar más a esta afirmación, como las más de 6 horas de argumentos expuestos por los parlamentarios impulsores de la acusación constitucional, abusando del argumento del deber y derecho preferente de los padres a educar a sus hijos en materia de sexualidad, para retorcer el sentido ético y pedagógico de que el Estado deba contar con políticas educativas de inclusión y no discriminación.
Así, la tesis principal de los acusadores fue que las políticas impulsadas por el estado en la materia “no dan espacio a otras formas de entender la educación sexual”, ¿pero ¿cuáles son estas otras formas? hasta ahora no se han mencionado.
¿Serán esas otras formas las mismas de Naveillán, que no permiten por ejemplo que una joven denuncie a un violador como Pradenas para no exponer a su familia? ¿o será aquella que obliga a las adolescentes a someterse a abortos clandestinos para evitar dañar su reputación y la de sus padres? o seguramente esa forma de educación sexual que, hace años atrás, enviaba al seminario a los hijos que tenían otra orientación sexual, porque era algo repudiable. Quizás, incluso, podría ser la educación sexual a la que se refiere la doctora Cordero, cuando con total libertad trata a un profesor de “pervertido, enfermo y gordito”.
Entre el 2000 y 2017 se registraron 6292 suicidios adolescentes y jóvenes en Chile, las muertes por suicidio en la comunidad LGBT+ son 7 veces más altas que en las personas heterosexuales. Según la organización “Bullying Sin Fronteras”, entre 2020 y 2022 se registraron 5.934 casos graves de acoso escolar en Chile. Quizás es prudente preguntarse si estas cifras son producto de esas otras formas de educar y entender la sexualidad.
Si existiesen argumentos suficientes para demostrar que los padres, apoderados y/o tutores responsables de los niños y niñas de Chile, educan en materia de sexualidad de tal manera que no nos tuviéramos que ver enfrentados como sociedad a hacernos cargos de cifras alarmantes, como las mencionadas anteriormente; si tuviéramos certeza de que esa forma de educar incluirá que los niños y niñas dejen de caricaturizar todo cuanto tenga relación en materia sexual para evitar decir por su nombre palabras como vagina, pene o sexo; si tuviésemos la certeza de que los niños y niñas de nuestro país son aceptados, protegidos, incluidos en cada uno de los espacios que habitan y que carecemos de adultos no traumatizados por infancias infelices, podríamos creer que esa otra forma de educar es la correcta.
Sin embargo, los datos son incuestionables y por lo tanto resulta inconcebible que sectores de este país sigan jactándose de que “los niños están primeros”.
Repudio a quienes utilizando un mecanismo de control político quisieron esconder un cobarde acto de homofobia más en este país, y lamento profundamente que en pleno siglo XXI debamos seguir tolerando espectáculos deplorables como el del día de ayer por parte de quienes insisten que "los niños están primero".